Sábado, 3 de enero de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EL DíA DESPUéS DEL 50 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIóN CUBANA
Santiago no es una ciudad acostrumbrada al turismo, pero ayer sus habitantes recibieron a miles de los llegados para los festejos, que emprendieron viajes al interior de la isla, donde todavía resuenan las palabras de Raúl.
Por Felipe Yapur
Desde Santiago de Cuba
El segundo día de los primeros 50 años de la Revolución comenzó tranquilo, una jornada más. Los diarios reprodujeron en su totalidad el discurso de Raúl Castro realizado en el pequeño Parque Céspedes, rodeado de unos 3000 invitados y periodistas de todo el mundo. El comentario de los santiagueros era prácticamente similar: el proceso iniciado en 1959 continúa, se profundiza y, sobre todo, destacan el respeto que Raúl tuvo hacia la figura de Fidel, al no utilizar el balcón desde donde habló hace cinco décadas al país.
Lo más importante para los habitantes de Santiago no era escuchar de la boca de Raúl el recuerdo y la reivindicación de lo realizado hace cinco décadas. Por un lado, sostienen varios de los consultados, requerían la reafirmación del proceso, en esta fecha tan significativa, de uno de sus principales líderes. Y Raúl no los defraudó: “Hoy la Revolución es más fuerte que nunca y jamás ha cedido un milímetro en sus principios, ni en los momentos más difíciles. No cambia en lo más mínimo esa verdad que algunos pocos se cansen y hasta renieguen de su historia, olvidándose de que la vida es un eterno batallar”.
Por otro lado, también quieren una tarea más fuerte y definida sobre qué hacer con aquellos cubanos que gozan de todos los beneficios de este Estado que les garantiza salud, educación y servicios públicos subsidiados, pero que no trabajan y que no devuelven a la sociedad que los mantiene nada de lo que reciben. Es que buena parte de estos “parásitos” –como los definen en la calle y hasta los mismos diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular– viven de las remesas que llegan prioritariamente de Miami o se la rebuscan para ocupar intersticios desocupados en la industria turística y así hacerse de los pesos convertibles que derraman los cientos de miles de turistas que pululan por las calles cubanas.
Esta no es una preocupación menor, ya que el propio Raúl, en ocasión de cerrar la sesión de la Asamblea, remarcó la necesidad de realizar correcciones a estas desviaciones que son producto de los años aciagos del “período especial”, que sobrevino a la caída del mundo socialista cuando la Unión Soviética se disolvió.
Este es un tema sensible en la calle, incluso en el día después de los festejos, cuando los santiagueros comentan sobre lo que vendrá para corregir este problema. Aseguran que más temprano que tarde se realizará un censo para saber quién es quién en el mundo laboral. Las pistas están a la vista. En muchas oficinas públicas es posible ver carteles donde unas hormigas están trasladando hojas y una frase: “No-sotros estamos trabajando, ¿y tú?”. Para abundar en ejemplos está también ese otro pequeño afiche que tiene una simple frase: “La holgazanería es un delito”.
El festejo ha concluido. No es una exageración decir que no quedan huellas del acto realizado la noche anterior. Rápidamente se acomodó todo, velozmente se levantó la tarima y sólo queda la gigantesca bandera cubana flameando en el mástil de la sede de gobierno local. La vida discurre nuevamente con la parsimonia de una ciudad del interior de cualquier país. Todavía quedan algunos de los miles de argentinos que llegaron hasta la Ciudad Heroica, como la bautizaron los “barbudos de Fidel”, recorriendo las callecitas angostas y pendiente pronunciada, muchos de ellos con camisetas de la selección de fútbol argentino, otros con banderas y con el rostro que denota el desvelo del festejo que realizaron por su cuenta cuando descubrieron que el acceso al Parque Céspedes era para invitados y periodistas. Ahora todos buscan la forma de trasladarse a otras localidades o hacia La Habana. Está complicado porque Santiago de Cuba no es una ciudad acostumbrada, como la capital de la isla, a la llegada de tantos turistas y visitantes.
Si la sencillez fue el denominador común del acto central, también lo es la forma en que los habitantes de Santiago demuestran su adhesión al aniversario de la Revolución. En muchas de las ventanas de las casas todavía pueden verse los cartones y hojas de papel que colgaron para dar cuenta de su respaldo al aniversario revolucionario. Sencillos “Viva Fidel y Viva Raúl” se podían leer por doquier. Hay otros que reivindican el socialismo, la resistencia permanente al bloqueo norteamericano y muchos de ellos están acompañados de pequeños dibujos. El más recurrente es el de la paloma de la paz y otros con fotos de los líderes revolucionarios extraídas de diarios, además de guirnaldas realizadas a mano. Siempre es así, artesanal y de una extrema sencillez, que resalta la idea de que la Revolución se respalda y construye sin necesidad de realizar grandes demostraciones.
En la mañana temprano, los canillitas locales entregan el esperado ejemplar del diario Granma que cuesta 50 centavos de pesos moneda nacional (son necesarios 24 de estos pesos para obtener un peso convertible cubano). Muchos, como Mariucha, una comunista y fidelista acérrima como se define, releen el discurso de Raúl y saben que los próximos 50 años continuarán siendo de lucha permanente. Ella lo sabe y no lo critica, es más, lee un párrafo de los dichos de Raúl en voz alta para que los que están cerca suyo lo sepan bien: “Cuando conmemoramos este medio siglo de victorias, se impone la reflexión sobre el futuro, sobre los próximos cincuenta años que serán también de permanente lucha. Observando las actuales turbulencias del mundo contemporáneo, no podemos pensar que serán más fáciles, lo digo no para asustar a nadie, es la pura realidad”.
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