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La dura actitud diplomática de EE.UU. hacia la presidencia de Hugo Chávez, con el terrorismo como principal desavenencia, ha obligado al gobierno venezolano a enviar a un grupo de delegados oficiales y de la oposición a Washington para entrevistarse con el Departamento de Estado, el Congreso, los sindicatos norteamericanos y la Organización de Estados Americanos (OEA) e intentar mejorar las maltrechas relaciones entre los dos países.
Los públicos reproches del secretario de Estado Colin Powell y su adjunto Carl Ford preocupan a un gobierno que se tambalea por el creciente descontento popular. El jefe de la diplomacia norteamericana criticó la pasada semana los viajes de Hugo Chávez a países considerados enemigos: Cuba, Libia, Irán, Irak, socios estos tres últimos de Venezuela en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). También dudó de su sinceridad en la cruzada internacional contra el terrorismo. Ford citó evidencias que avalarían la complicidad de Chávez con la guerrilla colombiana. George Tenet, director de la CIA, por su parte, pronosticó nuevas dificultades en el país petrolero como consecuencia de la caída de los precios del barril y “la creciente insatisfacción” popular.
Desde su investidura hace tres años, el presidente venezolano entró en la cobertura de los radares estadounidenses al proclamar la independencia de su política exterior “con un conmovedor simplismo”, sostiene Manuel Felipe Sierra. Su desprecio por las apremiantes circunstancias del contexto internacional, o simplemente su doble discurso, colocó al país en cuarentena, lamenta el analista. La publicación de un video con reuniones de militares con jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), para rescatar a un compatriota secuestrado, sin consultar “al alto mando”, según precisó el gobierno, determinó el toque de atención de Washington a su principal suministrador de crudo.
“Los funcionarios norteamericanos están mal informados o lo dicen a sabiendas o lo dicen a conciencia para un efecto determinado”, declaró el ministro de Interior y Justicia Ramón Rodríguez, capitán de navío retirado. Las discrepancias del presidente con algunos de sus subordinados respecto a cómo abordar las relaciones con Estados Unidos han sido evidentes, y condujeron a la renuncia de su embajador en Washington, Ignacio Arcaya, el mes pasado. En diciembre de 1999, el entonces ministro de Defensa Raúl Salazar chocó con Chávez después de que fuera desautorizado el ingreso de un barco norteamericano con equipos y técnicos contra los devastadores efectos de las inundaciones de aquellas fechas en el estado caribeño de Vargas. El ministro acabó siendo nombrado embajador en Madrid.
Una de las probables consecuencias del reciente endurecimiento “gringo”, negada por Caracas, fue la exclusión de Venezuela de la cumbre de la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela), el 24 de marzo próximo en Lima, para abordar la prórroga de la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas, en la que no está incluida Venezuela pese a haberlo solicitado desde 1995. El presidente norteamericano George W. Bush, que asistirá a esa reunión, pidió al presidente Alejandro Toledo que no invitara a Venezuela porque le incomoda su jefe de Gobierno, según fuentes diplomáticas citadas por la corresponsal del diario El Nacional en Washington.
Flanklin González, director del departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Central de Venezuela (UCV), piensa que Washington ha tomado partido a favor de la oposición, “y no ve con desagrado sus acciones, sino con agrado”. Todos los movimientos efectuados desde la huelga patronal del 10 de diciembre, afirma, son consultadas con la embajada norteamericana en Caracas. “Al mundo globalizado se le agregaahora el principio del maniqueísmo”, sostiene González, para quien “un Estado que se respete debe levantar la bandera de la soberanía”. Otros defensores del gobierno identifican las críticas de Washington a la presencia de funcionarios de origen cubano en puestos clave.