Jueves, 3 de enero de 2008 | Hoy
No renunció a Transporte Aerocomercial, pero su cargo ya no existe como tal. Le apunta a Jaime.
Por Cledis Candelaresi
“Si (Ricardo) Jaime, que tiene dieciocho causas judiciales pendientes, se queda en el Gobierno yo, que no tengo ninguna, ¿por qué tengo que irme? A menos que el Gobierno sólo quiera conservar a funcionarios corruptos.” La declaración fue formulada a Página/12 por Ricardo Cirielli, formalmente subsecretario de Transporte Aerocomercial hasta el 10 de diciembre, cuyas atribuciones –entre las que se incluye el otorgamiento de nuevas rutas o la firma de convenios con otros países por las frecuencias aéreas– fueron ayer absorbidas por su ex jefe, el secretario de Transporte.
Esa absorción, se supone, es provisoria y se extenderá hasta que se formalice la creación de la Administración Nacional de Aviación Civil, ente de control del tráfico aéreo que subsumirá potestades que hoy tiene la Fuerza Aérea, el Orsna y la subsecretaría que Cirielli ocupó durante la gestión de Néstor Kirchner. “Fui el primer sindicalista que apostó por el kirchnerismo, aun cuando en las encuestas esa opción electoral figuraba como Otros”, resaltaba ayer el sindicalista de Apta, gremio que nuclea a los técnicos aeronáuticos.
La enemistad entre Cirielli y Jaime quedó especialmente expuesta semanas atrás, cuando el otrora funcionario presentó una denuncia ante la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas para que se investigue a Hidalgo Lagos, un estrecho colaborador del Jaime. Miguel Garrido tendrá que constatar si, efectivamente, ese hombre del entorno de la secretaría prometía favores a las aerolíneas a cambio de varias decenas de miles de dólares.
Pero la antipatía hacia su jefe inmediato es de más data y era también extensiva al titular de Planificación, Julio De Vido. Finalmente, según añaden con tirria voces próximas al secretario de Transporte, “tampoco se llevaba muy bien con Alberto Fernández”. Esto último, más difícil de constatar. Como fuere, esos roces le valieron la expulsión de hecho del gobierno de Cristina Kirchner. A pesar de que se negó a presentar su renuncia, ayer su cargo quedó vacío de contenido. “Si quieren que me vaya, que me lo digan: a mí nadie me dijo nada”, desafía Cirielli al dialogar con este diario en el medio de unas vacaciones que habría comenzado esta semana, ya que la anterior continuó asistiendo a sus oficinas de Planificación.
El paso por la función pública del sindicalista de Apta tuvo más de un sinsabor. Uno de los mayores fue cuando la Justicia le impidió ocuparse de resolver cuestiones que involucraran a Aerolíneas Argentinas, debido a la pública enemistad con la empresa privatizada, manifestada mientras ejerció su rol de activista sindical muy combativo. Ese dictamen judicial se fundó en un pedido expreso del español Antonio Mata, accionista del grupo Marsans, que finalmente fue eyectado de la conducción de la empresa. Quitarle atribuciones sobre la línea aérea que concentra más del 80 por ciento del mercado de cabotaje y gran parte del internacional saliente implicó un cercenamiento contundente de su poder.
Aunque no lo reconozca expresamente, las esperanzas de Cirielli se centraron en sumarse a la Anac, organismo estatal que transferirá a manos civiles la función de controlar el tráfico aéreo, hasta ahora potestad privativa del Comando de Regiones Aéreas. Esa transferencia de responsabilidades implica también la cesión de la caja que se nutre hoy con varias tasas tributadas por compañías aéreas, otro objeto de varias pujas intestinas. Quién conducirá esa administración en parte define el futuro de una propuesta por la que bregó históricamente Apta, el gremio de Cirielli, para que se sustraiga el poder de la órbita militar. “Ahora miramos con preocupación: no es cuestión de que allí vaya cualquiera”, se quejaba ayer uno de sus máximos dirigentes del sindicato, Juan Papalardo.
Hasta anoche, el nombre que ganaba más puntos para el máximo puesto de esa administración era el ex gobernador mendocino y titular de la estatal Arsat (la empresa responsable de la actividad satelital del país), Rodolfo Gabrielli. No hay dudas sobre el origen peronista del ex ministro del Interior en plena crisis, en 2002, y ex funcionario del Orsna, el órgano de control de los aeropuertos privatizados. Pero esta afiliación, justamente, contrasta con otro nombre que sonó para ese puesto: el del ex intendente patagónico Horacio Quiroga, un radical K.
Aunque la decisión de crear esa entidad civil es heredada de la gestión de su marido, Néstor Kirchner, poner en marcha la controvertida Anac será un desafío para la Presidenta. Tanto como defender a Jaime –secretario también heredado– de los frecuentes embates sobre su honra.
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