Lunes, 22 de agosto de 2011 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Washington Uranga
Dos expresiones de Benedicto XVI en su visita de cuatro días a España, que culminó ayer, ponen en evidencia el diagnóstico que la jerarquía católica tiene respecto de la situación del catolicismo en el mundo: la religiosidad, la relación con Dios, el catolicismo en particular, se vive cada día más al margen de la Iglesia, por fuera de la institución eclesiástica y, por añadidura, sin atender a sus normas y determinaciones. En España el Papa habló, primero, de un “eclipse de Dios”. “En nuestro mundo moderno –dijo– se constata una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia, un verdadero rechazo al cristianismo.” En realidad, más que rechazo a la experiencia de Dios, en términos generales, se estaba refiriendo a un “eclipse” que afecta a la Iglesia Católica en su institucionalidad.
Benedicto XVI asumía en público y frente a las multitudes el mismo dato señalado aquí en Buenos Aires la semana anterior por el grupo de “Curas en opción por los pobres” cuando, en el documento de su encuentro anual nacional, usaron el concepto de “invierno eclesial”, del teólogo Karl Rahner, para calificar el momento actual de la Iglesia. Palabras similares usó el sacerdote Luis Farinello en los últimos días en un reportaje radial señalando que los seminarios “están vacíos”, no hay vocaciones sacerdotales, “no alcanzan los curas ni para celebrar misa” mientras, dijo, “les seguimos impidiendo a las mujeres el acceso al sacerdocio”.
Al Papa, como a la mayor parte de la jerarquía católica, le molesta la idea de los “católicos independientes”, una realidad que se multiplica en el mundo, también en los países de mayor tradición católica. Por eso, al despedirse de Madrid, Benedicto XVI les pidió a los jóvenes que no sigan a Jesús “en solitario”. Porque, les dijo, “quien cede a la intención de ir ‘por su cuenta’ o de vivir la fe según la mentalidad individualista que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa”. ¿Cuál puede ser la “imagen falsa” según Benedicto XVI? Seguramente la que se opone a la “imagen verdadera” que, supuestamente, es la que sostiene y legitima la institucionalidad de la Iglesia Católica a través de su jerarquía.
Puede decirse que el Papa no equivoca su diagnóstico. No hay un avance del ateísmo o del agnosticismo en el mundo, sino un abandono creciente de la institucionalidad religiosa, porque las personas ya no reconocen la mediación de la Iglesia —de sus normas, sus formas y sus ritos— para vincularse con Dios, un ser trascendente que se les presenta en la vida de diferentes formas y no sólo a través de la representación católica, como tampoco de otras instituciones eclesiásticas. La religiosidad se vive hoy con mayor libertad y de manera desinstitucionalizada.
Pero para el Papa no atender a las enseñanzas de la Iglesia equivale a “excluir a Dios”. Y en la misma visita a España, ante un auditorio festivo, juvenil y masivo, insistió en su defensa del celibato sacerdotal y no se bajó ni un ápice de las normas eclesiásticas sobre matrimonio y familia. Les pidió a los jóvenes que sean “testigos”, que den testimonio de su fe, pero nada se escuchó sobre los “pecados” de la Iglesia: la pedofilia, los abusos institucionales, el autoritarismo, la represión interna.
Benedicto XVI es fiel manifestación de una institución eclesiástica católica que —como dicen los Curas en la opción por los pobres— “niega” en su práctica las aperturas y la vocación de diálogo con la historia y el mundo impulsada por el Concilio Vaticano II hace más de cincuenta años.
Pero también es innegable que, como ocurrió ahora en España, el Papa —como hecho religioso, pero también espectacular y atracción turística— sigue congregando multitudes. Los organizadores de la fiesta juvenil española aseguran que en la última concentración en el aeródromo de Cuatro Vientos, en Madrid, congregó a un millón y medio de personas de 193 países. La policía española también habla de más de un millón de participantes. No menos cierto es que para estas actividades, como la Jornada Mundial de la Juventud que instaurara Juan Pablo II en su afán de acercarse a los jóvenes, el Papa busca “refugio” en los países donde aún permanece la mayor densidad de católicos. De allí también el anuncio de que la próxima jornada mundial juvenil católica se realizará en el 2013 en Brasil, con un año de anticipación de acuerdo con la fecha fijada inicialmente para no coincidir con el Campeonato Mundial de Fútbol, que también se realizará en el país sudamericano en el 2014.
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