ESPECTáCULOS
“El tiempo dejó de ser nuestro”
En una entrevista que emitirá hoy Canal (á), el escritor mexicano Carlos Monsiváis analiza su vida, Tlatelolco y la era de la globalización.
Por Emanuel Respighi
Mientras sus amigos corrían detrás de una pelota por las despobladas calles del Distrito Federal de los años 40, Carlos Monsiváis prefería incursionar en los sombríos mundos creados por Agatha Christie, o en los ejemplares de Billiken que puntualmente llegaban a México. Pero como el mismo Monsiváis se encarga de subrayar, “una obsesión que no quita tiempo se vuelve una virtud”. Esa pasión a la que le dedicaba de niño interminables horas años más tarde se convertiría en la mayor herramienta de trabajo del notable periodista y escritor mexicano. Con una mirada lúcida de la realidad, Monsiváis logró establecerse como uno de los pensadores mexicanos más relevantes del siglo pasado. En el marco del ciclo “Perfiles”, Canal (á) estrenará hoy, a las 19, una entrevista en la que Monsiváis repasa los inicios en su profesión y analiza los cambios sufridos en la cultura y la política latinoamericana.
Nacido hace 63 años, el intelectual mexicano evidenció siempre una gran sensibilidad a la hora de analizar los procesos culturales en América Latina. Criado en la sofocante ciudad de México, Monsiváis cuenta que su infancia fue “algo atípica. Una tristeza. No fui aventurero, no jugaba al fútbol en las calles ni quise anteceder a Maradona en el uso del gol. Era libresco y cinéfilo. Era una completa desgracia”. Ese prematuro amor por el arte llevó a que fuera visto con malos ojos, inclusive hasta por su madre. “Supongo que mi madre pensaba que yo era un inútil. Pero le debo agradecer que sólo me lo decía unas tres o cuatro veces por semana. No confiaba en mi porvenir”, relata.
Sin embargo, al terminar el colegio secundario, Monsiváis logró cambiar la opinión de sus familiares, dando sus primeros pasos en el periodismo.
“Calculé mis posibilidades como contrabandista y la deseché en un segundo. Calculé mis posibilidades como político y no me vi enardeciendo multitud alguna ni antesalas a la espera de una designación. Entonces vi que el periodismo estaba abierto y comencé a colaborar”, explica el autor de Días de guardar, A ustedes les consta, A través del espejo, Amor perdido y Escenas de pudor y liviandad, entre otros libros. “Si bien la seguridad laboral es mínima, el periodismo me ha permitido leer y ver que mis profundos y valerosos puntos de vista son desatendidos”, agrega con cierta ironía y tristeza.
Es allí cuando Monsiváis ingresa de lleno en las consecuencias de la globalización en su país. “Se destrozó la idea de comunidad. Ya no se es parte de un conjunto perfectamente clasificado. Se perdió la tranquilidad, la disposición del tiempo. El tiempo dejó de ser nuestro. Se convirtió en algo en manos de otras instancias: el tráfico, los embotellamientos, las manifestaciones... DF es una ciudad menos represiva en cuanto a los condicionamientos morales. Pero al mismo tiempo más represiva, debido a que la violencia urbana y la delincuencia han acortado el espacio de libertad”.
Pero Monsiváis sabe que la violencia no es sólo urbana. También está la oficial, aquella aplicada por el Estado en nombre de la Nación. Esa que mostró su rostro más cruel el 2 de octubre del ‘68, cuando miles de estudiantes mexicanos fueron asesinados por el ejército en la Plaza de Tlatelolco, durante una concentración que pedía por los derechos civiles. “Días después de Tlatelolco se inauguraron los Juegos Olímpicos con una muchedumbre feliz gritando ‘¡México! ¡México!’. Ahí la impunidad se coronó con la idiotez del pueblo. Los que fueron felices a gritar, olvidando o ignorando que se había masacrado a una multitud indefensa, son los que hacen posible que la impunidad del Estado continúe”.
Más allá de la crítica, Monsiváis resalta que Tlatelolco fue un punto de inflexión para la vida política mexicana. “Algo de la derrota del PRI se debe al 2 de octubre. Fue la decisión del pueblo de terminar con las situaciones de oprobio y de acabar con un sistema que perjudicaba eldesarrollo del país y la idea que cada mexicano tenía de sí mismo. Al margen de quién lo haya sucedido, la derrota del PRI –tras 71 años en el poder– fue un hecho liberador”.