Miércoles, 20 de octubre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › SEIS MUERTOS Y DIECISIETE HERIDOS EN EL ATAQUE DE INSURGENTES ISLáMICOS AYER EN GROZNY
El atentado fue un golpe para Ramzan Kadyrov, el líder checheno apoyado por Moscú. El presidente había dicho que sólo quedaba una docena de militantes, por lo que había hecho un retrato de una insurgencia casi acabada.
Por Shaun Walker *
Desde Moscú
Hombres armados irrumpieron ayer en el edificio del Parlamento en Grozny, la volátil capital de Chechenia. El audaz ataque dejó seis muertos y 17 heridos. El asalto, que probablemente fue cometido por insurgentes islámicos, se dio en simultáneo con una visita a Grozny del ministro ruso del Interior, Rashid Nurgaliyev. El atentado fue un golpe para Ramzan Kadyrov, el líder checheno apoyado por Moscú. El presidente había dicho que sólo quedaba una docena de militantes, por lo que había hecho un retrato de una insurgencia casi acabada.
El ataque ocurrió a las 9 de la mañana –hora local–, cuando los parlamentarios chechenos estaban llegando a su trabajo. Un militante se acercó al portón y se detonó, hiriendo a varios de los que estaban cerca suyo, de acuerdo con los relatos. Después, al menos otros dos activistas entraron corriendo al Parlamento y abrieron fuego. Se produjo una balacera después de que los dos hombres se atrincheraran en una sala del edificio. El presidente Kadyrov llegó al lugar para dirigir personalmente la operación para “liquidar” a los atacantes.
Los hombres murieron cuando detonaron las bombas que portaban, después de haber sido rodeados por las tropas de fuerzas especiales. Los periodistas que estaban cubriendo la noticia vieron cómo retiraban los cuerpos y también cómo levantaban la cabeza amputada de uno de los insurgentes. Además de los tres militantes, dos policías y un civil resultaron asesinados. Los informes dicen que más de 17 personas fueron heridas en el ataque, incluidos seis uniformados y once civiles.
Las imágenes de televisión mostraron a las tropas especiales, fuertemente armadas, barriendo el edificio para ver si encontraban bombas ocultas o a algún combatiente que siguiera refugiado. Varias de las ventanas del Congreso estaban destruidas y parecía que el cielorraso había colapsado en distintos lugares.
El ministro ruso del Interior, Nurgaliyev, dijo que el ataque de ayer no era característico de Chechenia. “Una situación como la de hoy pasa raramente”, afirmó. “Este es un lugar seguro y estable”, agregó el funcionario del Kremlin.
En realidad, los atentados al interior de Chechenia son poco frecuentes hoy por hoy. Más comunes son los ataques de grupos de combatientes con base en las vecinas regiones de Daguestán e Ingushetia. En marzo, dos mujeres suicidas de Daguestán se autodetonaron en el metro de Moscú, matando a 40 personas. Doku Umarov, el autoproclamado “emir del Cáucaso”, asumió la responsabilidad de los ataques a la capital rusa y prometió una ola de violencia más grande contra la infraestructura y los ciudadanos de Rusia. Sin embargo, desde marzo, los insurgentes sólo atacaron en el Norte del Cáucaso contra blancos gubernamentales o de las fuerzas legales.
Un funcionario de la cartera del Interior chechena declaró ayer a la agencia rusa Itar Tass que el ataque al Parlamento podría ser obra de un nuevo grupo, que se haya separado de Doku Umarov y que la banda podría ser liderada por Hussein Gakayev. “Atacar el Parlamento y destruir el liderazgo sería una forma de proclamar de viva voz que hay un nuevo líder y enviar un mensaje a sus socios extranjeros”, sostuvo la fuente ministerial.
El presidente Kadyrov y los funcionarios chechenos acusaron a los servicios de seguridad occidentales de estar atrás de la insurgencia en el Norte del Cáucaso. Aunque los expertos estiman que es más probable que los grupos sean financiados localmente por funcionarios corruptos. En Daguestán, los rebeldes mandan mensajes a los empresarios y políticos del lugar, pidiéndoles dinero y amenazándolos de muerte si no cumplen con la demanda.
El mismo Kadyrov es un antiguo insurgente. Los organismos de derechos humanos lo acusan por casos de torturas, secuestros y otros abusos. En un aparente intento de recortar el apoyo religioso a la insurgencia, el presidente promovió unos nuevos valores islámicos. Para ganarse la simpatía de esos sectores, subvencionó una campaña este año en que se veía cómo disparaban pintura desde los autos a las mujeres que caminaban sin tener las cabezas cubiertas.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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