Miércoles, 13 de mayo de 2009 | Hoy
EL MUNDO › MIENTRAS AVANZA EL OPERATIVO MILITAR EN EL VALLE DEL SWAT
Por Andrew Buncombe y Omar Waraich *
Desde Swabi
La anciana cayó sobre sus rodillas en la tierra, sus brazos intentaban proteger su cabeza mientras los proyectiles caían alrededor suyo. “Había tanto ruido y caos”, contó Shirina, quien dijo tener 80 años. “Subimos las colinas a pie, después alquilamos un auto”, continuó su relato. Ella y su familia fueron algunos de los pocos que sobrevivieron al bombardeo. “Muchas personas murieron. Demasiadas.”
Dos días antes, su familia llegó desde el distrito paquistaní de Buner al improvisado campo de refugiados, huyendo de los cada vez más violentos combates entre los militares y los militantes talibán. Miles de personas como ellos pasaron por lo mismo y llegaron para contar la misma historia de terror, angustia y pérdidas. También denuncian un creciente número de víctimas civiles, un aspecto de la guerra paquistaní que el gobierno quiere conservar en secreto.
Al mismo tiempo que el ejército anunciaba ayer que avanzaba en su operativo terrestre en el valle del Swat, lindante con Buner, la ONG norteamericana Human Rights Watch lideraba un coro de voces que alertaban acerca del creciente costo de vidas civiles en el conflicto paquistaní. El ejército aseguró que está haciendo todo lo que está a su alcance para evitar la muerte de personas ajenas a la guerra con los talibán. A través de un comunicado, informó que están peleando en las afueras de las zonas más pobladas. Sin embargo, como los periodistas y los observadores internacionales tienen vedado el ingreso a la zona del conflicto, es imposible verificarlo.
“La realidad es que nadie sabe”, reconoció Ali Dayan Hasan, una trabajadora de Human Rights Watch. “Los antecedentes del ejército paquistaní en operaciones antiterroristas no nos inspiran confianza en su capacidad de salvaguardar las vidas de los civiles. Le pedimos a los militares y a sus patrones –principalmente a Estados Unidos– que insten a cuidar ante todo a los civiles”, agregó.
Las familias que llegan al campo de refugiados instalado en la ciudad de Swabi, a sólo 90 minutos de Islamabad, la capital paquistaní, están transpiradas, sucias y cansadas. Vienen caminando hace días y la mayoría tuvo que dejar todas sus pertenencias en sus hogares.
Zafar Ali llegó anteayer desde un pueblo cerca de Mingora con sus cinco hijos y unas pocas pertenencias. Era dueño de una tienda pero, según contó, perdió todo por lo que trabajó durante los últimos veinticinco años. Su pueblo fue bombardeado –relató– y su familia quedó atrapada entre los escombros durante días. Finalmente, lograron salir del pueblo y encontrar refugio en Swabi. “Mucha gente murió. A una persona que conozco le cayó un proyectil encima. Sólo en nuestro pequeño pueblo quedaron 60 o 70 casas destruidas”, relató.
Otra familia de refugiados, oriundos del pueblo de Haji Baba, también cerca de Mingora, aseguraron haber visto muchos cadáveres. “Vimos al menos 300 personas muertas. A algunas les habían disparado, pero la mayoría murió por los bombardeos”, contó Atalullah, un verdulero que caminó once horas hasta conseguir que un auto lo levantara y lo llevara hasta Swabi. “Dos o tres miembros de mi familia política murieron. Los talibán nos están disparando y el ejército nos bombardea desde arriba de las colinas”, denunció.
Atalullah, como otros hombres de su pueblo, contó que esperaron durante seis días hasta que las autoridades locales levantaran el toque de queda. Por dos días no tuvieron nada que comer. “Apenas lo levantaron huimos”, aseguró Said Khan, quien sólo trajo consigo una remera de más.
Según el gobierno paquistaní, la mayoría de los desplazados –428.789 de los 510.496 registrados desde el 2 de mayo pasado– se está quedando en la casa de familiares o amigos o están alquilando habitaciones en las ciudades cercanas al noroeste del país. Para los que no tienen opción, existen diecisiete campos de refugiados que se construyeron en los últimos días. Pero si los pronósticos de las ONG son correctos y los desplazados ya superan el millón, estos improvisados campos pronto quedarán chicos.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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