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Fiachra O’Luain es un político independiente de Irlanda y un activista por la paz. Viajaba con sus 28 años en el buque Challenger 1, registrado en Estados Unidos, para la ONG Free Gaza, como parte de la flotilla de ayuda humanitaria que fue asaltada hace una semana. Su barco era el más pequeño y más rápido de los seis que integraban la flota civil, por eso cuando vieron los primeros disparos que provenían de los helicópteros de los comandos israelíes, el capitán aceleró y fueron perseguidos durante media hora. Temiendo un naufragio, el Challenger 1 se detuvo en aguas internacionales. “Los comandos actuaron con violencia, sobre todo contra las mujeres. Demostraron un desprecio a la vida”, dijo el activista en diálogo telefónico con Página/12.

–¿Cómo fue el asalto de los comandos israelíes?

–Nos amenazaron en aguas internacionales. Nos dirigíamos a Gaza y estábamos más cerca de Egipto. Cuando vimos los disparos y bombazos desde los helicópteros, aceleramos y nos persiguieron como media hora. Nuestro buque era el más veloz de la flotilla. Nos amenazaron con chocar e hundirnos. Venían detrás de nosotros y temimos un naufragio. El capitán decidió parar las máquinas. Yo era uno de los responsables náuticos. Usaron la violencia desde el inicio. Nos atacaron con disparos de goma, también tenían balas de plomo. Fueron muy violentos con las mujeres: las tiraron al suelo, las pisaron y amenazaron de muerte. Incluso agarraron a una señora, le pusieron una capucha, la tiraron al suelo y la apoyaron sexualmente. Eso, para una mujer, y encima musulmana, es un insulto.

–¿Les dispararon?

–A una belga le dispararon en la cara. Yo creo que le arruinaron la cara para siempre.

–¿Cuántas mujeres había y cuántos hombres?

–Eramos unos 17, once mujeres y seis hombres.

–¿De qué nacionalidades?

–De Irlanda, Estados Unidos, Escocia, Bélgica, Holanda, Australia y un israelí.

–¿Qué recuerda del abordaje?

–Nosotros queríamos proteger a los periodistas y a los fotógrafos y bloqueamos la cabina con ellos adentro. Estaban con nosotros el jefe corresponsal del diario Sidney Morning Herald, el más importante de Australia, y el cineasta Scott Hamann. Encondimos las memorias de las cámaras y filmadoras.

–¿Dónde?

–Es un secreto. Pero se pudieron esconder.

–¿Ustedes tenían armas u otro elemento para defenderse?

–No. Pusimos una mesa para bloquear la puerta.

–¿Alguien resultó gravemente herido?

–Muchos tuvieron heridas de golpes y cortes. Golpearon sobre todo a las mujeres, yo creo que era una táctica para controlarnos a los hombres. Nos detuvieron a todos.

–¿Pudo conocer por otros testimonios qué sucedió en el buque insignia Mavi Marmara?

–Hablé con un testigo que me dijo que los comandos mataron al encargado de Internet. Era para cortar todo enlace con el exterior y luego dar un relato diferente de lo que pasó. Fue un asesinato orquestado.

–¿Los muertos son todos del Marmara?

–Sí. Hay nueve confirmados, pero entre tres y seis están desaparecidos. Algunos testigos dijeron que las fuerzas israelíes tiraron cadáveres al mar.

–¿Qué opina de la investigación interna que va a llevar adelante Israel?

–Nadie les va a dar crédito. Mintieron sobre todo: sobre el ataque, sobre las detenciones. Van a mentir con la investigación.

–Según Israel, en la flotilla había gente con vínculos con Hamas. ¿Qué puede decir al respecto?

–Que no. Nuestro propósito no era ayudar a Hamas, era apoyar a las ONG que trabajan en Gaza. Los que mueren más a menudo son los niños y ellos no votan ni por Hamas ni por Fatah. Nosotros no estamos ni con Hamas ni con Israel. Queremos que los habitantes palestinos tengan una vida más digna, porque si mejoran su autoestima, es más difícil que los controlen. Teníamos todo el derecho de llegar al puerto porque éste es jurisdicción del gobierno de Hamas y, nos guste o no, fue elegido democráticamente. No los apoyo, pero no puedo cambiar ese hecho.

–¿Qué pasó con las toneladas de ayuda que viajaban a Gaza?

–Están en Israel. No tenemos esperanza de que llegue toda la ayuda.

–¿Cuánto tiempo estuvo detenido?

–Dos días en la cárcel de Beer Sheva. Yo quería seguir detenido hasta que me llevaran a la corte. Pero no me permitieron hablar con la embajada de mi país y me llevaron contra mi voluntad al aeropuerto. Como me resistía, me golpearon mientras estaba esposado y me tiraron zapatos a la cara. Amenazaron con matarme. Se quedaron con mi pasaporte. Me fui amenazado de muerte y contra mi voluntad.

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