Sábado, 3 de mayo de 2014 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Agustín Lewit *
El diálogo retomado por Cuba y la Unión Europea, además de descongelar relaciones estancadas hace casi dos décadas, es un claro indicador de que algo está cambiando al interior de la isla caribeña. Es verdad que el acercamiento también denota un viraje en la postura del bloque europeo, que ha decidido revisar la decisión unilateral adoptada en 1996, cuando impuso un veto al gobierno cubano plegándose así a la política de bloqueo norteamericana. La revisión de su postura responde en parte a una urgencia de la propia Europa por fortalecer su presencia en América latina ante la avanzada de otros competidores, principalmente China.
Pero fueron las rectificaciones implementadas por el gobierno de Raúl Castro las que sentaron las condiciones de posibilidad para un nuevo acercamiento entre Cuba y la organización asentada en Bruselas. Desde el impulso al trabajo cuentapropista, al fomento de cooperativas de trabajo extra estatales, pasando por la flexibilización de las políticas migratorias y la apertura del mercado de bienes y automotores, el gobierno de la isla ha buscado en los últimos años alivianar las pesadas cargas de un Estado omnipresente, comenzando una transición hacia una economía mixta.
Ese espíritu renovador dio el tono al VI Congreso del Partido Comunista celebrado en 2011, en cuyo seno se consensuaron los “Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución”, una especie de hoja de ruta para definir los mecanismos y alcances de las reformas a futuro. De allí surgió además la recientemente aprobada Ley de Inversiones Extranjeras. Con la misma, Cuba terminó de sentar los cimientos de la mentada modernización económica, consagrando la apertura hacia el capital extranjero para que opere libremente en su territorio.
Este contexto aperturista explica en gran medida la decisión tomada por los cancilleres europeos en febrero pasado de retomar contacto con la nación caribeña. Pero la Unión Europea no sólo se conformará con brindar un espaldarazo a los cambios ya consumados, sino que, tal como adelantaron varios de los cancilleres, pugnará para que la tendencia impregne también al sistema político de la isla. Vaticinando lo dicho, el embajador de la UE en La Habana, Hernán Portocarrero, declaró recientemente que buscarán ver “cómo hacer para promover en la práctica los derechos humanos y políticos”.
Así, si bien crecen en Cuba las expectativas por alcanzar acuerdos económicos con Europa, los cuales, entre otras cosas, fomentarían la inversión privada y ayudarían a cubrir uno de los déficit que explican el magro crecimiento económico comparado con la media regional, también es cierto que una mayor incidencia europea en la economía nacional seguramente vendrá acompañada de un frente de demandas en materia de derechos políticos, al cual el gobierno cubano –compromisos comerciales mediante– deberá atender de alguna u otra manera.
Por otro lado, y más allá de los posibles condicionantes, el acercamiento con el Viejo Continente, sumado a la revitalización de los vínculos entre Cuba y América latina, ponen en evidencia la cada vez más marcada soledad de la postura de exclusión impulsada por EE.UU.
Los tiempos de la diplomacia son lentos y se espera que recién en un año haya algún avance concreto en los diálogos iniciados esta semana. Hasta tanto, lo interesante sigue siendo aquello que subyace al nuevo escenario, es decir, el intenso proceso de mutación en el cual se encuentra inmersa Cuba desde hace algunos años. Habiendo comprendido a tiempo la inexorabilidad de ciertos ajustes, el gobierno cubano se enfrenta con el dilema acerca de qué y cuánto cambiar para que esa experiencia tan singular se renueve, pero siga conservando, a la vez, su esencia particular.
Hasta dónde abrir el juego al capital privado, sin que ello signifique poner en riesgo los grandes logros sociales que a esta altura son marca registrada de Cuba, parece ser la cuestión fundamental. La otra, llegado el momento, será ensayar el nivel de apertura política posible, cuestión que, sin mayores precisiones, desde el propio gobierno adelantaron más de una vez.
* Investigador del C. C. de la Cooperación. Periodista de Nodal.
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