EL MUNDO
Empieza la intervención norteamericana en EE.UU.
El ejército norteamericano puede empezar dentro de poco a combatir en territorio propio, si prospera un proyecto del Pentágono para llevar la lucha antiterrorista al interior de Estados Unidos.
Por Enric González *
Desde Washington
El Pentágono ha pedido al presidente George W. Bush que nombre a un general de cuatro estrellas como comandante en jefe de las tropas federales dentro del territorio nacional. La creación de ese cargo, que el vicepresidente Dick Cheney considera “una buena idea”, rompe una ininterrumpida tradición política y constitucional que limitaba la función del ejército federal a la defensa frente a enemigos exteriores, y marca un paso más en la militarización de la sociedad estadounidense tras los atentados terroristas del pasado 11 de setiembre.
Desde que el general George Washington venció a los británicos en la guerra de la independencia y el general Andrew Jackson, otro futuro presidente, derrotó de forma final a los británicos en la batalla de Nueva Orleans (1815), EE.UU. no había combatido en territorio propio. El proyecto de crear un mando militar supremo (bajo la autoridad civil del presidente y del secretario de Defensa) para la “guerra interna” refleja una percepción muy arraigada en el gobierno y entre la mayoría de la población: la de que, desde el mismo momento en que el primer avión hizo impacto en la torre sur del World Trade Center neoyorquino, el país comenzó a ser víctima de una invasión que, bajo la amenaza de nuevos atentados, no ha concluido todavía. Otro síntoma de militarización se ha dado en Nueva York, cuyo jefe de policía ha nombrado como subcomisionados a un ex general de los marines, Frank Libutti, y a un ex directivo de la CIA, David Cohen, para reforzar el flanco antiterrorista.
Actualmente, el ejército de EE.UU. está dividido en nueve comandos unificados. Cinco de ellos cubren regiones específicas del planeta: América latina, Europa y Africa, Asia Central y el Golfo Pérsico (cuyo jefe, el general Tommy Franks, dirige la guerra en Afganistán), el Pacífico y el territorio aéreo por encima de EE.UU. Otros tres cubren actividades específicas: transporte, arsenal nuclear y fuerzas de operaciones especiales. Un noveno se encarga de la coordinación entre todos los demás.
El proyecto presentado por el Pentágono, y respaldado por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, implica subsumir el centro de mando del espacio aéreo dentro de un nuevo organismo que, además, dirigiría la protección de las costas y la respuesta militar frente a posibles nuevos atentados, lo que incluiría acciones encaminadas a repeler ataques químicos, biológicos o nucleares y la coordinación de emergencias en ese sentido (movilización de equipos sanitarios, envío de suministros y acordonamiento de zonas afectadas). No está claro, por el momento, qué relación orgánica mantendría el general al mando de las fuerzas en EE.UU., cargo para el que se sugiere el nombre del general John Keane, con el zar de la seguridad, Tom Ridge, cuyo espectacular nombramiento poco después del 11 de setiembre no ha producido grandes resultados.
“Creo que tiene sentido disponer de un comandante en jefe con responsabilidad regional sobre EE.UU., me parece una buena idea –declaró el domingo el vicepresidente Dick Cheney–. Si se utilizaran contra nosotros armas de destrucción masiva, nos encontraríamos claramente en una situación que requeriría la intervención del ejército”, añadió.
El plan del Pentágono parece dejar definitivamente de lado otros dos anteriores, que consistían en nombrar un comandante en jefe encargado de dirigir la guerra contra el terrorismo, cuya jurisdicción se extendería a todo el planeta, y en crear la figura de un subsecretario de Defensa específicamente encargado de la defensa interior.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.