Sábado, 4 de abril de 2015 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Robert Fisk *
Irán renació como una importante nación del Medio Oriente cuando acordó limitar sus ambiciones nucleares. A pesar de los “si” (si Irán cumple con los “parámetros fundamentales”, si la Guardia Revolucionaria de Irán no trata de arruinar el acuerdo, si Israel no destruye las instalaciones nucleares de Irán en un ataque a la nación) el marco de trabajo podría algún día devolverle a la República Islámica de 36 años el status de una superpotencia regional que en el pasado existía bajo el sha.
Es por eso que los saudíes están tan enojados. Pues Irán, como el nuevo mejor amigo de Estados Unidos, puede dañar seriamente la alianza privilegiada de Arabia Saudita con Estados Unidos. Un reino que viola los derechos humanos en el tratamiento a las mujeres y no se adapta a ninguna forma de libertad de expresión fue un aliado “natural” de Washington, aun cuando algunos amigos de Estados Unidos son estados extremadamente desagradables.
Si Teherán y Occidente cumplen su palabra, y superan la desconfianza que incluso el secretario de Estado John Kerry admite que todavía existe, entonces el acuerdo de compromiso de esta semana –y el compromiso es ciertamente una pieza muy riesgosa de la maquinaria en Medio Oriente– podría tener un enorme efecto político en la región. Irán podría, con el tiempo, convertirse en la “policía en el Golfo” de Estados Unidos como lo fue bajo el reinado del sha.
¿A quién le sorprendería que Estados Unidos comience a reexaminar su relación con los wahabíes saudíes que le dieron al mundo Osama bin Laden y 15 de los 19 secuestradores del 11 de septiembre? La religión de su Estado es la misma que la de los talibán y, por desgracia, de los rebeldes más horribles en Irak y Siria. Arabia Saudita como Estado hará todo lo posible para posar, como de costumbre, como el símbolo de la lucha local “antiterrorista”. Pero los tiempos están cambiando, aunque lentamente.
Egipto necesita la ayuda estadounidense de miles de millones. El ex mariscal de campo Abdel Fattah al-Sisi (ahora presidente Sisi) sabe muy bien que las órdenes de Estados Unidos deben ser obedecidas –es por eso que Egipto cortó su alianza con Hamas, para aislar a los enemigos de Israel–. Qatar y los Emiratos tendrán que aceptar cualquier acuerdo final de Estados Unidos. En cuanto al único aliado árabe de Irán, Siria –Irak aún no ha llegado a ese estado–, el acuerdo en Lausana parece la mejor noticia que Bashar al Assad ha tenido en Siria desde que los rusos impidieron ataques aéreos de Estados Unidos contra su régimen. De hecho, cada vez más árabes estarán inclinados a creer que su esperanza de vida puede ser tan larga como la de su padre, Hafez. A menos, por supuesto, que Irán puede ahora imponer un alto el fuego en Siria. Por cierto, Lausana puede un día ser una llave para el futuro de un país cuyo conflicto se convirtió en una de las mayores tragedias árabes de los tiempos modernos.
Israel le comunicó al mundo su disgusto. Y todos sabemos cómo los amigos de Israel entre los republicanos en el Congreso pueden ser destructivos. Pero nadie preguntó sobre esa otra gran tragedia de Medio Oriente, los palestinos. ¿Qué tan pronto Irán sugerirá que un Estado palestino debe ser una parte importante de su nueva relación con Estados Unidos? En cuyo caso, el completo fracaso de Kerry en las conversaciones entre israelíes y palestinos –simbolizada por la nueva adhesión “de Palestina” a la Corte Penal Internacional– puede volver a perseguirlo después de su mayor logro político.
A menos que Damasco caiga ante el Estado Islámico (EI) o los soldados-asesinos del Sinaí lleven su comercio a El Cairo o el ataque a los amigos chiítas de Irán en Yemen se convierta en un fiasco. Los peligros son evidentes. Y cada vez que Washington se jacta de sus logros en Medio Oriente –no necesitamos recordar “Misión Cumplida”– sigue una debacle general.
Sin embargo, la historia a menudo da vueltas en círculos, incluso en las pequeñas ciudades suizas. Lausana es donde el Imperio Otomano fue finalmente clausurado en el siglo pasado –es algo a lo que Osama bin Laden solía aludir– y donde los califatos llegaron a su fin antes de que los dictadores árabes modernos los recrearan con sus propias familias. Tal vez el imperio iraní, o una versión moderna del mismo, algún día llegará a creer que su renacimiento se produjo en la misma ciudad suiza. Así que tengan cuidado con el próximo terremoto político en el Medio Oriente. Pero recuerden todos esos “si”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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