EL MUNDO
“Lula no está haciendo las cosas muy diferentes que durante mi gobierno”
Fernando Henrique Cardoso, ex presidente brasileño, celebra la estabilización financiera de su país en los casi 11 meses de gobierno que lleva Luiz Inácio Lula da Silva, pero se atribuye parte del mérito y afirma que las políticas de Lula no son muy diferentes de las suyas. En este reportaje, una evaluación de lo que puede pasar.
Por Juan Miguel Muñoz *
Desde Madrid
El ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, pese a ser el primero en su país en disfrutar de la reelección, considera que ocho años es poco tiempo para llevar a cabo una transformación en el país y añade que Lula no hace una política demasiado diferente de la que él llevó a cabo.
–Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia en enero pasado. ¿Cómo juzga su labor hasta el momento?
–La duda más fuerte que se tenía desde afuera en cuanto al gobierno del presidente Lula hacía referencia a la cuestión financiera, al control de la inflación, al pago de la deuda... En todo eso el gobierno ha actuado de forma responsable. Incluso profundizó algo de lo que ya estábamos haciendo nosotros: el rigor fiscal es muy fuerte, tiene un superávit alto. Hay una sensación generalizada de alivio. No hay pérdida de control de la situación. También es verdad que en la parte política han logrado controlar el Congreso. La misma base que me sostuvo está sosteniendo a Lula. Amplió mucho su base de apoyo.
–¿A qué se debe este aumento de su apoyo?
–Mi partido, Partido de la Social Democracia Brasileña, y el Frente Liberal votamos por las propuestas del presidente Lula porque son iguales a las mías. Y consiguió el respaldo como se hace en Brasil tradicionalmente. Los partidos de centroderecha, clientelísticos, digámoslo así, se adhieren a los gobiernos, porque dependen de ellos. Suele ocurrir: los gobiernos ganan sin mayoría en el Congreso, el partido del presidente nunca va más allá del 20 o el 25 por ciento. Lo que me sorprende es la falta de imaginación en todo lo demás. No hay política social innovadora, hay mucha parálisis de la Administración. Hay que esperar al año que viene, a ver si propone algo.
–Pero crecen las críticas hacia Lula por el carácter asistencialista de sus programas sociales.
–Más que eso. No hay coordinación administrativa. Hay que dar un poco de tiempo al tiempo. Yo pensaba que él tenía un proyecto para el país distinto del mío. Veo que no.
–¿Cúanto tiempo cree que puede durar el idilio de Lula con la sociedad si ésta no aprecia frutos en las reformas?
–Creo que Lula tiene mucho prestigio personal. Eso ocurrió conmigo también. El presidente siempre está por encima del gobierno en cuanto a popularidad. Lula es muy capaz de utilizar simbólicamente su fuerza como ex líder sindical. Yo creo que tiene tiempo si el gobierno se repone de aquí en adelante.
–¿Cree que sería bueno que Lula también saliera reelegido?
–La posibilidad de la reelección es buena porque da más continuidad a la administración. El pueblo va a juzgar. No es fácil obtener un segundo mandato. En Brasil tenemos esa posibilidad para los gobernadores, y no muchos lo logran. Es muy temprano para evaluar si Lula tendrá esa oportunidad. Y además, yo creo que eso va a depender mucho más de la situación económica global. Los gobiernos sólo tienen una cierta capacidad de influir en la reactivación económica. Muy poca.
–¿Cuánto tiempo se necesitará para que Brasil se estabilice?
–La democracia está bien arraigada en el país. La transición de mi gobierno al de Lula demostró eso con claridad. Brasil pasó el límite de riesgo. Ahora hay que lograr más crecimiento económico y continuidad a los programas sociales. Harán falta dos décadas, una generación.
–Hablando de influencias, ¿no cree que la administración de George W. Bush está dejando muy al margen de sus prioridades América latina?
–Yo tengo una opinión muy particular sobre esta cuestión. Cuando un país o un continente, en este caso América latina, no está en el radar del gobierno de Estados Unidos, mejor. Porque ese radar registra sólo las cosas que no están bien. Cuando no aparecemos en el radar podemos hacer lo que nos da la gana. Me preocupa que estamos apareciendo en ese radar por la cuestión del comercio, por la agricultura, por el Tratado de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Yo no participo de la idea de que hay que estar más presentes en Estados Unidos.
–Siempre ha defendido que el ALCA no debería perjudicar al Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay). ¿Teme que ello ocurra con este tratado que abarcaría desde Alaska hasta la Patagonia?
–Hay que tener una relación de igualdad. Si se logran ventajas en el mercado norteamericano se pueden discutir ventajas en el latinoamericano, pero unilateralmente, no. No nos interesa un ALCA que no nos permita acceder a los mercados norteamericanos de agricultura, por ejemplo.
–En Cancún (México), en la reciente cumbre de la OMC, se escuchó mucho a Brasil y a otros países. Pero no hubo ningún acuerdo. ¿Quién sale ganando?
–De donde salimos fuertes fue de la ronda anterior en Doha. Hicimos mucha fuerza para conseguir un tratamiento con más igualdad. En Cancún no logramos avanzar. Hay que buscar una fórmula para reanudar las negociaciones. Claro está que la señal que se ha dado en Cancún es que no vamos a aceptar cualquier negociación. Hay que ser firme en las posiciones, pero no hay que exagerar en la adjetivación. Hay que evitar que un choque sobre una cuestión específica comercial aparezca como si fuera un desafío global a Estados Unidos o Europa.
–Hace meses, antes de que se produjera la ocupación de Irak, usted advertía sobre una ruptura del orden mundial. ¿Cómo ve ahora la situación?
–Estados Unidos ha vuelto a la ONU para pedir apoyo. Se dieron cuenta de que ganar la guerra fue más fácil que ganar la paz. Esto abre posibilidades. Hay que forzar la reforma de Naciones Unidas. Ese nuevo orden mundial es algo para construir en el siglo XXI. Lo que digo es que hay debilidades visibles en la posición unilateralista de Estados Unidos. Pero eso va a depender mucho de la reacción de la opinión pública norteamericana, si va a ser un poco más abierta y darse cuenta de que existe el mundo.
–¿Cómo juzga las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM)?
–Han sido variables. Ha acertado en algunos países, se ha equivocado en otros.
–¿En Argentina?
–Argentina consiguió lo que ningún otro ha conseguido: dilación del pago de la deuda por dos o tres años, no hay reparación a los bancos que perdieron dinero... Creo que hubo un fuerte apoyo de Estados Unidos a Argentina. Esto es positivo.
–¿Cree que se puede hablar de democracia cuando se dan elevadísimos índices de pobreza?
–Si no se va más rápido con el proceso de cambios sociales, no sólo económicos, hablar de democracia en ciertos países va a ser cada vez más complicado. Con la televisión, la información creciente y las comparaciones que se hacen con otros países, los pueblos cada vez están más inquietos. Esto debe servir de alerta a las instituciones internacionales, porque se plantea el peligro de que la gente deje de creer en la democracia. Hay que hacer más hincapié en el valor de la democracia en sí misma independientemente del desarrollo económico. Y combatir el narcotráfico, pues detrás vienen la violencia y la corrupción. No hay una visión clara del problema, ni una visión que incluya a los consumidores. Esto requiere una conferencia internacional sobre el narcotráfico. Un país solo no va a lograr controlarlo.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.