EL MUNDO
“Me dio miedo, pero me arrepentí y ahora quiero volver a entrar”
El fotógrafo argentino Juan Ferrari estuvo dos meses en Bagdad, vivió cuatro días de bombardeos, pero la cercanía de éstos lo llevó a irse. Ahora quiere volver, a un campo de refugiados.
Por Mercedes López San Miguel
El fotógrafo argentino Juan Ferrari formó parte de la agrupación Human Shields (escudos humanos) que está en Bagdad para proteger instalaciones civiles de los ataques norteamericanos. Ferrari, de 26 años, estuvo los primeros cinco días de ofensiva en la capital iraquí, luego se trasladó a Jordania, desde donde mantuvo un diálogo con Página/12. Con idea de volver cuanto antes a Irak, relató la experiencia que captó con su lente.
–Te pregunto lo más obvio: ¿por qué te fuiste?
–Sentí una mezcla de miedo e incertidumbre porque los lugares que me encomendaron proteger habían sido objetivos militares en la primera Guerra del Golfo. Fue un análisis profundo que hice y lo hablé con otras personas. Además, si no estaba protegiendo uno de los cinco puntos estratégicos –vitales para la población– convenidos entre Human Shields y el gobierno iraquí (dos centrales eléctricas, dos potabilizadoras, una central eléctrica), no me podía quedar en Irak. De todas formas, cuando me separé del grupo estuve en un hotel a 100 metros del hotel Palestine, escapándole a la policía. Había siempre cuatro o cinco policías dando vuelta que si me veían, me reportaban.
–¿Cuántos se fueron al igual que vos?
–Del total de 250 que éramos desde el principio, quedaron unos 60 o 70 escudos humanos. Gente que admiro ciento por ciento, claro.
–¿Cuánto tiempo estuviste como escudo humano?
–Estuve unos dos meses en Bagdad, llegué a mediados de enero. Viví los cinco primeros días de bombardeos en la ciudad, que fueron creciendo progresivamente: primero eran nocturnos, después en el día, y más tarde en cualquier momento. Este lunes llegué a aquí.
–¿Qué sitio fuiste a salvaguardar?
–Estuve 10 días en una central eléctrica y 10 días en una refinería. Eramos unos 20 escudos humanos en la primera y unas 15 personas dentro de tres caravanas tipo containers en la segunda. A unos 500 metros había un barrio de 2000 personas que viven y trabajan y fuimos unos 30 escudos humanos a pasar tiempo allí, siempre en contacto con los iraquíes. Me movía a diario con su gente, me mostraron que estaban dispuestos a pelear para defender lo que es suyo. Por otro lado, pude notar que están manipulados por el régimen, que los priva de libertades.
–¿Hubo bombardeos contra esos “flancos” de ataque?
–En los días en que estuve esos sitios no se tocaron, pero los bombardeos que en principio golpearon los edificios del gobierno iraquí, luego no respetaron tiempo ni lugar.
–¿Qué sentiste?
–El primer día que bombardearon Bagdad sentí que el corazón se me salía, y a la vez traté de mantener la calma. Después, se fue haciendo una costumbre. Estaba atento si sonaban las sirenas. Al tercer día los bombazos caían cerca y los edificios temblaban. Pero nadie se movía. Mejor dicho, los militares no nos dejaban movernos. Sólo pasaba alguna ambulancia. Entonces tomé fotografías de lo que pasaba.
–¿Qué veías?
–Vi la escasez de todo: medicina, comida, recursos básicos. Vi el poder de las armas, durante los ataques la calle era un desierto, y por minutos no volaba una mosca. Para mi sorpresa, cuando salía el sol la gente se activaba, volvía a hacer su vida. La parte vieja de Bagdad conservaba sus negocios abiertos. Yo visité solo uno de los hospitales principales en Bagdad y vi heridos –aunque no nos dejaban ver–, vi chiquitos llorando, gente llorando.
–¿Cuál era la reacción del pueblo iraquí que pudiste percibir?
–Es una cultura completamente distinta a la nuestra, se toman todo con más calma. Es un pueblo alegre, servicial y sin prejuicios. Por eso no creo que cambien de forma radical su visión respecto a Occidente. Además, son muy agradecidos de los que están con ellos. Los iraquíes están siendo castigados por el embargo, por el régimen y ahora aún más con la guerra. –¿Qué te motorizó a estar allá?
–Fui con la tarea de demostrar al mundo la ilegalidad de una guerra, lo injustificable de las muertes de civiles. Yo soy fotógrafo y pacifista y trato de dar mi testimonio de haber estado allí. Porque ahora miro la televisión de Estados Unidos y me causa risa lo que muestran.
–¿Te arrepentís de algo?
–¡De haberme ido! Me arrepiento de no seguir allá y estar con ellos, pero los accesos están cerrados. Una vez que te comprometés, te involucrás y querés volver. Por eso, ahora mi próximo paso será intentar acceder a los campos de refugiados en la frontera con Irak, por medio de alguna ONG. Mi idea es volver a entrar.