EL MUNDO
¿De qué justicia están hablando?
El acusado Slobodan Milosevic se convirtió en un fogoso acusador de la OTAN y la Corte de La Haya durante el proceso, ayer.
Por Ian Black *
Desde La Haya
Slobodan Milosevic finalmente tuvo su momento ayer en la corte, y lo utilizó con efectos electrizantes para golpear al tribunal de crímenes de guerra de La Haya y a sus “jefes” de la OTAN por “crucificarlo” y desmembrar Yugoslavia. Hablando furioso y sin interrupciones durante cuatro horas, el ex presidente revirtió los roles de sus acusadores, desplegando horribles fotografías de cuerpos mutilados y carbonizados de víctimas de ataques aliados y ridiculizando las “terribles fabricaciones” de enemigos “con mentes malditas”.
“Este show que se supone tiene lugar bajo la apariencia de un juicio es un crimen contra el pueblo serbio y en contra mío como jefe de Estado”, tronó Milosevic, apuntando con su dedo al juez y mirando constantemente a través del vidrio antibalas a la atestada galería de la prensa y público. “También es un crimen contra la verdad. Esta es una lucha entre la justicia y la injusticia. Todo el mundo sabe que éste es un juicio político”. Carla del Ponte, la fiscal principal de la ONU, estaba sentada inmóvil mientras el hombre a quien alude como “el acusado Milosevic” la criticaba a ella y a su equipo por decir “horribles mentiras” y exigía ser dejado en libertad para preparar mejor su defensa.
Era un monólogo cautivante, lleno de veneno sin que Milosevic dejara ver ni un atisbo de preocupación por el hecho de estar acusado de cometer genocidio y crímenes contra la humanidad durante casi una década de guerra y limpieza étnica en Bosnia, Croacia y Kosovo. Impugnación en todos los frentes fue la principal estrategia de Milosevic, delineada en un montón de papeles en la mesa delante suyo. Pero la furia empobrecía su flujo narrativo a medida que repetía sus ataques feroces de volver al texto guía. Protestando por la forma en que las víctimas se habían convertido en culpables –el núcleo de su argumento– el ex líder de Yugoslavia pintó el retrato de una conspiración de los medios globales que sirven a la propaganda de la OTAN y que demonizan a inocentes serbios. “Sus jefes destrozaron Yugoslavia –dijo al tribunal–. Empujaron a Bosnia a una guerra civil. Los serbios no comenzaron la guerra. No tiene sentido acusar al lado equivocado”.
Milosevic permaneció sentado en el estrado entre sus guardias de la ONU durante la perorata: no estaba brindando evidencia sino aprovechándose de su derecho –escrupulosamente observado por la corte que el se niega a reconocer– de hacer una declaración de apertura. El juez Richard May, el británico que preside sobre el juicio de guerra más importante desde Nuremberg, estaba sentado con los labios fruncidos, con aspecto dolorido. Habló solo dos veces, para instar al acusado a que hablara más lentamente para que los intérpretes pudieran mantener el ritmo de su torrente de serbio. No era cuestión esta vez, como lo fue durante la escaramuza prejuicio y luego nuevamente durante la audiencia del miércoles, de cortarle el micrófono.
Pero sin duda eso pasará de nuevo cuando el caso realmente comience y los comentarios del acusado tendrán que demostrar que son relevantes al tema de su culpa o inocencia en 66 cargos. Tampoco objetó el juez May cuando Milosevic pidió que se exhibieran fotografías en los monitores de televisión de la corte, que mostraban la cabeza cortada de un hombre barbudo, partes de cuerpos y carne humana carbonizada: los restos de un convoy de tractores de refugiados albaneses muertos por bombas de la OTAN el 14 de abril de 1999. Le pidió a una funcionaria de la corte que desplegara las imágenes, que revolvían el estómago, ordenándole que siguiera con un cortante: “la próxima” , cuando alguna se había detenido en la pantalla por unos momentos. “Eran todos campesinos, madres e hijas -dijo Milosevic–. Fueron elegidos como blanco intencionalmente porque estaban regresando a su pueblo.” Sobre Kosovo, que ocupó mucho de su discurso, su argumento fue que la intervención occidental fue “fraguada” y que no había habido un desastre humano en la provincia hasta que comenzó el bombardeo de la OTAN. Ese fue el tema de un documental de televisión alemán de una hora de duración que hizo proyectar en cuanto comenzó la sesión. También se mostraron breves extractos de un programa de la BBC.
Descartando con sorna los relatos de la Fiscalía sobre la estructura de las Fuerzas Armadas yugoslavas –cruciales para la teoría de una “responsabilidad de comando”–, insistió en que había dado órdenes estrictas de que no se hiriera a los civiles, pero indirectamente admitió que se habían cometido algunos crímenes. “No estoy tratando de decir que algunos individuos no hicieron esto, pero la policía y el ejército defendieron al país con coraje y honor,” dijo. En un momento fascinante hizo alarde de la valentía militar yugoslava. “Somos el único país que logró derribar un avión de la OTAN llamado invisible, el bombardeo Stealth”. Explicó que se lo había mostrado en 1995 el enviado de Estados Unidos Richard Holbrooke durante las conversaciones de Dayton, un nada sutil recordatorio que él había sido socio en la búsqueda por la paz de los Balcanes antes de convertirse en el primer jefe de Estado en funciones en el mundo de ser acusado de crímenes de guerra.
Otras imágenes documentaban la destrucción provocada por la OTAN durante su campaña de 78 días. “Sólo los nazis podrían haber pensado en tal bombardeo de pueblos –dijo–. El objetivo de la agresión obviamente era destrozar la nación entera, para hacer volver a Serbia a la edad de piedra”. Richard Dicker, de Human Rights Watch, comentó durante un intervalo: “Habló con verdadero sentimiento sobre la pérdida de vidas en 1999. Será interesante ver como puede extender esa preocupación a los cientos de miles de víctimas en Bosnia”.
Sobre el tema de los infames campos en Bosnia, parte del catálogo de los horrores proyectado por la fiscalía, el acusado adujo ignorancia. “No lo sabía porque no podía creer que la gente podía hacer tales cosas”, dijo Milosevic como al pasar. Pero cuando le preguntó a los líderes serbios bosnios, “ellos dijeron que no había campos, y yo creo que ellos tampoco sabían. Todos fuimos engañados”.
Fue un día sombrío, muy cargado, pero hubo momentos de liviandad. Mirando por sobre sus anteojos como un maestro irritable, reprendió a la fiscalía por su relato del discurso que él había hecho en Kosovo en 1989, que enfatizaba la perspectiva de una futura guerra. “¿Que es lo que tratan de decir de mi discurso? –preguntó–. Fue un discurso muy bueno, un discurso excelente, en realidad. No creo que se le pueda encontrar una falla.” Y hubo un murmullo de risas cuando recriminó a Geoffrey Nice, el abogado británico que es el asistente de fiscal para Del Ponte, por describir a Kosovo como “limitando” con Serbia. “Usted dice que Kosovo limita con Serbia. Kosovo no limita con Serbia. Kosovo ES Serbia. La Haya no limita con Holanda”, dijo.
Nada arrepentido sobre el pasado, fue desafiante sobre el presente, calificando a los reformistas serbios que lo derrotaron en 2000 y lo entregaron al tribunal el verano pasado como un “régimen títere” de Occidente. El ex presidente yugoslavo tiene más tiempo para hablar al público hoy, y promete continuar la destrucción del caso en su contra y exponer severamente la hipocresía de sus oponentes. Un veterano observador de los Balcanes dijo que la actuación de ayer era un ejemplo típico de género. “Es la primera vez que el resto del mundo puede saborear la totalidad de la retórica de Milosevic que los serbios recibían en sus cabezas todas las noches durante diez años por los medios oficiales,” dijo Tony Borden del Instituto de Información sobre la Guerra y la Paz.
Las conspiraciones de otros parecían centrales para su perspectiva y varias veces parecía acusar a los alemanes de tratar de vengarse por su derrota a manos de los partisanos serbios en la Segunda Guerra Mundial. “No es por casualidad que los fiscales mencionaron a Nuremberg –dijoMilosevic–. No están satisfechos con su derrota. Me están crucificando aquí, lo están haciendo con la ayuda de sus aliados y sus enemigos de otro tiempo”.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.