Jueves, 5 de agosto de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ERA LA PRIMERA PRUEBA DE FUEGO PARA EL PREMIER ITALIANO TRAS LA RUPTURA CON SU SOCIO GIANFRANCO FINI
A Giacomo Caliendo, subsecretario de Justicia acusado de tráfico de influencias, lo salvaron los ex aliados de Fini, cuya abstención dejó al premier en una incierta cuerda floja. Ayer nació una coalición de partidos moderados.
Por Eduardo Febbro
Desde Roma
Con un ventarrón de casos de corrupción que se cuela por todas las ventanas y suscita comentarios amargados en las calles de Roma, Silvio Berlusconi atravesó la primera dificultad de peso luego de la ruptura y la posterior expulsión de Gianfranco Fini del partido berlusconista Pueblo de la Libertad, PDL. La oposición presentó una moción de censura contra uno de los personajes de su gobierno más comprometidos con la corrupción. Se trata de Giacomo Caliendo, el subsecretario de Justicia, sobre quien pesan abrumadoras sospechas acerca de su implicación en un tráfico de influencias y otros pormenores. Los fiscales lo acusan de pertenecer a la llamada logia P3, la sucesora de la tristemente célebre P2. La P3 es una logia secreta que manejaba el nombramiento de los jueces y de los miembros del Consejo Superior de la Magistratura al tiempo que movía los hilos para llevarse las licitaciones públicas más jugosas. La moción de censura no pasó, pero el voto reconfiguró el panorama político italiano.
Con 299 votos a favor, 229 en contra y 75 abstenciones, Giacomo Caliendo salvó su cabeza y Berlusconi su gobierno. Sin embargo, el primer ministro perdió los números para gobernar con su propia mayoría. Lo salvaron los ex aliados de Fini, cuya abstención dejó a Berlusconi en una incierta cuerda floja. Optimista, el líder de la Liga del Norte, Umberto Bossi, celebró el resultado diciendo que ésta era “una muestra de resistencia”. Nada sin embargo más alejado de la realidad. Gianfranco Fini puso en órbita una estrategia perfecta que le aportó todos los dividendos: ahogar a Berlusconi, con quien fundó el PDL, sin decapitarlo. Luego de la ruptura de la semana pasada entre Fini y Berlusconi, el Parlamento estrenó con la moción de censura no sólo la relación de fuerzas en el seno de la derecha sino también el peso del grupo autónomo Futuro y Libertad, conformado por los 33 diputados que saltaron del barco de Il Cavaliere.
Los partidarios de Fini idearon un calculado esquema: no votar con los restos del PDL de Berlusconi ni tampoco darle demasiadas alas a la formación de centroizquierda que presentó la moción de censura a fin de no herir sin remedio al golpeado berlusconismo. Su estrategia consistió en promover la abstención. Con esa opción sensata dejaron en minoría al PDL, sembraron los ingredientes de una crisis formal en el Ejecutivo y abrieron el camino para que las elecciones se adelanten unos tres años. A su manera moderada y organizada, el poder cambió de manos en Italia. Gianfranco Fini es el nuevo capitán en una situación política profundamente degradada. Fini, al asumir abiertamente la oposición a Berlusconi, se ganó un apodo paradójico: hasta la izquierda lo llama hoy “el compañero Fini”.
La gran novedad que se insinúa desde principios de la semana es el surgimiento de un polo de centro compuesto por el presidente del Congreso, o sea Fini; el líder de la Unión de Centro, UDC, Ferdinando Casini, y Francesco Rutelli, de la Alianza para Italia, API. Ambos hombres fueron en su tiempo integrantes del centroderecha y del centroizquierda. Estas formaciones, junto al diminuto partido regionalista siciliano MPA, pactaron la abstención en el voto de ayer. La alianza funcionó como un mecanismo de relojería. La geometría de la fallida moción de censura muestra que ayer nació en Italia una coalición de partidos moderados que los analistas llaman ya el “tercer polo”. Entre una derecha que se cae como maquillaje viejo y una izquierda divorciada de las definiciones, este “tercer polo” se plasmó con el estatuto de una auténtica alternativa al berlusconismo agonizante y a las izquierdas en las tinieblas. El eje Fini-Rutelli-Casini se esboza como el nuevo rostro de la futura mayoría. Fini, que se presentó como el perfil bueno del centroderecha, tiene la realización de su sueño al alcance.
Enterado de la maniobra y nervioso, Il Cavaliere amenazó con que “al primer accidente, se disuelven las Cámaras y se vuelve a votar”. A su vez, el ministro del Interior, Roberto Maroni, dijo al diario Corriere della Sera que si se llega a una situación semejante “se puede ir a las urnas también en octubre o noviembre”. El adelanto de la consulta en una fecha tan próxima, sin embargo, es una pésima perspectiva para el mayor partido de la oposición, el PD. Su líder, Pierluigi Bersani, reclama más bien la formación de un gabinete técnico para ganar tiempo. Su necesidad de hoy es efectivamente técnica. El PD requiere que se modifique la ley electoral. Su única alternativa de victoria es que la ley opte por la mayoría proporcional.
Silvio Berlusconi y su partido pueden haber cometido el peor error de su mandato al pedir la renuncia de Gianfranco Fini a la presidencia de la Cámara. La semana pasada, Fini les respondió diciendo: “Estoy ahí como garantía del funcionamiento imparcial de la Cámara, no de la mayoría. Quien piensa eso razona según lógicas empresariales”. Acto seguido, los disidentes del Pueblo de la Libertad crearon su propio grupo parlamentario, Futuro y Libertad. Su consigna es seguir siendo leales “hacia nuestros electores” y apoyar al “gobierno cuando de verdad cumpla con el programa y se preocupe del interés colectivo. En caso contrario, haremos oposición”. Las cuentas son de una exactitud cruel para Silvio Berlusconi. El gobierno, es decir el PDL más la Liga del Norte, tenía 342 diputados. Perdió 33 con los disidentes del PDL, con lo que se quedó en 309. La mayoría en la Cámara asciende a 316.
Fini y sus tropas mantuvieron hasta ayer al gobierno bajo respiración artificial. Berlusconi perdió la máscara de oxígeno. Una buena porción de la historia de la Italia moderna puede reconfigurarse a partir de ahora. La fusión de Fuerza Italia, la máquina electoral de Berlusconi, con la reinterpretación de la herencia fascista operada por Fini a través del Partido Alianza Nacional, está viviendo sus últimas horas. Las violaciones permanentes a la legalidad institucional, tema predilecto de los finianos, fueron el ingrediente mortal que destruyó el pacto. “Seguiremos representando a la parte honesta del electorado de derecha que no se explica por qué, para ciertos miembros del PDL, la sacrosanta presunción de inocencia se convierte seguido en pretensión de impunidad”, dijo Fini. Sin embargo, Il Cavaliere no ha muerto y tiene en sus manos su arma predilecta: las campañas electorales. Ni a la izquierda ni al “tercer polo” les conviene la convocación inmediata de elecciones anticipadas. Nadie está realmente preparado para ello. Futuro y Libertad es un grupo, un embrión que necesita crecer, forjar su imagen y tornarse un dispositivo electoral poderoso. La izquierda, por su parte, se busca entre los papeles perdidos y los sueños esbozados en la arena. Las apuestas están abiertas: la mayoría pone fichas en que Berlusconi podría ser el relleno del pavo: lo mantendrán vivo hasta que las tropas estén listas. Salvo que él saque un as de la manga y vuelva a desafiar a sus enemigos y ex aliados en la urgencia de las urnas. Allí, la historia aún no está escrita.
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