Viernes, 13 de agosto de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ACUSAN A LA POLICíA ESPAñOLA DE MALTRATAR A LOS MARROQUíES
Grupos de activistas impidieron la entrada de productos y personas al enclave español. La valla fronteriza de Ceuta y Melilla ha sido escenario de múltiples encontronazos con inmigrantes y agentes de seguridad.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
La tensión entre Marruecos y España subió ayer unos escalones cuando los activistas del Comité Nacional para la Liberación de Ceuta y Melilla, las dos ciudades africanas ocupadas por España desde el siglo XIX, bloquearon la entrada a la ciudad de Melilla de alimentos frescos y personas. Los grupos marroquíes que encabezan la protesta se quejan por el maltrato al que somete la policía aduanera española a los ciudadanos del país africano. El gobierno marroquí intentó sin éxito bajar la tensión luego de la charla que mantuvieron el miércoles los reyes de ambos países.
La escalada del conflicto ha dejado desconcertado al gobierno socialista, ya que las relaciones entre Madrid y Rabat habían mejorado ostensiblemente desde 2004, con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al Palacio de la Moncloa. Pero desde hace un mes los incidentes en la frontera con la policía dispararon la tensión, dando pie a los activistas favorables al fin de la ocupación de las dos ciudades africanas a una campaña de hostigamiento y bloqueo que, avisan, no ha hecho más que comenzar. El Ministerio de Relaciones Exteriores marroquí se sumó durante el transcurso de la semana elevando el tono y multiplicando las notas de protestas, lo que motivó la intervención directa del rey Juan Carlos ante su par marroquí Mohamed VI. Luego de la charla mantenida entre ambos monarcas, la agencia de noticias oficial del reino africano quitó las notas críticas con España de su página web, y la Cancillería dejó de emitir comunicados, acusando de racistas a las fuerzas policiales españolas, pero eso no fue suficiente para calmar los ánimos.
La buena sintonía entre Madrid y Rabat que ha caracterizado al gobierno de Zapatero, en contraste con los choques frecuentes que mantenía el conservador José María Aznar con el país africano, y que tuvo su punto álgido cuando Marruecos invadió la isla de Perejil motivando una respuesta militar española en 2002, no ha sido suficiente para evitar los roces frecuentes que se producen en la frontera, sobre todo en temporada de verano, cuando el paso de ciudadanos africanos se multiplica considerablemente. La valla fronteriza que separa Ceuta y Melilla del resto de Africa es una de las fronteras más vigiladas de la Unión Europea y ha sido escenario de múltiples encontronazos con inmigrantes que han intentado en más de una ocasión saltarla con métodos expeditivos, organizando para ello invasiones nocturnas. El gobierno de Zapatero respondió a estos incidentes aumentando la altura del vallado, pero la medida se ha revelado como un simple parche.
El diario marroquí Akhbar al Youm, uno de los pocos que no es controlado por el rígido gobierno africano, cree que “hay una voluntad de las autoridades marroquíes de reconsiderar la relación bilateral”, una lectura que comparten diversas fuentes diplomáticas en Madrid, donde se da por sobreentendido que en un país con tan pocas libertades públicas sólo se pueden agitar las aguas si hay un guiño efectivo proveniente de la mismísima casa real.
España es el segundo socio comercial de Marruecos después de Francia, y en la península viven 760 mil ciudadanos marroquíes, el colectivo más numeroso entre los inmigrantes. Las tensiones entre ambos países han sido habituales desde la independencia de Marruecos en 1956. En muchas ocasiones, los incidentes diplomáticos estuvieron originados en problemas políticos internos en Rabat, por lo cual la Cancillería española suele responder con mucha parsimonia y cautela cuando se produce una escalada de tensión entre ambos países. Y aunque ahora confían en que la sangre no llegue al río, en Madrid se observa con mucha preocupación la agitación en la frontera en lo que va del mes y temen que la crisis vaya en aumento. Falta descifrar con claridad hasta qué punto está dispuesto a llegar Mohamed VI esta vez en su tire y afloje con España.
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