Lunes, 22 de septiembre de 2008 | Hoy
EL MUNDO › LLEVA ANTE LA 63ª ASAMBLEA DE LA ONU EL TRIUNFO DEL MULTILATERALISMO
La crisis boliviana afecta la seguridad nacional y energética de Brasil. Así Lula fue un actor principal de la reunión del Unasur que concluyó con un respaldo a Evo Morales.
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
La semana pasada, mientras sus asesores ultimaban el discurso que pronunciará mañana en la apertura de la 63ª Asamblea de la ONU el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se despachaba públicamente, y por partida doble, contra George W. Bush. Responsabilizó a su “amigo” por la crisis que se tragó algunas de las principales instituciones financieras norteamericanas sin estremecer, de momento, a la economía brasileña, y denostó a Philip Goldberg, el ex embajador de Bush en Bolivia expulsado por el gobierno de La Paz debido a su presunta vinculación con la insurgencia separatista.
No se descarta que durante su estancia en Nueva York, hasta el jueves, el líder brasileño se permita otros estiletazos contra el gobierno republicano aunque, claro está, nadie espera que compare a Bush con Lucifer, ni blanda un texto de Noam Chomsky contra el imperio, como lo hiciera el mercurial Hugo Chávez en la Asamblea General de hace dos años.
En sus encuentros con la prensa y líderes globales, como los primeros ministros Gordon Brown, británico, y el chino Wen Jibao, posiblemente Lula citará como un triunfo del multilateralismo y, en última instancia, de su estrategia regional, el respaldo dado a Bolivia por los 12 países de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), entre ellos, y aunque de mala gana, los de Perú y Colombia.
Es un hecho constatable que la reunión de emergencia de Unasur de hace una semana en Santiago de Chile representó una victoria sin precedentes sobre el Departamento de Estado, la segunda en un semestre. En marzo, cuando aún no había sido constituida la Unasur, Brasilia coordinó junto a varios países, entre ellos Argentina y Chile, una coalición que neutralizó al eje Washington-Bogotá durante una cumbre de la Organización de Estados Americanos. Y fruto de ese acuerdo amplio que tuvo al canciller brasileño Celso Amorim como uno de sus operadores principales, la OEA aprobó una censura al ataque colombiano (avalado políticamente y tal vez logísticamente por EE.UU.) contra un campamento de las FARC en Ecuador, y el respaldo al principio de la integridad territorial, por sobre el derecho colombiano de violar fronteras para cazar guerrilleros.
Al cumplirse el sexto año de Lula en el Palacio del Planalto y el octavo de Bush en la Casa Blanca, hay elementos suficientes para afirmar que la capacidad brasileña de forjar consensos es inversa a la torpeza con que Washington opera en la región. Por momentos, Lula actúa como una suerte de judoca de la diplomacia, usando en provecho propio la energía del adversario. Ejemplo de ello es la propuesta de creación de un Consejo de Defensa Sudamericano, lanzado por Brasil a fines de 2007. En aquel entonces la iniciativa fue acogida con tibieza, y hasta desconfianza, por algunos países de la región que luego cambiaron de opinión, tras la reactivación de la IV Flota norteamericana, que acabó dando sustento al argumento brasileño en favor una coordinación de defensa.
Con todo, es dable suponer que Lula no dirá a sus interlocutores durante la Asamblea de la ONU que, en rigor de verdad, el encuentro de Unasur en Chile fue una victoria parcial, pues su plan inicial era actuar individualmente –o junto a Colombia y Argentina– en la mediación entre el Palacio Quemado y los separatistas de la Media Luna, algo que fue rechazado por Evo Morales. Esto porque la crisis boliviana, a diferencia de la irrupción colombiana en Ecuador, afecta directamente la seguridad nacional y energética brasileña, cuyo principal polo industrial, en San Pablo, depende de los 31 millones de metros cúbicos de gas boliviano.
Por lo demás, en su relación con Bolivia el Palacio del Planalto suele prestar atención a los consejos de la Federación de Industrias de San Pablo, tanto como la opinión de las Fuerzas Armadas, que el fin de semana desplazaron efectivos hacia dos puentes que unen el estado amazónico de Acre con Pando. A los uniformados brasileños tampoco les cae en gracia la presencia de asesores militares venezolanos en Bolivia, reveló tiempo atrás un coronel retirado a este diario.
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