ECONOMíA › CONVOCATORIA DE CRISTINA KIRCHNER AL ESTABLISHMENT PARA PARTICIPAR DE SU PROYECTO DE PAIS

Un discurso seductor para un auditorio expectante

El encuentro de ayer entre la candidata presidencial del FPV con los responsables de los principales grupos económicos del país, reunidos en IDEA, fue como la puesta en marcha de un vínculo que venía dañado en la gestión de su marido. Elogios y condicionamientos empresarios a un eventual acuerdo social.

 Por Cledis Candelaresi

Los más de seiscientos cincuenta comensales que acudieron al almuerzo de ayer fueron la pauta más contundente de la expectativa que genera entre los empresarios Cristina Kirchner, a quien consideran un número puesto en la Rosada a partir de diciembre. La senadora asistió al encuentro organizado por IDEA en su condición de candidata a presidente y habló como tal: haciendo gala de su familiaridad con las estadísticas económicas y con un discurso notoriamente amigable hacia el auditorio patronal, al que propuso involucrarse en un acuerdo social. “Generar o tener riqueza no tiene por qué ser un pecado en la República Argentina. El empresariado es un factor importante del motor social”, los sedujo. A pesar de la ineludible reivindicación a la política de su marido, la postulante del Frente para la Victoria quedó parada en un lugar diferente a Néstor Kirchner, quien no sólo elude sistemáticamente los eventos de este Instituto sino que confrontó de viva voz más de una vez con sus miembros, representantes de prominentes firmas locales y extranjeras.

La época de embestir con el discurso contra las grandes corporaciones parece haber quedado atrás, algo que trajo alivio entre los anfitriones de ayer, liderados por el director general de Microsoft y presidente de IDEA, Gustavo Ripoll. Quizás en aras de este oxígeno es que la gran mayoría de asistentes evitó criticar la extensa exposición de la legisladora, aunque no todos estaban totalmente satisfechos. “Es cierto que empezamos a recomponernos, pero todavía estamos lejos de cantar victoria”, advertía un alto ejecutivo del Citibank. “Le faltó reconocer la gravedad de los problemas a futuro: el energético y la inflación”, se soltó Javier Tizado, el hombre de Techint. Pero ni siquiera esas cautas opiniones comprometieron el clima de incipiente romance.

Nombres de empresarios ilustres no faltaron. Desde celebridades de otros momentos como Santiago Soldati, Francisco Macri o el ex Tecpetrol Marcelo Martínez Mosquera, a encumbrados de la coyuntura, como el banquero Jorge Brito o Julio Werthein (Telecom y La Caja) o Federico Braun, de la cadena de supermercados patagónica La Anónima. La nómina de comensales notorios también incluyó al segmento tradicional del sindicalismo, como Hugo Moyano o Juan José Zanola, entre otros varios; a funcionarios como el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, la titular del Hipotecario, Clarisa Estol, o el mandamás de la AFIP, Alberto Abad. Con las mismas ganas aplaudió el rabino Sergio Bergman.

Casi un escenario a pedir de boca para que Fernández de Kirchner formule su singular propuesta de “acuerdo social para todos los sectores”. Que no se limite a un enunciado pour la gallerie, propuso, sino que incluya “metas físicas” de producción, comprometiendo en ello “al Estado, empresarios y trabajadores”. El camino hacia esta meta estaría allanado por el modelo económico actual, “más integrado”, en el que los trabajadores habría subido su participación del 38 por ciento del PBI al 41.

Frente a industriales, banqueros y otras empresas de servicios (privatizadas, entre ellas), la candidata sí reconoció problemas con los ausentes: el agro. “A veces tenemos tensiones con el campo”, sostuvo, aunque concediendo que “hoy está mucho más competitivo”. Sin embargo, ese logro no sería mérito exclusivo de los agricultores y ganaderos sino de los subsidios estatales como al gasoil y de un tipo de cambio competitivo “que se mantiene con el esfuerzo de todos, a través del Banco Central”, según destacó. Aun en este pasaje, el tono de la señora fue firme pero no confrontador.

Como miembro de la pareja presidencial y del mismo espacio partidario que el primer mandatario, la invitada hizo un elogioso repaso de la gestión kirchnerista, que a cualquier asistente al evento en el Sheraton le hubiera costado trabajo refutar. Así, recordó que la desocupación bajó en junio al 7,8 por ciento, que Argentina goza de un “superávit inédito” o que el sistema financiero se recuperó tras la crisis, entre otras reivindicaciones económicas. O que el Gobierno propició una renovación única de la Corte Suprema de Justicia, a pesar de que, a su entender, “la gente de a pie” percibe que los tribunales suelen privilegiar a los ricos y poderosos.

Más tranquilo quedó el auditorio ante la definición política de la candidata acerca de que los superávit fiscal y comercial son “banderas irrenunciables” de una eventual futura gestión. Hizo la salvedad de que la balanza comercial quedó comprometida el mes pasado, por una cuestión coyuntural como la necesidad de importar más combustible, para subsanar el déficit local, y fertilizantes, cuya producción se paralizó debido a los cortes en el suministro eléctrico.

Según el sector al que pertenezcan los empresarios, algunos también se animaron con la sentencia de que la competitividad “no puede lograrse sólo con el tipo de cambio”, sino que también es necesario lograr una mayor productividad invirtiendo en el desarrollo tecnológico. Desde la visión cristinista, el tipo de cambio alto no puede ser un reaseguro indefinido para la rentabilidad, sino que es un paraguas temporal. En alguna medida, una postura de estadista, que no implica ninguna decisión administrativa inmediata a adoptar por el futuro gobierno.

Fue la primera invitada de una serie de cuatro. Antes de los comicios del 28 de octubre, sus contrincantes con más chances asistirán a los otros tres almuerzos programados, Roberto Lavagna y Elisa Carrió, entre ellos.

“Si me eligen a mí tendré la ventaja de compartir este modelo que permitió que nuestro país vuelva a ser admirado. La desventaja es que, a diferencia de otros, no voy a poder echarle la culpa al gobierno anterior.” Los hombres de empresa la despidieron con un cerrado aplauso, más seducidos por aquellos puentes verbales que por la cuidada estética de la esposa del Presidente.


“El IPC no es el Corán”

Cristina Fernández de Kirchner resultó menos convincente cuando defendió el índice de precios oficial que, en rigor, no fue atacado. Pero cuando los empresarios quisieron saber cuál era su pronóstico sobre el futuro de la inflación, entre otras variables, la visitante reivindicó la sospechada medición oficial defendiendo los últimos cambios metodológicos. “Se hicieron muchos en los últimos años. La medición no es ni el Talmud, ni el Corán ni la Biblia”, argumentó la senadora. Una de las razones que ameritarían retocar los procedimientos utilizados para medir el costo de vida es que cambió el patrón de consumo de los argentinos. “En la canasta se computaba la variación de los viajes a Miami y a Cancún para medir Turismo”, ejemplificó.

El otro argumento defensivo apuntó a la ya explicitada sospecha oficial de que dentro del Indec hay funcionarios que podrían alterar los registros para beneficio de algunos bonistas, que más ganan cuanto mayor es el IPC. “Son como las brujas: no se ven, pero que las hay, las hay”, alertó, al recordar que el 41 por ciento de los títulos públicos se ajustan por CER y que cada punto de inflación representa 412 millones de dólares adicionales para los tenedores.

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Cristina Fernández de Kirchner, en tono amigable. “Generar o tener riqueza no tiene por qué ser un pecado.”
 
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