Martes, 14 de octubre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › PáGINAI12, TESTIGO DE UNA EXTRAñA DETENCIóN
Por Sebastián Premici
Desde Washington
En Estados Unidos la ley no funciona. Todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario. “Bush is like the Big Brother (que todo lo mira)”, le dice a PáginaI12 Steven Jacob, un militante norteamericano que pasa sus días frente a la Casa Blanca portando carteles que critican la política exterior del presidente George Bush. En un día común, la avenida Nueva York, que pasa justo por la puerta de la casa de Mr. Bush, se llena de turistas de todo el mundo. En un día corriente (y cada vez con más frecuencia, como acota Steven), alguien es detenido frente a la Casa Blanca, a la vista de todos los transeúntes que observan con perplejidad o curiosidad lo bien que funciona el sistema de seguridad de los Estados Unidos.
Es sábado, cerca de las 17, hora de Washington DC –una hora menos que en la Argentina–. Bush está en su casa, a punto de partir hacia el edificio del FMI con motivo de la reunión del G-20. Pero nadie se percata de ello. A esa misma hora, los ministros de Economía de la Argentina, México, Chile, Perú y Colombia estaban reunidos con Henry Paulson, el mandamás del Tesoro, entidad lindante con la Casa Blanca (Bush conserva sus reservas bien cerca de su dormitorio). Pero los transeúntes ni se enteran. Están ocupados con otro espectáculo. Cuatro policías rodean a un muchacho, que tiene un buzo color violeta en la cabeza, cual turbante. Lo interrogan, lo palpan, lo arrodillan (y humillan) frente a los turistas. “Es parte del espectáculo cotidiano del presidente”, señala Jacob.
El chico que está rodeado por las fuerzas de seguridad podría ser musulmán, latino o norteamericano. Daba lo mismo. La policía lo tenía ahí, a la vista de todos.
–¿Cómo llegaste? ¿Por tren, bus, avión? –le preguntaban los cuatro “cops” (canas), alternadamente.
El respondía amablemente: “Por bus”. Los cuatro hombres de seguridad se miran entre sí, dudan de las respuestas, quieren dudar. Hablan todo el tiempo por teléfono. Por fuera de la circunferencia que rodea al muchacho hay un bolso, que llama la atención de los transeúntes voyeur. “¿Qué habrá ahí? ¿De dónde será, de México? Pero si no tiene cara de mexicano...; ¿Qué habrá hecho?”, se preguntaban en todos los idiomas posibles los espectadores de turno. En América, la del Norte, todos son sospechosos.
–Es como en la época de Hitler. ¿De dónde sos? –le preguntó a este cronista otro militante político que suele frecuentar la Casa Blanca.
–De Argentina –respondió el cronista.
–Entonces sabes de qué te hablo –indicó.
Al final de la breve conversación, Jacob se acerca. “Es el Gran Hermano que todo lo mira”, vuelve a decir, apuntando su dedo índice al techo de la Casa Blanca. Hay varios militares que observan la situación con sus binoculares.
Los cuatro policías siguen su juego. Después de formularle varias preguntas, arrojar todo lo que encontraban en sus bolsillos al suelo y hurgar dentro del bolso en busca de algo amenazante, el muchacho es puesto de rodillas y vuelto a parar, con las manos detrás de la nuca. Los policías parecen sospechar cada vez más de algo. Mientras tanto, los turistas parecen contentos de ver una operación de seguridad in situ. Hasta que el quinto policía que se acaba de sumar al procedimiento grita: “¡Every body move. Move! (Todos muévanse)”. Y todos se mueven, incluso el cronista.
Hay idas y vueltas del lado del jardín de la Casa Blanca. Cuando los turistas son obligados a retroceder hacia el medio de un parque ubicado frente a la mansión, la tensión empieza a crecer. “Esto es cada vez más común, a veces ocurre entre dos o tres veces por día, donde agarran a alguien y lo interrogan. Y se lo van a llevar, te lo puedo asegurar”, agregó Steve.
–¿Y por qué? –pregunta PáginaI12.
–Porque sí, acá todos son sospechosos, sobre todo luego de los atentados del 11 de septiembre –responde Jacob.
“¡Move, the street is closed (Esta calle está cerrada)!”, volvieron a gritar los canas yanquis. Y como dijo Steve, se lo llevaron. ¿Por qué? No quedó claro. En un día normal, todos pueden ser sospechosos.
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