ECONOMíA
El Fondo ha descubierto que casi nunca pega una
En una minuciosa autoevaluación de 175 acuerdos halla grandes desvíos entre sus proyecciones y la realidad.
Por Julio Nudler
Tras analizar 175 acuerdos firmados entre 1993 y 2001, incluyendo por supuesto a los que suscribió con la Argentina, el Fondo Monetario Internacional ha descubierto amplios desvíos entre las metas establecidas para las cuentas fiscales (superávit sobre PIB) y el sector externo (superávit en cuenta corriente como porcentaje del Producto) y lo que luego ha ocurrido en la realidad. “Las proyecciones se desvían sustancialmente de los datos observados”, confiesa el grueso y complejo documento, preñado de fórmulas. “Hallamos que el ‘modelo’ revelado por las proyecciones del staff del FMI difiere significativamente del modelo evidenciado en los datos históricos”, dicen los analistas Rouben Atoian, Patrick Conway, Marcelo Selowsky y Tsidi Tsikata, todos de la Oficina de Evaluación Independiente (IEO), una suerte de auditoría técnica interna del Fondo, que está para analizar críticamente, pero con herramental científico, la actuación del organismo. Cumpliendo ese cometido, comprobaron incluso que las revisiones periódicas a las que son sometidos los programas mejoran en alguna medida su puntería, pero que “persisten diferencias sustanciales entre las proyecciones revisadas y los datos históricos”, es decir, los que después se dan en los hechos.
El minucioso informe explica que “un monto sustancial del desvío de las cifras proyectadas respecto de las históricas (reales posteriores) es atribuible a la información incompleta sobre la cual basa el FMI sus proyecciones”. Los investigadores aclaran la distinción que trazan entre proyecciones (resultados avizorados) y pronósticos. Estos constituyen la mejor predicción posible de lo que ha de acontecer en un momento dado del futuro. Una proyección, en cambio, es una predicción que incluye como supuesto que el país en cuestión aplicará las reformas estructurales y de políticas a que se ha comprometido en la carta de intención.
Una comprobación quizá previsible es que las divergencias entre lo que la gente del Fondo espera y lo que efectivamente pasa son mayores cuando los horizontes de los programas son más largos. Los desvíos son calificados de “considerables”. Pero además de mostrar gran magnitud –que alcanza generalmente su pico en el segundo período posterior a aquel en el que se celebró el acuerdo–, las desviaciones exhiben también una notoria variabilidad, tanto para el resultado fiscal como para el externo.
Los valores trasuntan una gran dispersión, lo que está indicando la escasa confiabilidad de las predicciones que efectúan los técnicos del FMI, de lo cual saben mucho los argentinos. El contraste de datos demuestra, según el estudio, que las proyecciones por lo común anticipan cambios que exceden los que luego se concretan. Esta bifurcación es especialmente marcada en los números fiscales, pese a lo cual el Fondo sigue presionando por fijar metas de superávit primario muy altas.
“No es sorprendente que las proyecciones sean inexactas para cualquier horizonte temporal –sostienen los expertos de la IEO–. Tampoco puede sorprender que el horizonte más corto muestre la coincidencia más estrecha de las proyecciones con la realidad, dado que las efectuadas sobre plazos más distantes requieren de predicciones acerca de los resultados que han de darse en los años intermedios, las que serán casi seguramente inexactas.” Es decir: los funcionarios del Fondo parten de la admisión de que las metas de largo plazo guardarán poca relación con los guarismos reales. No obstante ello, reclaman que los países deudores asuman compromisos cuantitativos de largo aliento, como ocurre con la presión ejercida sobre la Argentina para que elevara el sendero de su futuro superávit fiscal.
“El modelo usado en las proyecciones del FMI y el que genera los datos reales son significativamente diferentes”, indica la autoinvestigación del organismo, realizada por sus evaluadores independientes. Sin embargo, las diferencias de modelo son sólo una de las fuentes de los errores en las predicciones. Hay también diferencias en la respuesta política, malas mediciones de las condiciones de partida (al momento de efectuarse laspredicciones) y, por qué no, errores fortuitos o aleatorios. En el caso de la cuenta corriente del balance de pagos, la mayor causa de errores reside en los defectuosos datos iniciales. Respecto de las proyecciones fiscales, la mayor responsabilidad recae en los modelos empleados.
Un detalle sugestivo del trabajo es que sus autores suponen que los técnicos del Fondo pondrán menos empeño en las proyecciones a largo plazo, ya que podrán corregirlas en posteriores revisiones. Al repasar lo ocurrido, el estudio constata que las revisiones periódicas logran, como es obvio, una mayor convergencia entre las proyecciones y lo sucedido en la realidad. Sin embargo, siguen observándose desvíos significativos en las proyecciones revisadas cuando éstas abarcan períodos plurianuales.
Con voluntad didáctica, el paper explica que cuando es aprobado un programa entre el Fondo y un país dado, el plantel del organismo se vale de las mejores estadísticas macroeconómicas disponibles para proyectar la evolución de las variables relevantes en los años siguientes. Esas proyecciones representan las del “programa original”. La performance de ese programa irá siendo revisada, y en cada revisión los expertos crearán un nuevo conjunto de proyecciones macro, recogiendo la mejor información disponible en cada momento. Claro que, a pesar de aplicar un procedimiento tan riguroso, la realidad es esquiva y el Fondo marra el tiro con demasiada frecuencia.