Había guardaespaldas contratados privadamente, partidarios anónimos usando máscaras de Guy Fawkes, gritos de “te queremos, Julian” y el consabido grupo de paparazzis. Cuando Julian Assange llega a la ciudad, también lo hace el circo. Vestido con un traje azul marino y con una amapola en la solapa izquierda, por el Día del Armisticio, el fundador de Wikileaks subió las escalinatas del Alto Tribunal ayer para escuchar de la boca de dos jueces que estaba un paso más cerca de ser extraditado a Suecia para enfrentarse a cargos de violación de una mujer y de acosar sexualmente a otra el año pasado, en Estocolmo.

Once meses después de su primera aparición ante el tribunal de magistrados de Westminster –y casi exactamente un año desde que Wikileaks publicara el primero de los cables secretos diplomáticos de Estados Unidos– dos jueces de la Corte Suprema dictaminaron que un pedido de arresto de un fiscal sueco en contra del australiano, de 40 años, era una respuesta “legal” y “proporcionada” a las acusaciones de que había atacado sexualmente a dos mujeres ahí el año pasado. Salvo que pueda apelar a la Corte Suprema –una decisión que se discutirá en una audiencia separada dentro de tres semanas– lo más probable es que Assange esté en un avión camino a Estocolmo antes o poco después de la Navidad.

El tribunal rechazó que los hechos calificados como violación en Suecia puedan ser considerados como un acto consentido en Gran Bretaña. “Es difícil imaginar razonablemente cómo una persona puede consentir si afirma estar durmiendo, y por otra parte el consentimiento no puede haber sido dado sin el uso de un preservativo”, indicó la corte en sus consideraciones. Impasible, Assange se limitó a tomar notas durante la sesión durante la cual el presidente de la corte, John Tomas, rechazaba uno a uno los argumentos presentados por la defensa.

Assange había recurrido el pedido de extradición y el Alto Tribunal de Londres ayer rechazó el recurso. Assange, que niega las acusaciones, argumenta que en Suecia no recibiría un juicio justo y que su extradición está motivada políticamente. Además, el país nórdico no emitió aún una acusación formal. Sus abogados aseguran que Assange teme que al final será entregado a las autoridades estadounidenses, debido a la tormenta causada el año pasado por su web al revelar cientos de miles de documentos confidenciales del Departamento de Estado estadounidense.

En una breve declaración en las escalinatas de la corte, Assange no dio una pauta sobre los pasos que tomará, indicando que una apelación costosa no es necesariamente una conclusión decidida de antemano. “No he sido acusado de ningún delito, en ningún país –dijo, hablando contra un aluvión de flashes de fotógrafos–. Estaremos considerando nuestro siguiente paso en los próximos días.”

Los alrededores de paneles de madera de la Corte Cuatro son usados ahora para las escenas a menudo bizarras que ocurren cuando Assange está presente. Como en las audiencias anteriores, la galería estaba tan atestada como los bancos de los periodistas. Los guardias de seguridad tuvieron que pedirle amablemente a un miembro del público que bajara una bandera de Wikileaks.

Rudolphe Charlot, un almacenero francés de comida orgánica, de 23 años, del sur de Londres, fue detenido en la alcaidía durante dos horas y reprendido por los jueces por tomar fotografías de los procedimientos con su celular. Aunque ahora está permitido usar los celulares para actualizar los informes en la corte, cualquier forma de grabación de video o audio todavía está prohibida.

Se les pidió al juez Lord Thomas y al juez Ouseley que consideraran cuatro preguntas legales sobre la extradición de Assange: ¿El pedido de captura fue emitido por una autoridad competente? ¿Los delitos por los que es buscado también se consideran delitos en Gran Bretaña? ¿Es Assange “un acusado”? ¿El pedido de arresto es una respuesta proporcionada a las acusaciones en su contra? Los jueces dijeron que sí a los cuatro puntos. El caso prosigue su curso, pero Assange quedó al borde de la extradición a Suecia.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.