Con la victoria en el bolsillo –cuatro años más en el poder–, Santos no titubea al responder a la prensa. En la tarde de ayer, inusualmente calurosa en la capital colombiana, el reelecto presidente les explica a los reporteros que su gobierno será el de la unidad; la unidad nacional. Técnicamente, sin embargo, casi medio país está en su contra: 6.881.000 colombianos votaron por su contrincante, Oscar Iván Zuluaga, el candidato de la derecha, el candidato de Uribe, el candidato que promovía acabar con la salida negociada al conflicto y arreciar en la confrontación armada contrainsurgente.

Tras ganar con la campaña de la paz, el reto es ahora gobernar la guerra, además de no decepcionar con los diálogos de paz y de hacer frente a la oposición de derecha que desde la misma noche de la elección descalificó el triunfo de Santos con palabras incendiarias. Para el Centro Democrático, encabezado por el ex presidente Alvaro Uribe, y cuyo candidato alcanzó casi la mitad de los votos, Santos ganó por el abuso de poder, porque compró votos, porque amenazó, y porque los grupos ilegales constriñeron al pueblo a favor del presidente. Para el equipo del mandatario y los analistas, el resultado en las urnas mostró, más que el respaldo al individuo, el hastío por la guerra. “No ganó Santos, ganó el deseo de paz” como titula el bloguero Juan Caicedo.

Para Iván Cepeda, congresista del opositor partido Polo Democrático Alternativo, quien curiosamente apoyó la candidatura del presidente, “el mayor peligro ahora no emana de la dinámica propia de una negociación de paz, menos en un conflicto tan largo como el nuestro; el peligro lo encarna esa extrema derecha que quiere acabar con el proceso de paz y que no lo ha encubierto”. Según el comunicado leído por Uribe, “en nombre de la paz, el gobierno de Santos impulsó la mayor corrupción de la historia”. Polarizada y dividida la sociedad colombiana, la oposición fuerte está ahora en la derecha. Mientras la izquierda parece más tímida tras apostarle al voto santista, o como ellos lo llaman, el voto por la paz. “Aunque apoyamos la opción ciudadana de votar por la paz, no hemos renunciado ni vamos a renunciar a nuestra condición de oposición política”, aseguró Cepeda, del Polo Democrático Alternativo, en entrevista con Página/12. El actual parlamentario, que será parte también del próximo Congreso –dividido principalmente entre las fuerzas uribistas y los partidos que apoyan a Santos–, explicó que ellos apoyarán toda iniciativa a favor del fin de la confrontación armada, pero que seguirán atentos a la gestión de Santos.

“De mantener su orientación neoliberal en este segundo mandato, vamos a hacer sentir otra vez nuestra voz en el Parlamento y en las calles. En todo lo que tiene que ver con mantener la tenencia de la tierra en pocas estructuras, con las concesiones a la explotación minero-energéticas, tratados de libre comercio, seguir acabando con un derecho como la educación... En todo eso, Santos va a encontrar en nosotros una cerrada oposición”, dijo Cepeda a este diario.

El líder del Polo, el senador Jorge Robledo, que se negó a apoyar la reelección, llamó duramente a sus copartidarios en su cuenta de Twitter, afirmando que “los polistas debemos desnudar que Santos usa la paz como taparrabos para ocultar sus políticas retardatarias. Que no nos traten como a bobos”. Cepeda, quien representa gran parte del movimiento de víctimas de todo Colombia, no ve con tan malos ojos las negociaciones con las FARC. “Aunque durante su paso por el Ministerio de Defensa se cometieron violaciones a los derechos humanos (falsos positivos), a Santos hay que reconocerle que lleva, por primera vez, un proceso de paz con éxito, donde vemos resultados concretos con las FARC después de medio siglo de violencia. Asimismo, ha mantenido relaciones respetuosas con Venezuela, Ecuador y Nicaragua, y con las fuerzas sociales y de izquierda del país”, declaró Iván Cepeda, hijo de Manuel Cepeda, del Partido Comunista y la Unión Patriótica, asesinado por paramilitares con convivencia del Estado.

“Aquí tenemos todavía un largo camino por recorrer que no es fácil. Toca abordar temas como la justicia, las víctimas, la eliminación de grupos paramilitares, la búsqueda de un modelo que garantice la dejación de armas, y en general, las garantías para que la respuesta a los problemas estructurales que tiene Colombia no sea la violencia”, es el análisis del parlamentario Cepeda, en medio de una pausa de la sesión del Congreso, cuando algunos aprovechan para rumorear sobre las fuertes declaraciones de Uribe y lo que estará esperando la izquierda a cambio de su apoyo a Santos. “No dimos un apoyo con aspiraciones burocráticas; no esperamos dádivas. El asunto es hacer posible que la paz se negocie”, aseguró el representante.

Santos, que ganó el ballottage paradójicamente gracias a que esta oposición de izquierda se puso de su lado, sigue invocando la palabra paz. “Será una paz estable y duradera con justicia social”, detalla en la rueda de prensa, donde además reconoce que el Congreso en gran parte está en manos del uribismo, esta oposición de derecha radical que, si se suma a la tradicional, logra más de la mitad del país versus el reelecto mandatario. “Para no-sotros –agrega Cepeda–, lo tercero fundamental en este nuevo período será confrontar la ultraderecha en el Congreso y en las calles.” Según el defensor de derechos humanos y líder de víctimas, a este país además le urge que se tomen cartas con Alvaro Uribe: “Hay que exigir para Uribe –explica– unos juicios penales por su responsabilidad en la guerra, en crímenes de lesa humanidad y en relaciones con el paramilitarismo y el narcotráfico. Hay que hacerlo ya, ya, ya”.