Sábado, 28 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › AL TENER QUE NEGOCIAR CON SOCIALDEMOCRATAS O VERDES, TENDRA QUE CEDER ALGO
A pesar de haber obtenido el mejor resultado electoral desde la reunificación alemana, la CDU de Merkel tendrá que pactar con la oposición centroizquierdista porque sus socios liberales se quedaron afuera del Congreso.
Por Matti Steinitz
Desde Berlín
Después de la fiesta viene la resaca. La canciller reelecta Angela Merkel, que obtuvo el mejor resultado desde la reunificación alemana para la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en las elecciones del domingo pasado, está buscando un socio para formar una coalición de gobierno, pero las perspectivas se están poniendo cada día más complicadas. Como sus aliados políticos del Partido Liberal Demócrata (FDP), que habían formado parte de su gobierno durante los últimos cuatro años, se quedaron afuera del Parlamento, la CDU se ve obligada a encontrar un acuerdo con la oposición centroizquierdista, esto es, o con el Partido Social Demócrata alemán (SPD) o con los verdes. Son dos opciones que implican la necesidad de encontrar compromisos, y desviarse de alguna u otra forma del proyecto neoliberal que había perseguido la coalición de centroderecha entre CDU y FDP. Es una idea difícil de aceptar para los estrategas del partido, que están entusiasmados por la escalada espectacular en las urnas. Pero se consuelan sabiendo que en las negociaciones van a poder actuar desde una posición de fuerza.
Es justamente por la fuerza abrumadora del “merkelismo” –una palabra que se usa cada vez más para describir la manera en que la canciller está dominando la política alemana– que la voluntad de entrar otra vez en una “gran coalición” con los rivales de la CDU, como ya la hubo entre 2005 y 2009, está más que limitada entre los socialdemócratas. Pero mientras la dirección del SPD –representada por Sigmar Gabriel– ya señaló que está dispuesta a entrar en negociaciones con la CDU, se está llevando a cabo una verdadera rebelión en contra de someterse otra vez al “abrazo mortal” de Merkel en las filas del partido.
Secciones regionales enteras están advirtiendo el riesgo que significaría colaborar una vez más con el adversario político. “No hicimos una campaña electoral para brindarle la mayoría parlamentaria a la CDU, sólo para que pueda seguir en el gobierno y continuar su política”, dice un comunicado de la sección del SPD de la provincia de Nordhein-Westfalen, que es la que tiene mayor influencia en el partido. Mientras que Peer Steinbrück, el candidato fallido del SPD, ya descartó de antemano una participación en una coalición con la CDU, en Sigmar Gabriel recaerá la tarea de moderar este conflicto interno para finalmente tomar una de las decisiones más difíciles en la historia de su partido: decir sí a otros cuatro años al lado de Merkel, lo que para muchos militantes equivaldría a una traición de los ideales de su partido y también llevaría el riesgo de salir más frágil y que la izquierda pierda otra vez muchos votos, como había pasado en 2009 tras cuatro años de gobierno con la CDU; o decir no, lo que podría significar la necesidad de una nueva elección, en la que muchos funcionarios temen que el pueblo castigue al SPD por no haber cumplido con su deber patriótico de asegurar la gobernabilidad del país.
La salida de este dilema que la cúpula del partido parece haber elegido es una consulta general de los miembros del partido sobre una posible “gran coalición”, un instrumento político poco usado por los partidos alemanes, y menos cuando se trata de cuestiones tan centrales como la participación en un gobierno. Así, Gabriel quiere ganar legitimidad para las difíciles negociaciones que están por venir. Y por esta vía también quiere evitar que él sea el chivo expiatorio cuando las decisiones que se tomen se demuestren como equivocadas. Lo que está claro es que este proceso participativo llevaría tiempo y que habría un interregno que podría durar hasta fines de octubre o más.
Aparte de estas dos opciones poco tentadoras para los socialdemócratas, “gran coalición” o nueva elección, existe una tercera alternativa, sin precedentes a nivel nacional: una alianza entre los conservadores de la CDU y los ecoprogresistas de los verdes. Lo que para muchos parecía una combinación imposible hace poco, ya que los verdes tienen un legado de oposición fundamental contra los valores tradicionalistas que la CDU representa más que ningún otro partido en el espectro político de Alemania, ahora se está volviendo una posibilidad real. Los verdes, que en las elecciones lograron un resultado tan lejos de sus expectativas que se sintieron derrotados, empezaron esta semana con un proceso de dura autocrítica y renovación personal. La cúpula entera del partido, representada por Jürgen Trittin, Katrin Göring-Eckhardt, Cem Özdemir, Claudia Roth y Renate Künast, comunicó su dimisión, tomando así responsabilidad por el resultado decepcionante.
En los análisis internos se concluyó que había sido un error el intento de competir con el SPD y el partido La Izquierda por los votos a la izquierda con un programa, en el que se proponía más intervención estatal y más redistribución de la riqueza en vez de apostar más a la ecología y tomar en cuenta que gran parte de su electorado ya no se encuentra en círculos de estudiantes y radicales como en los años ’80 sino en la clase media, con poca afinidad con los temas de justicia social.
En consecuencia, muchos representantes del ala centrista del partido –los llamados “realos”, por realistas– ahora promueven un giro hacia la derecha, lo que incluye una apertura hacia la CDU y la consideración seria de una coalición con Merkel. En este sentido se pronunció Werner Schulz esta semana, diputado verde en el Parlamento Europeo y veterano del movimiento opositor en la ex RDA: “Nunca hemos estado tan cerca de la CDU”. Argumentan que la CDU bajo Merkel ha pasado por un proceso de renovación y que una coalición sería una buena oportunidad para combinar el fortalecimiento de la economía con la ecología.
Pero para muchos defensores de los derechos de las mujeres, los homosexuales, los migrantes y pro liberalización de las drogas, que aparte de la ecología son otras de las banderas históricas de los verdes, una coalición con la CDU sería impensable, para no decir un sacrilegio. En el seno de la CDU, y sobre todo en la CSU, el ala bávara y más conservadora del partido, también hay resistencias muy fuertes en contra de este experimento político con los “hippies” y “anarcos” de antes.
Después de unas elecciones con resultados drásticos y una semana de sorpresas, renuncias, debates y especulaciones sobre el futuro gobierno, por lo menos una cosa no ha cambiado: la canciller Merkel se queda tranquila, para no decir callada, y se mantiene por encima de los vaivenes de los partidos. A pesar de la incertidumbre sobre el futuro del gobierno alemán, ella sabe que con cualquiera de las tres opciones que están sobre la mesa, ella será la que manda. Y después del triunfo histórico del domingo pasado, su partido la va a seguir a todas partes. Y una mayoría de los alemanes también.
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