Lunes, 4 de febrero de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LEV GRINBERG AFIRMA QUE LOS PASADOS COMICIOS REPRESENTAN EL éXITO, PERO TAMBIéN EL FRACASO DE LOS INDIGNADOS
El sociólogo Grinberg, autor de Política y violencia en Israel/Palestina. Democracia versus régimen militar, señala que los partidos políticos intentaron capitalizar el movimiento y que se perpetuó la falsa dicotomía derecha-izquierda.
Por Mercedes López San Miguel
El veterano político ultranacionalista Benjamin Netanyahu está queriendo formar gobierno en Israel después de que su partido, Likud, recibiera un revés en los comicios que lo ha obligado a sellar nuevas alianzas. Es probable que sume al novato y ex conductor de televisión Yair Lapid y su partido de centro Yesh Atid (Hay Futuro) a su bloque de derecha. El sociólogo y economista Lev Grinberg afirma que estas elecciones representan una paradoja: “El éxito del movimiento de protesta de 2011, pero también su fracaso”. Como una réplica de los indignados de España, centenares de miles de israelíes salieron a las calles en septiembre de 2011 para condenar el elevado costo de la vida en Tel Aviv, Haifa y otras ciudades. En diálogo con Página/12, el fundador del departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Ben Gurion señala los límites de este movimiento. “Es incapaz de combinar el discurso de la igualdad y justicia social con la necesidad de tomar acciones a favor de grupos oprimidos como los mizrahim en la periferia, los árabes, los ultraortodoxos, los etíopes y, sobre todo, los palestinos en los territorios ocupados.”
El profesor Grinberg nació en Argentina y se fue a vivir a Israel en 1971, con 18 años. Tres años después fundó el movimiento de estudiantes judeo-árabe Campus y en 1982 fue uno de los fundadores del movimiento de soldados objetores de conciencia Yesh Gvul (Hay un Límite). Estuvo en nuestro país presentando su último libro, Política y violencia en Israel/Palestina. Democracia versus régimen militar (editorial Prometeo), en el que afirma como idea medular que los partidos cierran el espacio político cuando se ven amenazados, es decir, que no incorporan nuevas agendas. Y que ésta sería la reacción de los partidos frente a la protesta social, que no es más que la expresión del desencanto de lo político. “Quienes integran el movimiento quieren cambiar el discurso y están demarcando las fronteras de Israel: desean vivir bien dentro de Israel y no en los territorios ocupados. Se quejan de que se recortó el Estado de Bienestar, pero se mantuvieron los subsidios a los colonos.” Grinberg afirma que participan de la protesta los grupos sociales que no tienen representación en la política y que critican las decisiones económicas del premier Netanyahu. “Las políticas neoliberales perjudican a las clases medias y bajas de Israel. Pero es sólo un movimiento, no se tradujo en una formación política.”
Y que frente a este “que se vayan todos”, como compara Grinberg el espíritu de la protesta con el 2001 argentino, los partidos políticos manipularon a la opinión pública. “El candidato a la reelección Netanyahu llevó adelante una campaña del miedo –miedo a Irán, a los palestinos–para tapar el tema de la crisis y los efectos de sus políticas de corte neoliberal.” Para el profesor, se mantuvo el discurso de la polarización que silencia el debate de otros asuntos. “Desde 1977 que el Likud y el Laborismo han impuesto la dicotomía derecha-izquierda a fin de preservar su poder y evitar que otros rivales entren en la arena política.”
Ante la pregunta de qué representa este nuevo rival en la arena política, que es Lapid –su partido quedó como segunda fuerza en el Parlamento con 19 escaños–, Grinberg subraya que el líder de Yesh Atid maneja un mensaje moderno y que ésa es su “sofisticada manipulación”. “Lapid apareció con algo nuevo, que atraía a los jóvenes y las clases medias que lo votaron, porque éstas quieren mantener su situación económica, no les importa ningún otro tema. Lapid dio un mensaje económico: dijo que Netanyahu bajó el nivel de vida y que el precio de la vivienda aumentó un 40 por ciento.”
Lapid no deja de ser un emergente, un nuevo fenómeno en la política israelí. Su partido consiguió captar a la clase media secular que siente que no tiene representación. Entre los grupos árabes (palestinos, 10 por ciento en el Parlamento) que están relegados también hay clase media no representada. Pero Lapid no los tiene en cuenta. Grinberg insiste en la idea de la manipulación. “Lapid manipuló que la protesta estaba centrada en la clase media, porque él no representa a las clases bajas (tradicionalmente éstas votan al Likud). El atrajo a gente de capas medias, que antes votaban a la izquierda.”
Lapid tiene un problema con los judíos ortodoxos, señala el profesor. “Cuando habló de igualdad de derechos sumó la igualdad de obligaciones, es decir, que los judíos ortodoxos vayan también al ejército. Este tema tapó los otros asuntos.”
El movimiento de indignados logró movilizar a las clases medias y bajas. Los medios de comunicación decían que eran las clases medias las que salieron a las calles, pero también se movilizaron grupos periféricos. “La sensación que dejaron estos comicios es de que nadie habló de lo que a la sociedad le interesa. La gente fue a votar –en Israel no es obligatorio– como acto de protesta contra Netanyahu, todos los que estaban en contra fueron y parte de los que lo apoyan se quedaron en su casa.” Eso explica por qué el pasado 22 de enero la coalición Likud-Beitenu obtuviera 31 escaños (de un total de 120), once menos que las anteriores elecciones.
El experto explica por qué no se debatió el conflicto con los palestinos. “No hubo propuestas que llevaran a la gente a votar por la paz, no hubo discurso ni legitimidad para tratar el tema. Meretz (pacifista de izquierda) y Hatnùa (partido que creó la ex canciller Tzipi Livni) lo plantearon y cada uno recibió seis escaños. El movimiento, en su afán de lograr que se movilicen las bases de la derecha, no dijo nada sobre el conflicto y la ocupación.”
Pero asoma una luz al otro lado del túnel. Grinberg piensa que pronto los indignados israelíes volverán a las calles y que “podrán transformar la protesta en lenguaje político”. En ese caso habrá que esperar a las nuevas elecciones.
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