Martes, 25 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Sergio Caletti *
La vida nos da sorpresas, pero las elecciones presidenciales no. En la madrugada del lunes el escrutinio sobrepasó el 98 por ciento de los votos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se alzó con una mayoría de pocos precedentes y el país comenzó a encaminarse hacia su séptimo mandato constitucional desde el regreso de la democracia.
El mapa territorial y el mapa político de los resultados coinciden en lo abrumador. No debería sorprender que la coincidencia se extienda a la vez al mapa conceptual que nos acerca el sondeo del CeDOp, de la Facultad de Sociales de la UBA: diez de las principales medidas políticas llevadas a cabo en los últimos cuatro años recabaron niveles de acuerdo que fueron del 52 al 80 por ciento; sobre diez de los grandes asuntos nacionales, la población encuestada considera que en estos años se han producido mejoras en seis.
El laboratorio de la democracia argentina cumplió un trayecto llamativo en los últimos 28 meses. Algunos columnistas de la oposición, después de haber buscado la homología del voto-cuota menemista en el presunto voto-plasma, juegan últimamente todos sus argumentos a que fue la muerte de Néstor Kirchner y el retome del impulso en la actividad económica del último año los dos factores que desencadenaron la victoria del domingo. Es una crónica pobre. De las diez medidas políticas relevadas, como mucho habrá una que tal vez encaje en ese cartabón bicausal.
Detalle interesante: varias de estas políticas cuentan con un aval ciudadano que excede por mucho los votos a Cristina Kirchner. Esto es, los votantes de la oposición respaldan políticas que son del Gobierno. Sólo en ese contexto puede entenderse la fiesta del domingo, allí donde la legitimidad de origen de los venideros cuatro años pueda fundirse con la alegría del ejercicio.
Los adversarios derrotados hablarán, seguramente, de suma del poder público, de hegemonía y de recontrahegemonía, de falta de calidad institucional y hasta de fascismo. Usar palabras altisonantes no cuesta gran cosa.
* Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
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