Miércoles, 29 de abril de 2009 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Alejandro Vanoli *
Resultan muy elocuentes las declaraciones de Cristiano Rattazzi “el vivir con lo nuestro, lo único que trajo es más pobreza. Argentina es el único país del mundo que no aprendió una de las lecciones que dejó la crisis del ’29 como es la no implementación de las políticas proteccionistas”. ¿Qué propone Rattazzi? ¿Vivir de lo ajeno? ¿Volver al modelo de endeudamiento y apertura de la economía? ¿Reeditar la nefasta experiencia neoliberal ocurrida en Argentina desde 1976 hasta 2001? En esa época se impuso la apertura comercial indiscriminada y la “plata dulce” a costa de la destrucción de la industria, el aumento de la desocupación y la pobreza. El fenómeno de la pobreza tiene que ver con dicha apertura importadora y financiera no con la estrategia de vivir de lo nuestro.
Los principales líderes de los países desarrollados retornan en los hechos al proteccionismo, como el caso de la ministra de Finanzas francesa Lagarde que se refirió al proteccionismo como un “mal necesario”, o el caso de Obama que promueve el buy american. Mas allá de las declamaciones aperturistas, esta lógica de mayor apertura e incremento de importaciones puede entenderse desde la lógica de sectores transnacionales que han hecho importantes ganancias con un dólar barato e importaciones y que poco han invertido en el país. Pero no desde la lógica de los empresarios nacionales, grandes, medianos y pequeños, que han sufrido treinta años de neoliberalismo y que han recuperado la rentabilidad a partir de 2003.
La experiencia reciente pone en franca evidencia que la extranjerización de la economía no conduce al país por la senda del desarrollo económico. Para alcanzar este camino es necesaria una profundización de políticas productivas para promover la inversión, facilitar la integración de cadenas de valor nacionales, fortalecer la producción de los proveedores locales, junto con la promoción de exportaciones con mayor valor agregado.
Para los argentinos hoy nos resulta muy familiar la crisis económica, política y social que está atravesando actualmente Europa del Este. Es el estallido de la burbuja neoliberal en economías emergentes como nuestro 2001. El frenesí de consumo asociado a deuda externa, combinado con la feroz apertura comercial y financiera se agotó y comienzan a ser visibles los trágicos estragos sobre la estructura económica de estos países. Cabe recordar que no fue simple ignorancia: estas políticas fueron diseñadas, promovidas e incluso reclamadas como condicionalidades para acceder a fondos por los organismos internacionales de crédito. Claramente, los principales beneficiarios de este modelo fueron los sectores financieros transnacionales.
Por eso, cuando se observa que la crisis está impactando con menor fuerza en la Argentina, debe tenerse en cuenta que dicha situación es producto de lo que estos “gurúes” hasta el día de hoy denuestan: la mayor participación del Estado administrando un tipo de cambio alto para promover exportaciones, controles a la entrada y salida de capital especulativo, desendeudamiento con los organismos internacionales, acumulación de reservas, superávit fiscal y comercial.
En la actual coyuntura es fundamental proteger las divisas y no rifarlas, puesto que lo que prima es el cierre de mercados, menores precios internacionales y la reducción sostenida del comercio mundial. Ese panorama exige una profundización en el modelo económico a seguir. Bajo este contexto se debe retornar al desarrollo y crecimiento del mercado interno –ampliándolo con la región latinoamericana– para promover el empleo y la producción nacional.
La lógica micro de ciertos sectores que quieren amplificar por distintas vías, comercio administrado, remisión de utilidades y otros mecanismos debe contraponerse con los intereses objetivos del empresariado nacional, en especial pymes, donde ese pensamiento miope arrasó con miles de fábricas, familias y empleos.
Ojalá los empresarios nacionales recuerden por esta vez que sus intereses –sus ganancias– se alinean con la visión de los economistas nacionales, populares y progresistas que defienden el mercado interno y sus ganancias. Y también la enseñanza de Paul Krugman, que allá en 1988 explicó: “En síntesis, la política económica internacional termina teniendo muy poca relación con la ciencia económica. Más bien se convierte en un ejercicio de psicología de amateurs que tratan de convencer a los países de que hagan cosas que, según aquéllos confían, el mercado percibirá como favorables. No hay que extrañarse de que, tan pronto se desatare la crisis, los manuales de economía sean arrojados por la ventana”. La crisis desnudó las falacias del denominado pensamiento convencional, mas allá de los intereses que quieren disimular la muerte de dicho paradigma.
El sector productivo nacional no está para soportar un revival nostálgico del “vivir de lo ajeno”. Vivir de lo ajeno que termina transformando todo lo propio en ajeno e impide vivir, como se vio en los ’90. Si algo de mérito tienen esas declaraciones son para recordarnos la necesidad de consolidar una política productiva que vaya desustituyendo importaciones para evitar precisamente las consecuencias de una crisis parecida a la del ’30 y para que quede más claro quién está en el campo popular para consolidar los logros conseguidos desde 2003 y para bregar por una superación de esta experiencia y quiénes promueven revertirla.
* Vicepresidente de la Comisión Nacional de Valores y economista del Plan Fénix.
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