Sábado, 23 de noviembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Emir Sader *
El secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry (foto), hizo su estreno en la OEA a lo grande: anunció el entierro de la Doctrina Monroe. Doctrina formulada por los Estados Unidos en el siglo XIX para encubrir la infinidad de intervenciones –directas e indirectas– en los países del continente, bajo el pretexto de resolver los conflictos hemisféricos.
El lema “América para los americanos” tenía pocas ambigüedades, dado que los propios norteamericanos intentan monopolizar América para ellos mismos. La supuesta protección del continente de intervenciones de potencias de otros continentes sirvió para reservar la región para la hegemonía norteamericana.
No habría mejor escenario para el discurso de Kerry que la OEA. Porque tanto la Doctrina Monroe como la propia OEA ya son cadáveres políticos hace tiempo. La posibilidad de que Estados Unidos intervenga en países del continente supondría la capacidad de crear las condiciones políticas para hacerlo.
Desde el momento de la formulación de esa doctrina, Estados Unidos se abrogó el derecho de imponer sus intereses por la fuerza, invadiendo países, orquestando golpes de Estado, imponiendo su voluntad a la OEA. Hasta que los países del continente resolvieron crear instancias de integración independientes de los Estados Unidos. Son los casos del Mercosur, de la Unasur, del Banco del Sur, del Consejo Sudamericano de Defensa y de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe.
Cuando América latina decidió asumir sus problemas en el marco de la integración de sus países, la Doctrina Monroe y su heredera, la OEA, fueron enterradas. A pesar de tentativas de golpe en varios de los países que tienen gobiernos progresistas –entre ellos, Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador y del éxito obtenido en Honduras y Paraguay–, los Estados Unidos tienen que enfrentarse a mecanismos regionales creados para dirimir los conflictos, como es el caso del Consejo Sudamericano de Defensa, y de una doctrina solidaria que no reconoce a gobiernos nacidos de golpes militares.
Las soluciones pacíficas para los conflictos entre Colombia, Ecuador y Venezuela, así como las acciones de solidaridad que ayudaron al gobierno boliviano a derrotar tentativas separatistas, ya habían demostrado que las soluciones a nuestros conflictos no pasan por la OEA y, menos aún, cualquier tipo de actuación de los Estados Unidos.
El discurso de Kerry llega muy tarde, cuando la propia realidad y los gobiernos latinoamericanos ya enterraron la Doctrina Monroe y la OEA se encuentra completamente superada por los procesos de integración regional.
* Académico de la Universidad del estado de Río de Janeiro.
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