El gobierno de Estados Unidos decidió retirar a su embajador en Siria, Robert Ford. Así lo confirmó el Departamento de Estado norteamericano, que acusó a Damasco de llevar adelante una “campaña de incitación” contra el diplomático, profundizando así la crisis en una relación bilateral cada vez más desgastada. Damasco reaccionó llamando a su embajador para consultarlo. Mark Toner, vocero del Departamento de Estado, ratificó el retiro de Ford, pero evitó definir cuándo retornaría a Damasco, lo que dependerá de la evolución de la situación en Siria y las “incitaciones del régimen” a la violencia contra el embajador. Desde hace meses y en medio de la Primavera Arabe, los opositores marchan pidiendo democracia y denuncian la mano dura del régimen. El embajador Ford irritó en repetidas ocasiones al poder sirio, por ejemplo, manteniendo contactos con la oposición.

El cortocircuito entre los países no terminó en el retiro del funcionario norteamericano. Washington arremetió con firmeza contra el régimen de Bashar al Assad y le pidió que ponga fin “de inmediato” a la “mentirosa campaña” impulsada contra el diplomático estadounidense, por la prensa oficial de Damasco, la única permitida en el país. Tras cinco años de ausencia, en enero, Estados Unidos volvió a enviar un diplomático a Damasco con el objetivo de intentar volver a acercarse a Siria.

El funcionario visitó en diferentes ocasiones aquellas ciudades donde las fuerzas de seguridad de Damasco mantienen un férreo control a las manifestaciones populares de protesta a favor de la democracia. Estas marchas están sacudiendo al régimen de Assad. En más de una oportunidad, estos viajes pusieron a prueba la seguridad del embajador. El 11 de julio, una muchedumbre de simpatizantes de Assad atacó las sedes de las embajadas de Estados Unidos y de Francia, en Damasco, además de la residencia del mismo Ford.

Esa vez los marines norteamericanos y los agentes de la seguridad francesa respondieron a los ataques, pero con alguna dificultad. Algunos manifestantes lograron pintar una leyenda, en el murallón que protege a la Embajada de Estados Unidos, definiendo al embajador como “perro”. El 29 de septiembre, Ford y la columna de vehículos que integra su seguridad fueron agredidos en Damasco por hombres leales al régimen, que arrojaron piedras y tomates contra los automóviles.

Poco antes, el diplomático había visitado a Hassan Abdel Azim, un anciano disidente que lidera una coalición de partidos no reconocidos por el gobierno, quien pidió repetidamente que finalizara la sangrienta represión en Damasco. Según Naciones Unidas, la violencia provocó hasta ahora la muerte de más de tres mil personas, entre ella 187 niños, al menos. El secretario de Defensa, Leon Panetta, aseguró que seguirá presionando para lograr la caída el régimen de Bashar al Assad, del cual destacó “ha perdido toda legitimidad”.

El movimiento diplomático de Estados Unidos llega en un momento especial para la región. A la denominada Primavera Arabe, que hizo caer los regímenes autoritarios de Zine el Abidine ben Alí en Túnez (ver aparte) y de Hosni Mubarak en Egipto, se sumó la derrota del gobierno encabezabo en Libia por Muammar Khadafi, asesinado el pasado jueves en circunstancias que todavía deben ser investigadas.

Para Washington y sus principales aliados de la Unión Europea e Israel, el presidente sirio encabeza un proceso autoritario y peligroso para la región por su fluida relación con Irán. Por eso ven con simpatía y hasta apoyan a los opositores que se manifiestan en todo el país. Por otra parte, el influyente hombre de negocios sirio Rami Machluf, primo de Al Assad y uno de los hombres más ricos del país, desmintió mientras tanto informaciones de la oposición según las cuales sobrevivió a un atentado fallido, algo que calificó de mentiras propagandísticas. El fin de semana se informó que había sobrevivido a un atentado en el que dos acompañantes perdieron la vida.

El choque diplomático parece ser una etapa en la convulsionada relación entre los dos países. La salida del embajador norteamericano ocurre luego de que cuatro civiles murieran en la provincia de Homs, en el centro de Siria, cuando fueron alcanzados por las balas de las fuerzas de seguridad. Otros ocho murieron anteayer, en la misma ciudad, y en Hama, al norte del país, según denunció el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH).