El 79,7 por ciento de los pequeños emprendimientos productivos que accedieron a subsidios o microcréditos del Ministerio de Desarrollo Social logró duplicar su facturación un año después de obtener el beneficio. Sin embargo, en el caso de las nuevas empresas que se gestaron a partir de ese financiamiento el porcentaje apenas llegó al 54 por ciento. El dato forma parte de un informe reciente elaborado por la Secretaría de Políticas Sociales, al que accedió Página/12, y evidencia la dificultad existente para lograr que los nuevos proyectos sobrevivan y se consoliden, aun en un contexto de fuerte reactivación económica.

El informe da cuenta de lo ocurrido entre agosto de 2003 y diciembre del año pasado, período durante el cual el Ministerio destinó 415 millones de pesos a través del Plan Manos a la Obra para financiar a 66.700 pymes dedicadas a actividades de agricultura y ganadería (39%), manufacturas de origen industrial (30%), artesanías (13%), manufacturas de origen agrícola-ganadero (9%), servicios (5%) y comercio (4%). Las firmas recibieron 73 millones de pesos a través de créditos y microcréditos y el resto en concepto de subsidios.

Los emprendimientos que ya venían operando al momento de recibir el financiamiento fueron 52.026 (78 por ciento), mientras que los “experimentales” que se iniciaron en ese momento sumaron 14.674 (22 por ciento). Una vez otorgado el dinero, el Gobierno conformó tres muestras de 400 casos cada una para monitorear la evolución de las firmas. Los resultados arrojaron que el 87 por ciento de las empresas previamente constituidas lograron duplicar su facturación en un año, convirtiéndose en “sustentables”. Sin embargo, sólo el 54 por ciento de las “experimentales” cumplieron el mismo objetivo. El resto se quedó en el camino por haber quebrado o por no poder duplicar el ingreso que tenían antes de comenzar con el proyecto. En ambos casos el resultado es muy pobre, pues al ser compañías embrionarias integradas por trabajadores vinculados anteriormente a prácticas de subsistencia, se supone que la más mínima actividad les debería haber permitido mejorar notablemente su situación.

Daniel Arroyo, viceministro de Desarrollo Social, destacó a Página/12 que algunos emprendimientos dejaron de operar porque sus integrantes lograron incorporarse a la economía formal como empleados. “Muchos trabajadores, especialmente en sectores como la construcción, toman el proyecto sólo como un aprendizaje porque lo que buscan es ser contratados por alguna firma más grande y cuando lo consiguen abandonan el emprendimiento que habían iniciado”, subrayó.

El funcionario reconoció también que no todos desertaron porque consiguieron una alternativa mejor: “Algunas iniciativas simplemente fracasaron por las dificultades para generar un producto de calidad o por la superpoblación de emprendimientos similares registrados en una misma zona”. No obstante, remarcó que la tasa de mortalidad es mucho mayor (cercana al 70 por ciento) en el caso de los emprendimientos nuevos que no reciben apoyo oficial.

En el ministerio esperan mejorar los porcentajes de sustentabilidad y las esperanzas están puestas en el flamante Fondo Nacional de Promoción del Microcrédito, que ya comenzó a financiar a los sectores de bajos recursos (ver aparte). El objetivo es consolidar, a través del Fondo, una red de microbancas que preste dinero con mayor velocidad para que los emprendedores no pierdan oportunidades de trabajo por la demora que supone el acceso al financiamiento.