ECONOMíA › INFORMALIDAD, PRECARIEDAD, BAJOS SALARIOS Y PRONOSTICO RESERVADO

Los puntos oscuros del mercado laboral

A pesar de la mejora lograda con el crecimiento del PIB, dos estudios muestran las dificultades de la economía para crear trabajo y evitar que empeore aún más la calidad de los empleos y el monto de los salarios.

 Por Claudio Scaletta

Aunque mejoró luego de la crisis acompañando el crecimiento del producto, la situación del mercado laboral está lejos de haber encontrado el camino de la recuperación sostenida. Algunos datos son significativos: luego de perder el 33 por ciento de su poder adquisitivo tras la crisis del 2001, el salario sólo recuperó un 10 por ciento de ese poder, básicamente por los aumentos dispuestos por el Gobierno para el sector formal. Sin considerar el efecto paliativo de los planes asistenciales, como el Jefas y Jefes de Hogar Desocupados, el desempleo en el 2014 seguiría por encima del 15 por ciento. En el 2007, al final del actual gobierno, podría encontrarse cerca del 16 por ciento. Aun en un contexto de éxito sostenido de la actual política económica, salir de los dos dígitos no será tarea fácil. Las razones se encuentran tanto en la naturaleza del nuevo modelo, que continúa asentándose en actividades primarias y de procesamiento básico de productos agropecuarios, como en la persistencia de condiciones laborales de precariedad e informalidad.
Estas son algunas de las conclusiones de dos trabajos de investigación independientes, uno del IDEF-CTA, realizada por Claudio Lozano y Tomás Raffo, y otra del Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (Cenda), un grupo de investigadores con formación en economía política, entre ellos, Axel Kicillof, Nicolás Arceo y Cecilia Nahón. El punto de contacto de ambos trabajos es la visión integral de las dificultades del mercado laboral, consistente en no considerar aisladamente las variaciones cuantitativas del nivel de empleo sino en un contexto que incluya también las condiciones de calidad del trabajo y del poder adquisitivo del salario. En este punto, el enfoque del Cenda resulta novedoso, pues para reflejar estas tres condiciones construye un “Indice Global de Condiciones del Trabajo” (IGCT).
Con base 100 en 1993, la serie del IGCT comienza en la década del ’80, cuando se encontraba en 116. Desde entonces mostró un deterioro prácticamente constante, con un pozo de 84 puntos durante la hiperinflación. El cuadro sumó a la menor creación de empleo, el empeoramiento tendencial de su calidad. En los ’90, la salida de la híper significó una sensible recuperación del índice, hasta los 100 puntos de 1993, para luego volver a caer, progresivamente entre 1993 y 1997, cuando llega a 92, y abruptamente a partir del comienzo de la recesión, en 1998. A fines del 2002 tocó un piso de 70 puntos. Recién en el 2003 se advierten signos de una evidente recuperación, aunque el nivel es todavía muy bajo: 73. El mix que construye este valor es la elevada tasa de desocupación, salario real a los mismos niveles que en 1940 y equivalente al 50 por ciento del de mediados de los ‘70, el aumento de la sub y sobreocupación y del empleo no registrado. La investigación prevé, no obstante, que el aumento del empleo tras el crecimiento del 2003 provocará una mayor conflictividad laboral que podría redundar en “posibilidades de obtener ciertas mejoras en los salarios y en las condiciones de trabajo”.
Siempre siguiendo a los investigadores del Cenda, el panorama actual del mercado de trabajo está definido por 4 características:
- El ritmo de crecimiento del PIB y del empleo es coyuntural y responde a un fenómeno de “salida de pozo”. Aunque el PIB creció desde niveles muy deprimidos, resulta todavía inferior al de 1996. La inversión supera en un 50 por ciento a los bajísimos niveles anotados durante la recesión, pero resulta todavía muy baja para sostener el crecimiento experimentado durante el “rebote”. Adicionalmente, tampoco podrá mantenerse la elasticidad empleo-producto (es decir; la proporción de aumento del empleo por cada punto de aumento del PIB) del 2003.
- Parte del mayor nivel de ocupación se explica por las contraprestaciones del Plan Jefas y Jefes. Si no se toman en cuenta estos planes, la tasa de empleo se encuentra todavía por debajo de los niveles precrisis.
- El empleo que más se incrementa es el de los trabajadores por cuenta propia y los asalariados no registrados (en negro). También se observa que el empleo se incrementa más entre los trabajadores con mayores niveles de calificación y que incluso disminuye para los que tienen nivel educativo primario.
- La estructura productiva actual resulta incompatible con la reducción del desempleo en el largo plazo. Ello se debe a que, a pesar de la “limitada sustitución de importaciones” provocada por el tipo de cambio sumamente favorable, la base productiva continúa asentada sobre los sectores poco demandantes de mano de obra, como el primario y de manufacturas de origen agropecuario.
Por su parte, la investigación del IDEF-CTA da un paso más. Amén de analizar detalladamente la situación actual, realiza proyecciones numéricas sobre la capacidad de la economía para generar empleo. En este camino analiza tres variables.
La primera es la citada elasticidad empleo-producto, que en el primer trimestre del 2004 con relación a igual período del 2003 fue de 0,71 o 0,64 de acuerdo con si se descuenta o no la incidencia de los planes asistenciales sobre el nivel de empleo. Se trata de niveles inéditos. Durante la convertibilidad, por ejemplo, dicho valor fue de 0,37. En los ‘70, fue de 0,45. Por lo tanto, es posible esperar una relativa disminución del nivel actual. Una previsión optimista, superior a la media histórica, es considerar que la elasticidad será del 0,7 en el 2004 para terminar en 0,5 en el 2013.
Las otras dos variables en juego son el crecimiento de la economía y de la población económicamente activa. Para evaluar el crecimiento del PIB, la investigación de la CTA toma las proyecciones del propio Ministerio de Economía en el caso de una reestructuración exitosa de la deuda pública: 6,9 por ciento en el 2004, 3,9 en el 2005 y 3 por ciento entre el 2006 y el 2013. En tanto, para la evolución de la Población Económicamente Activa (PEA) se congela el crecimiento actual, 1,4 por ciento anual.
Sobre esta base optimista, la desocupación abierta que obtienen Lozano y Raffo para el 2014 es del 15,3 por ciento de la PEA, mientras que al final del mandato del actual gobierno se encontraría del torno al 16 por ciento.
Si de ejercicios matemáticos se trata, podrían variarse estas proyecciones introduciendo variables más o menos realistas, lo que modificaría levemente, hacia arriba o hacia abajo, los indicadores. No obstante, estos números “optimistas” son una clara señal de que el desempleo de dos dígitos parece haber llegado para quedarse, con sus consiguientes efectos sobre el salario y las condiciones de trabajo. Lo que, volviendo al informe del Cenda, no augura una mejora sensible del IGCT. La conclusión del informe del IDEF-CTA es también que, aun asumiendo el logro pleno de la estrategia económica oficial, resulta difícil que la situación laboral y económica de la mayoría de la población se modifique en el futuro.

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