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Ayer se oficializó otro candidato que la semana pasada preparó su terreno, renunciando al Ministerio de Salud. Se trata de José Serra, el candidato del presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso, que está cuarto en las encuestas en una campaña para las presidenciales de octubre en las que nada parece dicho.
Según una encuesta publicada ayer y conocida anteayer, las preferencias electorales de los brasileños están entre la gobernadora del estado de Maranhao, Roseana Sarney, y el siempre presente Luiz Inácio Lula Da Silva, ambos en torno al 26 por ciento. El tercer lugar lo ocupa el gobernador de Río de Janeiro, Anthony Garotinho. Como Sarney, Serra viene subiendo en las encuestas, aunque en un lejano diez por ciento.
José Serra tiene en su haber una gestión reconocida como “buena” entre los analistas y políticos brasileños. Y, también, tiene en su haber lo difócil de pronosticar un resultado en Brasil en los últimos años. Desde los tiempos de Fernando Collor de Mello, “Lula”, que tiene problemas en su candidatura por su viraje hacia el centro para captar votos, suele encabezar las encuestas al comienzo de una campaña, para perder el día de las elecciones. Por su parte, Sarney aún no hizo grandes propuestas y se mantiene en relativo silencio, gozando de una especie de boom publicitario. Claro que para aspirar seriamente aunque sea al ballottage, Serra cuenta con un salvavidas de plomo: defender la gestión del actual gobierno. Y para eso ya empezó ayer: “El Brasil de 2002 es un país mejor del que Cardoso recibió en 1995”.