Domingo, 15 de enero de 2012 | Hoy
Por Raúl Dellatorre
La estafa practicada por el financista Bernard Madoff en Estados Unidos se convirtió en emblemática por su magnitud pero no por su mecanismo, similar al que se usa en muchas cuevas financieras del mundo, incluso en Argentina. Madoff creó su propio fondo de inversión en los ’60 y empezó a ganar notoriedad al convertirse en asesor de inversiones de grandes figuras, famosas y adineradas. Pagaba rendimientos muy superiores a los de cualquier banco a quienes le confiaban sus ahorros, pero sin dar explicaciones sobre cuáles eran sus inversiones.
Recién con la crisis de 2008 se descubrió el juego: la denominada estafa piramidal. Consiste en que, en cada etapa, los inversores sean más que en la anterior. Los nuevos ahorros captados cubrirán la renta prometida a los que ingresaron en las etapas anteriores y así se obtiene prestigio para seguir creciendo. Sólo una parte de los ahorros son volcados a inversiones genuinas, el resto es acumulado en negocios personales del mentor de la estafa. ¿Cuándo se termina el juego? Cuando por alguna causa externa, el ingreso de nuevos jugadores se detiene y los que están adentro piden salir y recuperar sus ahorros. La mala noticia es que ya no están ahí.
Madoff terminó preso, por las leyes antifraude de Estados Unidos. En Argentina hubo casos similares, con ahorristas que tuvieron igual destino que sus pares del Norte y estafadores con mejor suerte que Madoff. Acá no existía una ley que los condenara.
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