EL MUNDO › MASIVA ORACION EN NAJAF A UNA SEMANA DEL ASESINATO DEL AYATOLA AL HAKIM
La plegaria fue con el dedo en el gatillo
Ayer se cumplieron siete días del asesinato del ayatola Mohamed Báquer al Hakim y otras 80 personas en Najaf. Los chiítas conmemoraron con protestas contra Saddam Hussein y la ocupación, y flamantes milicias armadas para controlar el orden.
Por Angeles Espinosa *
Desde Najaf
Moderación y semillas de conflicto. El duelo político que se libra en la ciudad santa de Najaf quedó ayer en tablas. El joven clérigo rebelde Múqtada al Sáder se descolgó con un discurso inusitadamente moderado y de un contenido muy similar al de la ortodoxia del “vaticano” chiíta. Repitió su condena al atentado de hace una semana contra el ayatola Mohamed Báquer al Hakim, cuyos seguidores aún clamaban venganza. Sin embargo, tanto él en la mezquita de Kufa como el representante de Al Hakim en la del imán Alí pidieron voluntarios para sus respectivas milicias con el fin de defender Najaf.
La presencia de las milicias era un hecho. De nada sirvieron las advertencias que había lanzado el jueves el general Ricardo Sánchez, máximo jefe militar estadounidense en Irak. El corazón de Najaf estaba tomado por cientos de hombres armados con el brazalete negro que los identificaba como Brigada Báder, el brazo armado de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (Asrii). Esta organización, que lideraba el ayatola asesinado y al frente del cual se ha situado ahora su hermano Abdel Aziz, es la más representativa entre los musulmanes chiítas, la comunidad religiosa mayoritaria en Irak.
Sin embargo, no fue el ayatola Abdel Aziz quien dirigió la plegaria en la mezquita del imán Alí, donde una semana antes se produjo el atentado que costó la vida a Al Hakim y a otras 124 personas. “Aún está anímicamente afectado”, trató de disculparlo Sadredín al Kubanyi, representante de la Asrii en Najaf, al concluir el sermón. Sadredín, que como los Al Hakim luce el turbante negro de los descendientes del profeta, pronunció una prédica de continuidad en la que exhortó a sus seguidores a combatir por medios políticos la ocupación militar de su país.
“Seguiremos la vía elegida por Mohamed Báquer al Hakim y reafirmamos nuestro compromiso con la unidad de los musulmanes y los iraquíes, sea cual fuere su comunidad y su confesión”, aseguró Sadredín. “Luchen con las palabras, no con las armas”, pidió a los dos millares de fieles que abarrotaban el patio de la mezquita. Otros tantos se habían quedado fuera por falta de espacio. Veinte minutos antes de la plegaria, los milicianos de Báder y los voluntarios que los ayudaban a cachear a los asistentes habían cerrado las puertas del recinto. Las medidas de control fueron exhaustivas y los devotos guardaron pacientemente largas filas para acceder al santuario.
“Nuestra presencia hoy aquí es una muestra de desafío ante quienes quieren amilanarnos”, manifestaba un devoto ante la anuencia de otros que como él esperaban ante la puerta del sur, la misma por la que el viernes anterior había salido su líder a encontrar la muerte. Al terminar la oración, un grupo de manifestantes se mostró más combativo. “Todos somos la Brigada Báder, muerte a los baasistas”, coreaban mientras se golpeaban rítmicamente el pecho y la cabeza en señal de duelo.
Sadredín, que pidió ampliar esa milicia “para garantizar la seguridad de la ciudad santa”, había defendido que la detención de varios baasistas y extremistas suníes probaba su implicación en el atentado. Sin embargo, varios observadores políticos muestran su escepticismo sobre los avances de esa investigación. “La Asrii formó de inmediato un comité, pero ha rechazado la oferta de ayuda del FBI y ellos carecen de especialistas; no tienen nada”, aseguró a esta enviada Raphael Pelseny, un periodista francés que lleva un mes realizando un documental sobre esa organización.
Diez kilómetros más al norte, en Kufa, el rebelde Múqtada también pidió voluntarios para su recién creado Ejército del Mahdi que, dijo, “sólo actuará a las órdenes de la hawza” (la máxima autoridad chiíta). Miembros de esa milicia, sin identificar y carentes de la disciplina de los Báder, controlaban los accesos a esa pequeña localidad que fue primera capital del califato abasí y hoy se ha convertido en una barriada de Najaf. Los milicianos exhibían sus armas con ostentación y se mostraban obsesionados con un mechón rebelde de pelo que se escapaba del pañuelo de esta periodista.
Aunque su poder de convocatoria es bastante menor que el de los dirigentes ortodoxos, Múqtada reunió a cerca de 2000 fieles ante los que aseguró que “los enemigos del Islam tratan de crear la sedición”. No obstante, subrayó la necesidad de que “los musulmanes permanezcan unidos frente a los elementos del antiguo régimen”. Aunque dijo haber “advertido contra la presencia de las fuerzas de ocupación en los lugares santos chiíes y reclamado su salida”, mostró un tono inusualmente conciliador. “Tenemos que sacar lecciones del atentado –dijo–: la primera es que las fuerzas de la coalición deben esforzarse mucho para mantener el orden y traspasar esa responsabilidad a la parte iraquí”.
La obsesión por la seguridad no fue exclusiva de Najaf. En Bagdad, donde un ataque contra una mezquita sunnita había causado tres heridos de madrugada, numerosos policías controlaron las proximidades de los templos. Mientras tanto, grupos de jóvenes voluntarios ayudaban a cachear a los fieles.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.