Desde París

Poco más de medio millón de personas impugnaron en las calles de Francia la política del Ejecutivo de Nicolas Sarkozy. Dos días después de la sonora derrota que el presidente francés sufrió en las urnas de las elecciones regionales, donde las listas de izquierda y la ecologista totalizaron 55 por ciento de los votos, desempleados, maestros, profesores, empleados del correo, estudiantes, jubilados y gente del sector privado manifestaron en todo el país para protestar contra la línea gubernamental.

Muchos de los manifestantes llevaban pancartas que decían “ayer estábamos en el cuarto oscuro, hoy en la calle”. La manifestación está lejos de igualar la movilización del 19 de marzo de 2009 (tres millones de personas), pero constituye un “mano a mano” de ensayo entre los sindicatos y el gobierno para el futuro de las reformas que Sarkozy, pese al golpe que recibió en las elecciones del domingo, piensa implementar contra viento y marea. La más cuestionada es la reforma del sistema de jubilaciones.

Paralelamente, el Ejecutivo completó ayer su estrategia de pacificación interna. Confrontado a una bronca creciente por parte de sus propios aliados de la mayoría, el presidente francés hizo varias modificaciones en el esquema del Ejecutivo y abrió las puertas de su gabinete de ministros a varios representantes de los sectores más críticos de la derecha.

El primer ministro francés enterró ayer una de las medidas ecológicas más emblemáticas de su gobierno y, también, una de las más objetadas por su propia mayoría: el impuesto a las emisiones de dióxido de carbono fue puesto entre paréntesis hasta que no se aplique a nivel europeo. Según explicó François Fillon, la tasa “debe ser europea” para no penalizar a las empresas francesas.

Esta medida responde perfectamente al plan de batalla delineado por la presidencia con el fin de aplacar el aluvión de críticas que emana de la mayoría parlamentaria y de varios personajes importantes de la derecha. Queda, no obstante, el problema de la sociedad. Las manifestaciones y los paros de ayer, aunque modestos, prueban que la movilización no ha perdido su pujanza. François Chérèque (CFDT) adelantó que los sindicatos esperaban “un signo de justicia social”.

Sarkozy no dio aún signos de dirigirse hacia esa dirección. La primera reacción luego del oprobio electoral consistió en cohesionar su mayoría. Aunque severamente golpeado, el presidente francés tiene aún muchas cartas en la mano de aquí a las elecciones presidenciales de 2012. Estratega fino y maestro de maestros en el arte de servirse de los medios de comunicación, Sarkozy no tiene enfrente por ahora un núcleo sindical compacto.

Al igual que la oposición, los sindicatos están divididos y las reformas por venir, si bien son impopulares, todavía no desembocaron en una fractura insalvable entre la sociedad y el gobierno. La victoria aplastante de las izquierdas y los ecologistas es muy reciente como para que una dinámica de oposición y convocatoria se haya puesto en marcha.

Sarkozy participó ayer, junto al primer ministro del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el funeral de Jean-Serge Nérin, el policía francés asesinado por un comando de separatistas vascos de ETA el pasado 16 de marzo en la localidad de Dammery-les-Lys, en las afueras de París. Zapatero advirtió en París que “los terroristas van a ser perseguidos sin descanso hasta acabar con ETA”.

Sarkozy completó las advertencias diciendo que quienes asesinaron al policía “no quedarán impunes”. “Francia nunca se dejará intimidar por los terroristas –prometió el presidente francés–. Erradicaremos, una por una, todas las bases de ETA en Francia.”