EL MUNDO › FUERTE DERROTA DEL PARTIDO DE HAIDER EN AUSTRIA
Nazis abajo, derechas arriba
Las elecciones austríacas resultaron en una estrepitosa derrota del partido xenófobo y en un ascenso de la derecha clásica.
La bestia neonazi se ahogó en su propia ambición. El líder del Partido de la Libertad (FPOe), Joerg Haider, condujo ayer a su partido a una estrepitosa derrota en las elecciones generales austríacas, ya que no sólo lo sacó del gobierno sino que disminuyó considerablemente su base de apoyo, dejando al partido al borde de la fractura. La debacle neonazi fue aprovechada al máximo por el conservador Partido Popular (OeVP), que sacó el 42,3 por ciento de los votos, creciendo nada menos que 16 puntos respecto a las elecciones de 1999. Los conservadores del canciller Wolfgang Schuessel también lograron, así, un notable triunfo sobre los socialdemócratas (SPOe), que sacaron el 36,9 por ciento. Pero la formación del próximo gobierno no está tan clara como este resultado: el OeVP necesita un socio en la coalición, el SPOe no quiere serlo y podría intentar una alianza con sectores del FPOe, pero no le alcanzaría. Schuessel ha dicho que considera la posibilidad de “gobernar en minoría”.
Haider buscó transformar estas elecciones en una suerte de plebiscito a nivel nacional acerca de la orientación ideológica de su Partido de la Libertad. Desde el momento, en febrero de este año, en que se retiró de la política nacional (ya había abandonado la dirección del partido en mayo del 2000) para dedicarse a la gobernación de la provincia de Carintia y tratar de dirigir a control remoto su partido en el gobierno, Haider vio cómo sus correligionarios en el gobierno adoptaban posturas centristas: la ministra de Relaciones Exteriores y presidenta del partido, Susanne RiessPasser, lo criticó por su viaje a Bagdad para entrevistarse con Saddam Hussein y por mantener contactos con la extrema derecha belga del Vlaams Blok. Ella, más el ministro de Finanzas Karl-Heinz Grasser y el líder parlamentario Peter Westenthaler, abogaban por un acercamiento a la Unión Europea, rechazaban el furibundo discurso de Haider contra la ampliación al este de la UE y terminaron rompiendo con él cuando quiso apurar un recorte de impuestos para el 2003 resistido por Schuessel. El asunto es que Haider les demostró que tenía fuerza y logró hace dos meses los 400 votos necesarios en la convención del partido para romper con el gobierno y jugarse a lo que más le gusta: el discurso antieuropeo y antiinmigración. Tras años de atenuar su perfil, Haider había cerrado anteayer la campaña para su máximo candidato, Herbert Haupt, diciendo que “cuando las fronteras de la Unión Europea se abran al este, nuestra nación será invadida por una mano de obra barata y los austríacos tendrán que inscribirse en el paro”.
El tiro le salió por la culata. Exactamente el 16 por ciento que perdió el FPOe respecto de las elecciones de 1999 que lo llevaron al poder fue el que ganó el OeVP en el mismo período. Con apenas un 10,2 por ciento de los votos, el Partido de la Libertad perdió 33 bancas en el Parlamento y los conservadores se hicieron con 27, quedando ahora en 79 bancas. Pero no le alcanza para los partidarios de Schuessel en un Parlamento de 183 escaños. Necesita una alianza con otros partidos.
Los socialdemócratas tienen 69 escaños y ambos partidos gobernaron juntos en lo que se llamó “la gran coalición” de 1945 a 1966 y de 1986 a 2000. Pero la alianza del OeVP con el FPOe abrió una brecha muy fuerte con los socialdemócratas. El jefe del SPOe, Alfred Gusenbauer, declaró ayer que mantenía su posición de campaña de no participar del gobierno si salía segundo. El líder parlamentario del SPOe, Heinz Fischer, y el alcalde de Viena Michael Haupl (que supo frenar el avance del FPOe en la ciudad en marzo del 2001), también opinaron que la socialdemocracia debía seguir siendo oposición.
“No debemos estar eufóricos. Debemos mantener los pies sobre la tierra”, declaró ayer el canciller Schuessel. La división en el FPOe es tajante. Quizás Haider ya no pueda controlar al partido de ahora en más y de hecho Grasser quiere seguir al frente del Ministerio de Finanzas como independiente. Si los conservadores todavía no sabe cómo gobernarán, los neonazis tienen una duda más básica: no saben adónde ir.