LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Medios, política y poder

A partir de la relación entre medios, política y poder, Roberto Samar reinstala el debate sobre la construcción mediática de la realidad.

 Por Roberto Samar *

Cuando la Presidenta inauguró la sesiones del Congreso nacional mencionó que hay un país real y uno virtual o mediático, donde nada está bien, donde todo está mal. A partir de esta afirmación sobre la realidad virtual y la verdadera podemos preguntarnos: ¿Cuál es la verdad de la realidad? ¿Existe una “realidad verdadera”?

En realidad, valga la redundancia, no hay una verdad ni una única mirada de las cosas. Siempre hay interpretaciones subjetivas de la realidad que percibimos. Según Michel Foucault, “no hay nada absolutamente primario para interpretar, porque en el fondo todo es interpretación, cada signo es en sí mismo no la cosa que se ofrece a la interpretación, sino la interpretación de otros signos”.

En otras palabras, cuando pensamos políticamente nuestra situación actual, lo hacemos a partir de interpretaciones realizadas por otros. Siempre son construcciones colectivas de sentido.

Es decir, mientras leemos el diario o miramos la tele y pensamos cualquier situación actual, la interpretamos. Mientras percibimos la “realidad” y nos comunicamos, producimos nuevas interpretaciones que tomarán otros. Una semiosis ilimitada de sentido.

Pero esta discusión sobre qué es la “realidad verdadera” se complejiza en el mundo de hoy que está hipermediatizado por los grandes medios de comunicación. Quienes tienen un gran poder a la hora de transmitir sus interpretaciones. En esta sociedad, todos ocupamos distintos espacios de poder, pero muy desiguales. Por lo cual serán distintos los efectos de esas lecturas de la “realidad”.

Mi lectura de cualquier problema ocupará un espacio de poder en esa construcción colectiva de interpretaciones. La cual, obviamente, es mínima en relación con la opinión que brinde Marcelo Tinelli o con la política comunicacional de un grupo mediático.

Sin embargo, cuando se discute la problemática de la concentración de los medios, muchas veces se plantea como un enfrentamiento caprichoso entre Clarín y Kirchner. Pero el problema es profundo, porque una sociedad con una gran concentración de medios de comunicación tenderá a construir un país con puntos de vista hegemónicos. En sí, lo que se discute es el modelo de democracia en la cual queremos vivir.

Si repartimos el poder de los grandes medios, se permite garantizar el acceso a todas las voces. En otras palabras, se permite difundir todas las interpretaciones de la realidad. Ese es el espíritu de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que se votó el año pasado.

Cuando se logre la plena implementación de la ley se podrán difundir otras miradas. Lo cual permitirá que entendamos nuestros problemas de distintas maneras. Pensando desde nuevos ángulos, podemos ver nuevas alternativas y soluciones. Se podrán generar nuevas políticas posibles.

Con otras voces, que defiendan nuestros intereses se podrá construir un pensamiento contrahegemónico para transformar la realidad.

Otro elemento de análisis importante en la comunicación, a la hora de democratizar los medios, es el fenómeno llamado “la espiral del silencio”: cuando una opinión se presenta como mayoritaria, los que coinciden con esa lectura de las cosas se sienten más seguros y tienden a manifestar con más fuerza sus posturas. Paralelamente, quienes se sienten en una situación minoritaria tienden a inhibir sus afirmaciones.

A modo de ejemplo. Instalado el discurso de “mano dura”, seguramente quienes se sienten identificados con posturas alternativas tenderán a callarse y aislarse. Mientras quienes alienten el endurecimiento de las leyes lo manifestarán con orgullo.

Los grandes medios tienen la capacidad de amplificar una interpretación particular y hacer que se vea como mayoritaria, aunque no necesariamente sea así.

Si queremos profundizar nuestra democracia, no les tengamos miedo a las opiniones hegemónicas. La “realidad” es una construcción colectiva que hacemos entre todos. Y todos, desde nuestro mayor o menor lugar de incidencia, podemos interpretar y difundir otras lecturas, que son fundamentales si queremos construir otro mundo posible.

* Licenciado en Comunicación Social, docente del Seminario de Filosofía Política Moderna, UNLZ.

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