El obispo argentino Fernando Bargalló, de 52 años, titular de la diócesis bonaerense de Merlo-Moreno y presidente de Cáritas Argentina, fue elegido presidente de Cáritas para América Latina y el Caribe en la asamblea regional que culminó ayer en Les Cayes (Haití). La decisión fue adoptada por votación de los participantes en el XVI Congreso Latinoamericano de Cáritas. Bargalló sucede en ese cargo al obispo salvadoreño Gregorio Rosa Chávez, quien fuera estrecho colaborador del asesinado Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, y es actualmente uno de los más activos impulsores de la causa de canonización del mártir salvadoreño. Otro argentino, el laico Gabriel Castelli, director de Cáritas Argentina, fue electo en la misma ocasión como coordinador para la región Cono Sur de Cáritas. El secretario general será el sacerdote mexicano Antonio Sandoval.

Bargalló se cuenta entre las figuras más jóvenes del episcopado argentino y desde su consagración episcopal, primero como auxiliar de Justo Laguna en Morón y luego como titular, tuvo un fuerte compromiso con lo social, de gran cercanía con aquellos que en la Iglesia trabajan en la perspectiva de la “opción por los pobres”. Su trabajo fue reconocido por sus pares, que le confiaron desde el año anterior la presidencia de Cáritas, lugar en el que sucedió a Jorge Casaretto, obispo de San Isidro y actual titular de la Pastoral Social del Episcopado.

En el documento final emitido al final del Congreso, los representantes de Cáritas de América Latina, el Caribe y Estados Unidos aseguraron su decisión de seguir “participando activamente en el proceso de transformación de la realidad sufriente de nuestros pueblos”. Y agregaron que “la alegría que compartimos por habitar en el “continente de la esperanza no nos impide constatar con tristeza muchas situaciones de dolor y muerte que nos interpelan como cristianos/as para renovar cada día nuestro compromiso y corresponsabilidad con la vida de los más pobres y excluidos/as”.

El mismo texto pide a los cristianos “evitar todo tipo de paternalismos y asistencialismos, pues sólo generan dependencia y no verdadera libertad” y se sostiene que “al trabajar con los pobres hemos de procurar siempre afianzar su dignidad y, desde ella, reconocer que tienen derecho a ser sujetos, protagonistas y artífices de su crecimiento y desarrollo, desplegando la capacidad de organizarse y encontrando el modo creativo de expresarse y hacer oír su voz”. En un párrafo que habla de la vocación actual de Cáritas y de la Iglesia en materia social se señala que “queremos que nuestro obrar incida también en la vida de nuestros pueblos, propiciando la elaboración de leyes y políticas públicas que defiendan el derecho de todos y todas a una vida digna”. Como líneas de acción se destacaron, entre otras, el reconocimiento de la pluralidad y el respeto a las identidades, la creciente irrupción de la mujer en la sociedad “que cuestiona y enfrenta al patriarcado y machismo imperantes”, de nuevos actores, la existencia de movimientos sociales organizados que quieren participar e incidir en el campo político y la creciente toma de conciencia de la necesidad de preservar el medio ambiente, la tierra y el uso del agua. En otro apartado se denuncia “la enorme pobreza, agravada por el modelo neoliberal, y las situaciones de violencia que llevan a tantos hermanos y hermanas a migrar forzadamente buscando mejores horizontes de vida”.