ECONOMíA › LA COYUNTURA INTERNACIONAL MEJORO DE HECHO LA OFERTA ARGENTINA
Los astros alineados para el canje
Economía la mejoró sólo en 1000 millones, pero los acreedores recibirán más por la cotización potencial de los nuevos bonos y por el interés en nuevas inversiones. O sea que el hachazo puede ser de entre 63 y 68, no 92.
Por Claudio Zlotnik
La quita a valor presente ya no es del 92 por ciento como cuando se hizo la presentación en Dubai. El hachazo tampoco alcanzará al 80 por ciento calculado cuando se divulgó el Plan Buenos Aires con una mejora sensible en la oferta a los acreedores. Al final será menor, aunque igualmente importante: de entre 63 y 68 por ciento. La menor quita no sólo tiene que ver con el aumento en los compromisos de pago tomados por el Gobierno. También está relacionada con un contexto internacional favorable a los países emergentes. Por esta circunstancia coyuntural, en los últimos seis meses la oferta a los bonistas se revalorizó hasta entre 4850 y 6700 millones de dólares. Por ese motivo, tanto Roberto Lavagna como los financistas creen que la reestructuración será un éxito.
Para estimar el incremento en el valor de la propuesta, los consultores de la city calculan cuánto recibiría un inversor por vender los bonos que surjan de la reestructuración. Este monto equivale al valor presente de los títulos públicos. En junio pasado, cuando se oficializó el Plan Buenos Aires, hubiesen percibido 8406 millones de dólares, que se correspondía con una quita del 80 por ciento. Ahora recaudarían entre 13.258 y 15.100 millones de dólares, de acuerdo con un informe preparado por la consultora Silver Cloud. Depende de la “tasa de descuento” (riesgo) con la cual se haga el cálculo. Algunas consultoras estiman que la tasa de descuento será del 9 por ciento y otras, del 10.
Los 4850 a 6700 millones de dólares de revalorización en la propuesta no significa que todo ese dinero haya sido puesto por el Gobierno. De ese monto, Economía sólo mejoró la oferta en 1000 millones, que pagará en efectivo a los acreedores. El resto indica el mejor precio que obtendría un bonista si al momento de recibir el título decide venderlo en el mercado. Este efecto, ligado al contexto internacional, implicará que la quita sea inferior a la difundida en Dubai. Por este motivo, las principales consultoras de la city estimaron que el nivel de aceptación superará el 70 por ciento. Lavagna no quiere hablar públicamente del tema, pero sus principales colaboradores apuestan a que así será.
Los beneficios de un panorama internacional favorable involucraron al resto de los emergentes y fue aprovechado por varios países. Nigeria, por ejemplo, que en el año 2001 “peleaba” con la Argentina por liderar el ranking del riesgo-país, ahora aparece como uno de los que tiene riesgo más bajo: alrededor de 420 puntos, que le permitió financiarse a tasas de interés más bajas.
Este dato no tiene por qué ser intrínsecamente positivo. Por su historia reciente, la Argentina puede dar testimonio de que el fluido acceso al mercado voluntario de crédito no tiene por qué constituirse en un hecho destacable. Pero esos préstamos baratos de los que se vienen nutriendo los países emergentes, con la excepción de la Argentina, que sigue en default, da cuenta de una situación de gran liquidez en los mercados internacionales.
Esa masa de capitales está a la búsqueda de jugosos rendimientos financieros. Y como las tasas de interés en los mercados centrales son bajas, pusieron en la mira los más atractivos (y también más riesgosos) países emergentes. El flujo hacia esos mercados se duplicó el año pasado. El Instituto de Finanzas Internacional, que agrupa a los principales banqueros del mundo, calculó que la entrada de capitales fue más importante en América latina, aunque la Argentina recién el año pasado logró revertir la fuga de divisas.
Otro dato que jugó a favor del canje fue que desde mediados de 2001 hasta mayo de 2004, las empresas y gobiernos de América latina tuvieron un comportamiento defensivo en los mercados de capitales: cancelaron más deuda de la que tomaron. Es decir, se redujeron las opciones de inversión.
Este contexto, con los inversores internacionales ávidos por hallar nuevas inversiones rentables, sin dudas favorecía el canje de la deuda. Se reflejó en los precios de los bonos en default, que llegaron a costarhasta el record de 35 dólares. Pero este panorama se ensombreció en los últimos días cuando la Reserva Federal (banca central estadounidense) dejó trascender sus sospechas sobre un posible brote inflacionario. La lectura de los financistas fue unívoca: Alan Greenspan aceleraría el proceso de suba de la tasa de interés de corto plazo.
Al menos por ahora, la tasa de corto no impactó demasiado sobre la de largo alcance, que es la que siguen los operadores para definir sus inversiones. O sea, mientras la de corto avanzó del 1 al 2,25 por ciento anual durante 2004 y se espera que trepe a 4 por ciento este año, la de largo alcance se mantuvo rondando el 4 por ciento anual. La semana que pasó saltó al 4,27. En la city creen que la tasa a 10 años podría despegar si se confirman las advertencias inflacionarias de Greenspan. Ese es el riesgo que corre Lavagna: que los activos financieros de Estados Unidos ofrezcan las utilidades financieras que hasta ahora no tuvieron.
En el Palacio de Hacienda se resisten a ser alarmistas. Transmiten el mensaje que se cumplirá con el calendario pautado, con el canje finalizando a fines del próximo mes, y sin peligro de que los eventuales cambios de tendencia a escala internacional se produzcan en poco tiempo.
En contraposición a la calma de Lavagna y su equipo, el ex candidato a ministro de Carlos Menem, el economista Carlos Melconian, recordó “los dos casos más recientes de cimbronazos internacionales que afectaron a la Argentina”: la crisis asiática de 1997, que puso fin a una etapa positiva de los emergentes y la escalada de la tasa internacional impulsada por el propio Greenspan en el año 2000. Melconian sugirió que los ajustes internacionales suelen darse de manera “brusca y sorpresiva”.
El riesgo que corre el Gobierno es que la aceptación sea baja y se vea obligado a hacer concesiones para convocar a los bonistas, tal como sucedió en Mendoza. No quita que alrededor de un 20 por ciento de los acreedores, que son “fondos buitre”, prefieran la vía judicial para intentar cobrar el ciento por ciento de sus acreencias.
En apenas 72 horas será el final de las especulaciones. Empezará a conocerse la verdad.