Viernes, 9 de enero de 2015 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Mercedes López San Miguel
El fundamentalismo islámico resulta funcional a la ultraderecha. Los atacantes en Francia eligieron como objetivo un medio satírico de izquierda: las doce víctimas fatales no eran soldados ni exponentes de movimientos anti Islam, ni militantes xenófobos del partido de Le Pen: eran caricaturistas y periodistas. Es probable que el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo exacerbe el sentimiento antimusulmán en Europa. En momentos de fuerte islamofobia en Francia –ya están siendo atacadas algunas mezquitas–, el gobierno debería asegurarse de que las fuerzas de seguridad no cometan excesos ni maten gente inocente en los operativos. Después del atentado contra el subte de Londres la policía británica mató de siete disparos al electricista brasileño Jean-Charles Menezes en 2005, al “confundirlo” con un sospechoso terrorista.
El partido xenófobo Frente Nacional liderado por Marine Le Pen, cuya oposición a la inmigración, en especial la de los países musulmanes, es uno de los puntos centrales de su plataforma, se convirtió en la formación más votada de Francia en las elecciones europeas de mayo pasado y se mantiene encabezando las encuestas de los últimos meses. Le Pen consideró que el ataque contra Charlie Hebdo debe servir para “liberar la palabra frente al fundamentalismo islámico”. Ayer, la hija del fundador del Frente Nacional reiteró que convocaría a un referéndum para reintroducir la pena de muerte si fuera elegida presidenta en las elecciones de 2017. Para la eurodiputada, Europa ya no tiene medios para albergar a los inmigrantes, dado el nivel de desocupación y de déficit que hay en los estados de la Unión, y por eso insiste en controlar las fronteras para evitar el flujo migratorio. No deja de ser paradójico que los atacantes del semanario sean franceses, que el policía al que remataron en la calle sea musulmán, mientras miles de ciudadanos europeos se unen a la milicia sunnita radical Estado Islámico en Siria e Irak.
Comulgan con las ideas del Frente Nacional referentes del partido griego Amanecer Dorado, UKIP del Reino Unido –un partido eurófobo, thatcherista y antiinmigración, que fue la novedad de las elecciones europeas en ese país– y los seguidores del inquietante movimiento antiislamista alemán Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente), que convoca en sus marchas a miles de personas desde hace tres meses, en su mayoría islamófobos y racistas. En su novena marcha, este lunes, Pegida reunió un record de 18 mil seguidores. Hay un episodio que la policía alemana investiga: el 22 de diciembre, tras una movilización, un grupo de encapuchados atacó a 30 inmigrantes en Dresde. Allí, en la capital de Sajonia, se da otra paradoja: pese a tener un porcentaje irrelevante de población musulmana, es donde más apoyo obtiene el movimiento.
Es altamente probable que ante la enorme conmoción pública la ultraderecha francesa intensifique su campaña de miedo, pidiendo represión y asociando a todo inmigrante árabe con los extremistas islámicos. Todo ello, claro, para sumar simpatizantes.
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