Miércoles, 23 de febrero de 2011 | Hoy
EL MUNDO › EL LíDER LIBIO KHADAFI DIO UN DISCURSO EN EL QUE SE NEGó A RENUNCIAR Y AMENAZó CON LA MUERTE A LOS MANIFESTANTES
Las fuerzas de seguridad pública reanudaron la brutal represión en un clima de guerra civil. Khadafi instó a sus seguidores a formar “comités de seguridad popular” que “limpiarán de desertores casa por casa”. El régimen admite 300 víctimas. Se habla de mil.
Después de una semana de rebelión, represión y matanza, el primer ministro de Libia, Muammar Khadafi, le habló al pueblo. Mejor dicho, lo amenazó. “Muammar Khadafi es el líder de la revolución. No soy un presidente que pueda renunciar a su puesto. Este es mi país y sólo lo abandonaré cuando me muera, como mártir. Todavía no ordené el uso de la fuerza ni el disparo de una sola bala. Pero cuando lo haga... todo Libia arderá en llamas”, blasfemó a los gritos, en un discurso ofrecido a través de la televisión pública. El monólogo fue mucho más extenso que el del lunes, cuando sólo desmintió su huida a Venezuela, y desató la furia de los manifestantes que en las calles siguieron reclamando el fin su régimen, de más de cuarenta años de existencia. Las fuerzas de seguridad públicas, al igual que los días pasados, reanudaron la represión. Más tarde, el hijo menor de Khadafi reconoció que los muertos son 300, aunque circulan versiones que empujan esa cifra a mil. La comunidad internacional volvió a condenar la violencia del gobierno libio y la Liga Arabe expulsó al país hasta que el conflicto se solucione.
El autoproclamado “Hermano y líder de la revolución libia” habló desde el frente de un edificio bombardeado en 1986 por Estados Unidos. Acusó a la oposición en el exilio de haber instigado la ola de protestas que sacude al país y afirmó que personas que están en otros países, como Túnez, dieron drogas y armas a jóvenes libios para sembrar el caos. Según él, los manifestantes, a quienes calificó de “pandillas, son como las ratas, no representan a nadie” y de “unos alucinados, una minoría terrorista”, quieren hacer del país un emirato islámico conducido por Osama bin Laden y dar, así, “un pretexto a Estados Unidos para intervenir”. Además de descartar el abandono de su puesto, el líder libio pidió a sus compatriotas que “salgan todos a las calles” a manifestarse en favor del régimen y ataquen a los que se manifiestan en contra. “La revolución significa el sacrificio continuo hasta el final. Ustedes, hombres y mujeres que aman a Khadafi, salgan de sus casas y atáquenlos (a quienes piden el fin de su gobierno). Golpéenlos en sus guaridas.”
Los instó a formar “comités de seguridad popular” que, de a grupos, “limpiarán de desertores casa por casa”. Subrayó que quienes se levantaron contra su autoridad volverán arrepentidos a pedir perdón, pero que no habrá para ellos indulgencia y serán sometidos a la pena capital.
Dirigiéndose a los jóvenes, eje clave de la revuelta, Khadafi prometió un nuevo Estado, con prensa libre, derecho a Internet y blogs, una nueva Constitución y sistema jurídico. Apuntó que las administraciones serán ampliadas y que creará una nueva “yamahiria” (un término creado él mismo que significa “gobierno por el pueblo”).
Cerca de la medianoche, un vocero del Ministerio del Interior libio reconoció que 300 personas murieron hasta ayer: 189 civiles y 111 militares. Según esas cifras oficiales, la mayoría de las víctimas se registró en Benghazi; en Al Baida fallecieron 18 civiles y 63 militares y en Derna 29 civiles y 36 militares. Por su parte, desde París, la Federación Internacional por los Derechos Humanos ubicó la cifra de muertos entre 300 y 400. Human Rights Watch ayer sólo difundió que, desde el domingo, registró 61 muertes en Trípoli, la capital libia. El domingo había difundido un registro de 233 muertos. En tanto, los testimonios de testigos difundidos por señales de televisión internacionales, y en su mayoría anónimos, empujaron la cantidad a un millar.
El primer ministro libio también atacó a los medios de comunicación, a los que llamó “retrógrados y traidores que intentan tergiversar (lo ocurrido)”. También arremetió contra los “servicios (de seguridad) traidores árabes hermanos que nos han engañado y traicionado y están dañando vuestra imagen”. Y responsabilizó a Estados Unidos e Italia de haber “distribuido a los jóvenes de Benghazi” misiles Rpg.
Está claro que las palabras de Khadafi no buscaron pacificar los ánimos en Libia. Lejos de eso, echaron más leña al fuego. Las protestas continuaron en Trípoli y en las principales ciudades de frontera. En Benghazi, uno de los territorios tomados por los manifestantes y bombardeado por el gobierno el lunes, decenas de cadáveres yacían en las calles y el pueblo estaba aterrorizado: “Volverán a atacarnos. Pero ya no podrán frenarnos”, afirmó un joven que participó de las revueltas contra Khadafi.
Al discurso sobrevino, por lo pronto, la renuncia de su más fiel colaborador por fuera de su círculo familiar e íntimo, el hasta ayer ministro del Interior y general del ejército, Abdul Fatah Yunis. El hombre, además, instó a las fuerzas armadas a unirse al pueblo en su lucha por sus legítimas demandas. El ex funcionario grabó un comunicado que emitió la cadena árabe de noticias Al Jazeera, en el que explicó sus razones. “El bombardeo contra la población civil es lo que hizo que me uniera a la Revolución del 17 de febrero. Nunca imaginé que íbamos a llegar a disparar contra la gente.”
Yunis aseguró que la Libia del líder Khadafi “se desmoronó” y que el régimen “traicionó a la revolución”. Yunis formaba parte del movimiento de los entonces coroneles que, junto al líder libio, llevaron a cabo un golpe de Estado para acceder al poder en 1969.
Su camino fue seguido por ocho embajadores libios en diferentes países del mundo. “Están haciendo cosas terribles contra la gente. Khadafi debe renunciar para que se pare este baño de sangre. ya no tiene ninguna legitimidad”, explicó el ahora ex embajador en India Ali el Essawi, ante un corresponsal de Al Jazeera. Como él, también se despegaron del régimen los jefes de las misiones libias en Estados Unidos, Polonia, Indonesia, Australia, Malasia, Australia y el embajador ante la Liga Arabe, con sede en la capital egipcia.
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