Viernes, 28 de septiembre de 2012 | Hoy
- Transporte. El jefe de una empresa importante que vive en las afueras de la ciudad es pasado a buscar por el chofer personal por su casa, pero en lugar de llevarlo directamente a la oficina, lo deja en la estación de subte más cercana y el ejecutivo viaja en transporte público hasta su lugar de trabajo, lo que le permite ahorrar mucho tiempo en relación con el viaje en auto. La anécdota la cuenta un empresario argentino que hace muchos años vive en Beijing y refleja la calidad del servicio de subtes, cuya red se duplicó para las Olimpíadas de 2008. El precio del boleto para un viaje estándar, gracias al subsidio del Estado, es de dos yuanes, alrededor de 1,80 peso argentino.
- Moneda. A diferencia de la Argentina, en China el dólar no es una obsesión. Todos los precios en el sector de turismo y en las tiendas comerciales más exquisitas están en yuanes. Incluso en algunos casos ni siquiera se aceptan dólares. Se puede cambiar dinero en todos los hoteles con una mínima diferencia en relación con el precio oficial y no existe el mercado paralelo. El yuan renminbi, que significa “moneda del pueblo”, tiene la particularidad de tener impresa la misma imagen en los billetes de todas las denominaciones: la cara de Mao, el líder de la revolución.
- Mercado. Un punto ineludible en Beijing para los turistas provenientes de todo el mundo es el famoso Mercado de la Seda, ubicado en la avenida Jianguomenwai. Se trata de un gigantesco complejo de siete pisos con miles de pequeños locales donde se vende de todo. Ropa para todas las edades y ocasión, juguetes, artículos para el hogar, telas, artículos de electrónica, joyería, hierbas para el té, trucos de magia, souvenires de Mao, cuadros pintados a mano, instrumentos musicales, valijas y películas, entre otros. La calidad es igualmente heterogénea, ya que se encuentran productos similares a los que se venden en comercios del Once o La Salada, marcas truchadas y desarrollos propios. Las jóvenes vendedoras de cada local insisten a grito pelado a cada persona que muestre un mínimo interés en los productos, momento en el que el deporte del regateo comienza y los precios finales dependen de la tenacidad de las partes. La calculadora que cada uno lleva bajo el brazo facilita la comunicación en el curso de la negociación.
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