Sábado, 29 de marzo de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Carlos Raimundi
El 17 de marzo recibimos en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados a una delegación de parlamentarios británicos, integrantes de la comisión de asuntos galeses. La conversación fue amable, coincidimos en nominar a la Argentina como un país de paz, respeto y trabajo, y se hizo referencia a nuestra buena relación con los pobladores de origen galés que se asentaron en nuestro país, en especial en la Patagonia.
Durante la breve reunión se les hizo entrega de la Declaración de Ushuaia, donde por unanimidad, toda la política argentina reafirma nuestra soberanía sobre las islas y condena el colonialismo y la militarización de la zona.
Pero lo que deseo resaltar del encuentro es el tramo referido a las “drogas” (drugs), a raíz de la inquietud de una parlamentaria galesa. Su intervención denotó preocupación por los numerosos consumidores de su país, y nos interrogó sobre la posibilidad de aplicar “políticas comunes”. Sin embargo, el tema tiene aristas más específicas y complejas. Los diputados presentes del Frente para la Victoria debimos separar dos aspectos. Uno, la prevención y atención de los problemas de salud ocasionados por el consumo, que afectan principalmente a poblaciones jóvenes, ya sean de capas altas, medias o vulnerables de la sociedad. El otro, que toda política resultará –aunque necesaria– insuficiente en la medida en que no se afecte el núcleo del problema, que es la rentabilidad del negocio internacional del narcotráfico, uno de los ilícitos más lucrativos del planeta, y que, por sus características, se emparienta con otros como el tráfico de armas, el terrorismo y el lavado de dinero.
Ambos planos, la prevención y el ataque al narcotráfico, necesitan un Estado potente en su entramado institucional y en la eficacia de sus políticas públicas. Y eso requiere, ineludiblemente, de financiamiento. En palabras llanas, fortalecer el Estado, fortalecer los Estados de la región.
Por eso resulta incongruente que algunas usinas provenientes de los países centrales expresen preocupación por el problema de las “drogas” (drugs) y reclamen políticas públicas, al mismo tiempo que aplican políticas y mantienen alianzas financieras tendientes a debilitar nuestros Estados. El apoyo, explícito o tácito, a los fondos buitre, la extorsión del sistema financiero internacional, el impulso de acuerdos de libre comercio que terminarían perjudicando a nuestra autonomía industrial como los que pretende la Unión Europea, las actitudes especulativas de bancos y empresas de capital británico como Shell, y otras rémoras del viejo colonialismo, constituyen una muestra de esa contradicción.
En definitiva, debemos ser muy firmes en la preocupación, condena y batalla contra la inserción del mundo de la droga y el narcotráfico en nuestra región. Pero a su vez, implacables en denunciar que la rentabilidad del negocio se multiplica al ingresar los productos a los principales mercados de consumo, que están precisamente en el Norte. Como sostuvimos en la reunión, si pretenden acciones estatales fuertes, no pueden sostener, al mismo tiempo, políticas económicas y financieras que contribuyen a debilitar la capacidad de financiamiento de nuestros Estados.
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