El primer ministro británico, David Cameron, puso fecha de retirada para las tropas en Afganistán en la víspera de su primera reunión bilateral con Barack Obama. “No podemos quedarnos allí otros cinco años cuando ya hemos estado nueve”, sentenció el líder inglés desde su primera cumbre del G-8 y el G-20 en Toronto, Canadá, en una entrevista con la cadena Sky News. El nuevo premier del Reino Unido no quiso hablar de cronogramas ni de plazos innegociables, pero prometió que la retirada de los más de diez mil soldados desplegados en el territorio afgano comenzará antes de las próximas elecciones generales. “Quiero que eso ocurra, que nadie se equivoque”, le contestó a los periodistas cuando le pidieron más precisiones.

Cameron llegó ayer a Toronto para discutir los planes para enfrentar la crisis económica mundial de las principales potencias del mundo. Sin embargo, hoy cuando se vea a solas con su par norteamericano el tema de Afganistán estará en lo más alto de la agenda. Durante su campaña electoral y en estas primeras semanas como primer ministro, el líder de los conservadores fue siempre consecuente con su postura. “Nuestras fuerzas no permanecerán en Afganistán ni un día más de lo necesario y quiero traerlas de vuelta a casa en el momento en que sea seguro hacerlo”, había declarado recientemente en la Cámara de los Comunes. Según los medios londinenses, repetirá ese mismo mensaje en la reunión bilateral con Obama.

Pero eso no implica que criticará la estrategia actual dictada y diseñada por Washington, aclaró el premier. “Será un verano (boreal) difícil para las tropas, pero estamos llegando a un momento en que los afganos pueden empezar a hacerse cargo de algunas zonas del país. Eso significa un buen prospecto para la retirada de nuestros soldados”, explicó Cameron en otra entrevista, difundida por ITV News. El premier además aseguró que la salida del general Stanley McChrystal no implicará un cambio en la estrategia militar actual.

El discurso de Cameron fue por momentos contradictorio. Dijo estar convencido de que no se quedarán más de cinco años, pero no quiso poner plazos ni cuestionar la estrategia militar del Pentágono. En sus idas y vueltas, el líder conservador demostró ser presa de la misma tensión que sufrió su antecesor, el laborista Gordon Brown. Por un lado, la guerra en Afganistán se vuelve cada más impopular en el Reino Unido; sin embargo, por otro lado, su principal aliado en el mundo, Estados Unidos, se embarcó como nunca antes en un esfuerzo militar y económico por ganar la batalla en el montañoso y difícil país asiático.

Esta semana el repudio a la guerra, que ya lleva casi nueve años, volvió a hacerse patente en los grandes medios de comunicación. El miércoles pasado, cuatro soldados británicos murieron en la provincia de Helmand, después de que su camión pisara una bomba escondida a la vera de la ruta. En los últimos meses las noticias de muertos y heridos ingleses aumentó, ya que el contingente británico se unió a una ofensiva masiva dirigida por los norteamericanos para liberar esa región, de una vez y por todas, de la influencia de los talibán.

En lo que va de la guerra ya murieron 307 soldados británicos. Cameron sabe que cada noticia de una nueva víctima inglesa es un puñal contra el gobierno, que ya asumió con el mandato de reforzar el contingente militar en Afganistán. Por eso no quiere llegar a las próximas elecciones generales, en 2015, con esa nube negra sobre su cabeza. “Quiero que todos nos arremanguemos y ayudemos a conseguir el triunfo que buscamos. No será un Afganistán perfecto, pero sí al menos un Afganistán con capacidad de garantizar su propia seguridad y con algo de estabilidad”, explicó.