ECONOMíA › LAVAGNA PREPARA MEDIDAS INGRATAS PARA COMPLACER AL FONDO
Ultimos tragos amargos para firmar
Encarecer aún más la nafta y aprobar un tarifazo (se especula con aumentos escalonados de 10 por ciento por trimestre) son decisiones que el equipo económico tomó, entre otras, para complacer los reclamos del FMI. Cómo será la vida después de la firma.
Por Julio Nudler
Roberto Lavagna aceptó tragarse las últimas cápsulas de impopularidad previas a la firma del acuerdo con el Fondo. Para complacer su exigencia de superávit fiscal primario, subió el impuesto a los Combustibles, al costo de disparar un alza adicional de la nafta. Y para remediar mínimamente la ruptura de contratos, inició el camino hacia un tarifazo de amplio espectro (se especula con aumentos escalonados de 10 por ciento por trimestre), gesto conciliador hacia las empresas de servicios públicos pero indigesto para la población. Aprovecha, en cualquier caso, el margen de maniobra que le abrió la estabilización del dólar, porque cuando el dólar se queda quieto todo se tranquiliza. Lavagna también echó por la ranura la última ficha que faltaba: declarar formalmente que la Argentina se dispone a abrir la renegociación de la deuda. Y puso diciembre como fecha, suponiendo que antes se formalice el entendimiento con el FMI. La pregunta es qué viene después.
Puede decirse que probablemente poco, pero quizá suficiente para que se note. “Nuestros objetivos son humildes –dijo ayer a Página/12 una fuente muy cercana a Lavagna–. Queremos asegurar esta estabilización de la economía y consolidar el pequeño rebote que se está viendo.” Por ahora son solo intenciones, sin que estén diseñados los instrumentos. Y en algunos casos implicarán probables choques con el Banco Central, porque una de las pretensiones de Economía –donde tampoco hay demasiado consenso– es poner entre paréntesis las estrictas regulaciones financieras, basadas en las normas de Basilea, para que empiece a fluir el crédito, aunque sea poco.
Lo que se logró en las últimas semanas fue que comenzase el contrapunto dólar-tasas. Tanto por vía de las letras del BCRA (Lebac) como de los plazos fijos de los bancos, que pagan hasta 70 y 80 por ciento anual (la última licitación de Lebac cortó a 84 por ciento, 40 puntos abajo de donde supo estar), fue difundiéndose una alternativa a la fuga hacia el dólar. El economista Miguel Bein, que elogia la estrategia oficial de estar comprando para las reservas el excedente de dólares que genera el mercado cambiario a esta paridad, en lugar de no intervenir para que el dólar baje, se pregunta sin embargo qué pasará cuando las tasas desciendan por debajo del 50 por ciento: “¿El dólar seguirá inmóvil?”.
La distensión llega a tanto que saltarse el corralito sólo cuesta actualmente algo más del 2 por ciento. El propio Central destacó el viernes este “logro” en un comunicado, sin reparar en que ese acto de cambiar plata atrapada por efectivo es una violación de las normas. Más aún: muchos presumen que es el propio BCRA el que, sin proponérselo, provee los billetes para el negocio, retirados por los bancos contra sus cuentas en el instituto emisor.
Como fenómeno paralelo a la estabilización del dólar, hizo pie la demanda de pesos, que es la que en definitiva barrió los nubarrones de una hiperinflación, densos cuando a fines de abril cayó Jorge Remes. La oferta monetaria preocupa poco a esta altura, salvo por la emisión que puedan forzar los amparos. En otras palabras: si no hay más pesos que los que el público desee retener, la relativa serenidad, dentro de la depresión, no se verá bruscamente alterada.
Todo parece tan articulado que los economistas están tratando de calcular la entidad de otras amenazas. Unos temen que el lobby de las grandes empresas endeudadas en dólares imponga finalmente algún salvataje por parte del Estado, con la carga que esto supondría para el fisco. Otros subrayan como riesgo la extrema incertidumbre política, que podría complicar las expectativas y desestabilizar, como está ocurriendo en Brasil.
Yendo más a fondo, economistas como Jorge Carrera, del IEFE (Instituto de Estudios Fiscales y Económicos), se alarman en términos estratégicos. El se pregunta “cómo nos va a ir en un contexto global tan volátil y turbulento”, tal como el que presenta su análisis de la economía estadounidense. Y razona que “un modelo de inserción externa exportadora,como el que debiéramos tener, no será fácil si el mundo pasa a un período de recesión global y devaluaciones competitivas”.
Dicho de otra manera: vivir con un dólar muy alto puede ser útil, inicialmente, si la idea es que la exportación traccione el crecimiento, pero es un lastre si la recuperación tiene que provenir de la demanda interna.