Jueves, 13 de mayo de 2010 | Hoy
EL MUNDO › SONRIENTES, CON ALGúN PARECIDO FíSICO, CAMERON Y CLEGG HABLARON DE UNA “NUEVA POLíTICA” DE DIáLOGO
Libertad, justicia y responsabilidad. El primer gobierno británico de coalición desde la Segunda Guerra Mundial mostró una imagen de unidad en la conferencia de prensa que se celebró poco después del mediodía en el jardín de 10 Downing Street.
Por Marcelo Justo
Desde Londres
La imagen en la puerta del 10 Dowing Street figurará seguramente en todos los libros de historia. Sonrientes, juveniles, con algún parecido físico, el nuevo primer ministro, el conservador David Cameron, y su flamante viceprimer ministro, el liberal demócrata Nick Clegg, hablaron de una “nueva política” de diálogo, compromiso y acuerdos. Hacía días, frente a las cámaras, cada uno era denostado por el otro como la encarnación del mal, como la semilla de la desintegración social, económica, cultural o de seguridad del Reino Unido. Ayer eran todas flores. “Este será un gobierno guiado por tres principios: libertad, justicia y responsabilidad. Un gobierno fuerte y estable que se centrará en el largo plazo”, dijo Cameron. Clegg no podía estar más de acuerdo. Cosas de la política.
El primer gobierno de coalición desde la Segunda Guerra Mundial repitió esa imagen de unidad en la conferencia de prensa que se celebró poco después del mediodía en el jardín de 10 Downing Street. La conferencia parecía la escenificación de un coreógrafo algo camp y falto de imaginación a la hora de representar la nueva armonía: no sólo sonrisas, palabras amables, David esto, Nick lo otro, sino hasta sol y canto primaveral de pájaros. Cameron dijo que la coalición representaba una renovación total de la cultura política, una nueva era basada en el compromiso y no la confrontación mientras Clegg asentía y señalaba que todos los sacrificios que cada partido había tenido que hacer en términos programáticos era una manera de buscar los puntos en común por el bien de la nación (en el fondo los pájaros seguían cantando). En un momento un periodista le preguntó a Cameron si se arrepentía de haber dicho en una entrevista que la mejor broma que le habían contado en su vida se resumía en dos palabras: “Nick Clegg”. Simulando el asombro de un marido despechado, Clegg le preguntó si era cierto que había dicho eso, Cameron lo reconoció con un gesto cómico, Clegg anunció que si era así él se iba, Cameron le rogó que se quedara y todos, incluidos la prensa, se rieron. Para políticos que eran enemigos acérrimos hasta hace una semana, el primer acto de la alianza no estaba saliendo nada mal.
El gobierno será otra cosa. El acuerdo que selló la coalición consta de cinco carteras ministeriales para los liberal demócratas y otros veinte puestos en el gobierno. Consta también de un documento de unas seis páginas repartido a los periodistas en la conferencia de prensa con los puntos de acuerdo y con lo que no se muestra: los nubarrones que se avecinan. Del europeísmo de los liberal demócratas al nacionalismo euroescéptico que caracteriza a los conservadores, de las políticas inmigratorias tolerantes de los primeros a la línea dura de los segundos, hay muchas áreas que difícilmente sobrevivan sin fricciones a este primer acto celestial. Pero el área más álgida es la economía y un punto clave durante la campaña: el déficit fiscal. Los liberal demócratas estaban mucho más cerca del laborismo del ahora ex primer ministro Gordon Brown, quien rechazaba cualquier tipo de recorte fiscal hasta que no se saliera de la recesión. El caballo de batalla de los conservadores durante toda la campaña fue la necesidad de un recorte del gasto fiscal equivalente a unos 9 mil millones de dólares este año. Los conservadores ganaron esa lucha. En unos 50 días se presentará un presupuesto de emergencia que contendrá los temidos guadañazos.
En otros aspectos ambos cedieron. El aumento impositivo para las mansiones por encima de los 2 millones de libras de los liberal demócratas fue dejado de lado, al igual que la propuesta conservadora de una exención impositiva para la herencia en propiedades de menos de un millón de libras. Pero lo cierto es que a la hora de los números estas medidas son insignificantes. Con un déficit fiscal del 11,6 por ciento del PIB y una economía que da señales mixtas de recuperación (en los últimos datos de esta semana hubo un simultáneo aumento de la producción industrial y del desempleo), el ajuste será un hueso duro de roer. En estas aguas tempestuosas no está claro cómo será la convivencia entre el ministro de Economía, el conservador George Osborne, y sus número dos y tres, el de Industria y Bancos, y el del Tesoro, los liberal demócratas Vince Cable y David Laws respectivamente. En marzo, el director del Banco Central de Inglaterra, Mervin King, le dijo a un economista estadounidense que el partido que ganara las elecciones tendría que adoptar medidas tan impopulares que no lo volverían a votar por mucho tiempo.
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