Jueves, 28 de febrero de 2013 | Hoy
EL MUNDO › GORDILLO FUE ACUSADA DE MALVERSAR FONDOS DEL SINDICATO DE MAESTROS
La dirigente vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación se convirtió en la pieza de la legitimación política del retorno del PRI a Los Pinos, un golpe de fuerza que necesitaba del presidente Peña
Por Gerardo Albarrán de Alba
Desde México, D. F.
La historia de Elba Esther Gordillo es la historia del poder en México, al menos durante el último cuarto de siglo. Detenida el martes por la noche al descender de su jet privado en el aeropuerto de Toluca, a 60 kilómetros al poniente de la capital del país, procedente de San Diego, California, donde reside esporádicamente, la dirigente vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) se convirtió en la pieza de la legitimación política del retorno del PRI a Los Pinos, el golpe de fuerza que Enrique Peña Nieto necesitaba para verdaderamente asumir el poder en el cargo de presidente de la república del que tomó posesión hace casi tres meses.
Elba Esther pasó la noche en un penal de mujeres en las orillas de la ciudad, acusada de malversar 2 mil 600 millones de pesos (poco más de 200 millones de dólares) pertenecientes a las cuotas sindicales pagadas por más de un millón 200 mil maestros y trabajadores de la educación, equivalentes a medio millón de dólares cada día.
Para las masas ha quedado la escenificación: la Procuraduría General de la República (PGR) armó un caso contra La Maestra en poco más de dos meses, luego de que el área de inteligencia financiera de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público detectara un movimiento irregular de 2 millones de pesos en un par de cuentas de cheques del sindicato y rastreara los movimientos de dos cuentas entre 2009 y 2012. Un mapa de conexiones entre Gordillo, tres prestanombres, empresas fantasma y cuentas en Suiza y Liechtenstein, exhibido por las autoridades, muestra una red de complicidades e ingeniería financiera digna de los más grandes capitales trasnacionales o de los mayores capos del crimen organizado que haya en el mundo. Para los poderes fácticos, eso es anécdota. A ellos les importa la criptografía elemental del mensaje subyacente: “El que puede lo más puede lo menos”, un principio general del derecho recodificado como ejercicio del poder del Estado, todo él sobre la cabeza de una de sus piezas clave que amenazaba con volverse en su contra.
En Guadalajara, a 460 kilómetros al noroeste de Ciudad de México, los dirigentes formales del SNTE, todos ellos subordinados de Elba Esther, se quedaron esperando la llegada de su líder vitalicia a la convención de la que iba a salir la estrategia para una movilización nacional que se opondría a la reforma educativa promulgada apenas la víspera.
Gordillo no es solamente un personaje importante caído en desgracia, mucho menos su arresto es un mero acto de justicia. Se trata de un acto brutal de poder, del tamaño del que hace 24 años legitimó en la presidencia de la república a Carlos Salinas de Gortari, ensombrecido por acusaciones de fraude electoral en contra del candidato de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, el hijo del mítico general Lázaro Cárdenas, el mismo que nacionalizó el petróleo. En enero de 1989, Salinas montó en Tamaulipas un operativo policíaco para arrestar a Joaquín Hernández Galicia, líder del poderosísimo sindicato petrolero, a quien le sembró el cadáver de un agente del Ministerio Público que en realidad había muerto en Chihuahua. Tres meses después, en abril, Salinas descabezó al SNTE, se deshizo de su “líder moral”, el senador priísta Carlos Jongitud Barrios, y encumbró a Elba Esther Gordillo al frente del sindicato más grande y poderoso de Latinoamérica.
Originalmente historia de caciques, la de Gordillo se convirtió en un thriller a la espera del guionista que le dé el glamour que sólo el poder dispensa a quienes no lo llevan en el ADN. Lo tiene todo: sexo, dinero a raudales, magia negra, triangulaciones financieras internacionales, derroches, excesos, traiciones, asesinatos...
Amante del líder sindical al que dio la espalda para encumbrarse ella en el SNTE, Elba Esther amasó una fortuna incalculable, a la que apenas se puede asomar a través de las propiedades que se le conocen en la exclusiva Isla Coronado, en San Diego, California, a unos minutos de la frontera con Tijuana; o sus propiedades en Polanco, uno de los barrios residenciales del Distrito Federal, que incluso le permitieron ser casera del que fuera canciller de Fox, Jorge G. Castañeda; o sus impresionantes colecciones de arte. Más visible es su gusto por la ropa y los accesorios de diseñador, que le permitían salir a la calle luciendo prendas de más de 10 mil dólares. Sus favoritas: Chanel, Prada, Escada, Louis Vuitton y Hermes.
Abuela cariñosísima, amiga leal, enemiga mortal. Así se la conoce entre los suyos, así la acusan sus enemigos, quienes la señalan como autora intelectual del asesinato del maestro Misael Núñez Acosta, el 30 de enero de 1981. El era parte de un movimiento magisterial que convulsionó al SNTE y prefiguró la caída del entonces dirigente Carlos Jongitud y el ascenso de Gordillo. Más de 200 profesores fueron asesinados o desaparecidos en México tras la muerte de Núñez Acosta. A quienes están con ella les va mejor, como demostró el regalo de 59 camionetas Hummer a otros tantos dirigentes seccionales del SNTE. Su propia familia puede dar testimonio. No sólo goza de propiedades, colecciones de arte y cuentas bancarias multimillonarias, sino que se han incrustado en la clase política: un yerno fue subsecretario de Educación Básica, su hija es senadora de la república, su nieto es diputado federal. Y todo gracias a que Elba Esther es dueña de su propio partido político: Nueva Alianza, creado luego de ser expulsada del PRI, del que llegó a ser secretaria general.
Célebre es su adhesión a la santería y, después, al vudú. Modificó incluso el logotipo del SNTE para incluir una carta del tarot. A mediados de los ’90 viajó a Africa para realizar un embrujo en contra del entonces presidente Ernesto Zedillo, quien se había convertido en su enemigo político cuando fue secretario de Educación Pública. El rito implicó el sacrificio de un león vivo, y el costo –además del pago de 456 mil dólares– fue la vida del nieto más querido de La Maestra, quien murió poco después del viaje en un trágico accidente en el elevador del departamento donde vivía, mientras jugaba con otros niños, según cuenta el libro Los Brujos del Poder.
Como sea, el poder de Elba Esther se incrementó desde ese momento. No sólo sobrevivió al sexenio de Zedillo, sino que fue pieza clave en las administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, a quienes incluso arrancó posiciones en la administración pública y los sometió a sus caprichos en las políticas de educación. En 2000 realizó otro rito poco después del triunfo de Fox, en el que involucró a todos los dirigentes del SNTE. Si eso sirve de algo, tal vez explique el sometimiento de Fox y Calderón. En todo caso, es más que finito. O al menos ya no le alcanzó para controlar a Enrique Peña Nieto.
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