Miércoles, 11 de marzo de 2009 | Hoy
ECONOMíA › GRAN BRETAñA, FMI Y BANCO MUNDIAL
Por Cledis Candelaresi
A menos de un mes de la cumbre del G-20 y en su calidad de anfitrión, Gran Bretaña destacó ayer la necesidad de introducir modificaciones en los organismos multilaterales de crédito, de modo tal que éstos puedan estar al servicio de los países más pobres frente al contexto de crisis. Sobre este punto en particular, los británicos parecen tener una postura más afín a la que sustentarán en aquel cónclave países como la Argentina o Brasil: es necesario capitalizar las entidades con recursos de las naciones centrales y, al mismo tiempo, flexibilizar las condiciones para los tomadores de préstamos, básicamente los emergentes.
La embajadora británica en Buenos Aires, Shan Morgan, delineó parte de esta posición ayer ante la prensa, al sentenciar: “Tal como están diseñados hoy, no sirven. Necesitamos reformar el FMI y el Banco Mundial para que tengan más recursos”, sentenció la diplomática, para quien ya hubo al menos un cambio positivo en ese sentido, como la relajación de condiciones para acceder a préstamos. Esto, sin embargo, no es suficiente.
El punto de partida de los británicos es reconocer que los países emergentes no tienen responsabilidad en esta crisis, que los priva del financiamiento de que disponían antes de la debacle desatada por la morosidad masiva de las hipotecas subprime. La reformulación de los multilaterales, un punto central en la agenda londinense del G-20, debe suponer no sólo inyectarles más fondos sino modificar las estructuras de conducción de las entidades, para darles mayor peso relativo a los países que hasta ahora no tuvieron voz en la definición de sus estrategias. Según la sede diplomática, otra línea de trabajo para lograr aquel cometido será relajar las condicionalidades para prestar ese dinero, evitando la intromisión directa de esas entidades en las políticas internas de cada país. Casi un calco del pensamiento de los gobiernos de la región.
Ayer mismo, el ministro de Finanzas británico, Alistair Darling, declaró que “los países más ricos tienen el imperativo moral de hacer más frente a un derrape económico que, según sus previsiones, condenará a la pobreza a más de 90 millones de personas en el mundo. El primer ministro británico, Gordon Brown, aseguró ante la BBC que ese país trabajará directamente con el Banco Mundial por un “fondo específicamente diseñado para los más pobres (...) que permita a las niñas volver a la escuela”.
Otro ítem central de la agenda es cómo administrar el comercio internacional. En este caso, la posición global es contraria al proteccionismo. “Una buena parte de la cumbre del G-20 tiene que ver con la coordinación de políticas para que el salvataje de un país no sea el hundimiento del otro”, sostuvo la embajadora Morgan. Un enunciado que no siempre tiene su correlato en las acciones concretas, tal como está demostrado en las discusiones en el seno de la Organización Mundial de Comercio, donde la resistencia europea y la de otras naciones centrales a relajar sus fronteras dificultan los acuerdos globales.
De cualquier modo, la principal preocupación comercial de los británicos hoy está orientada a lo que ocurra con el resto del continente o con América del Norte. Sólo subsidiariamente tallan los emergentes, aunque para la Argentina la UE es hoy el principal destino de sus exportaciones.
Finalmente, el gobierno de Brown sostiene otra bandera que lo acerca a la posición argentina. Como el resto, se aviene a discutir la posibilidad de limitar el accionar de los paraísos fiscales, bandera levantada por el gobierno local en cuanto tiene ocasión de referirse a la inminente cumbre. Quizá sea éste uno de los ítem de más fácil consenso pero de mayor dificultad para algún pronunciamiento resolutivo.
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