EL MUNDO
“Israel no debería ser un capitalismo salvaje”
Colette Avital, parlamentaria de la oposición laborista israelí, explicó a Página/12 el trasfondo económico interno de una nueva propuesta para lograr la paz con los palestinos, fracasada la Hoja de Ruta.
Por Mercedes López San Miguel
El llamado “Plan de Paz de Ginebra” fue diseñado el mes pasado por negociadores palestinos e israelíes al margen de los liderazgos de cada uno. El texto prevé la división de la ciudad vieja de Jerusalén: los palestinos renunciarían de facto al derecho de retorno de 3,5 millones de refugiados, aunque Israel permitiría el regreso simbólico de un pequeño número de ellos mientras que el resto serían indemnizados o recibidos por terceros países. La línea divisoria entre Israel y una Palestina independiente coincidiría con la frontera de 1967, antes de la Guerra de los Seis Días e Israel renunciaría a la anexión de Ariel, la mayor colonia judía en Cisjordania. Colette Avital, diplomática y desde 1999 miembro por el laborismo en el Parlamento israelí (la Knesset), estuvo en Buenos Aires y habló con Página/12 sobre esa iniciativa y la situación en Israel, su lugar de residencia desde que dejó Rumania, en 1950.
–En Suiza hubo una puesta en común de paz similar a la de Taba, ¿qué augura?
–Bueno, yo la firmé. Hemos alcanzado un grado de entendimiento y tenemos un modelo de paz que los líderes pueden usar y se lo diseñamos, incluso tratamos temas conflictivos como Jerusalén y los refugiados. No digo que llegamos al momento de la verdad, para eso están los gobernantes. Igualmente, somos un poco escépticos porque cada vez que avanzamos en un camino, nos topamos con la intransigencia de ambos lados.
–La situación económica en Israel está en un mal momento, ¿cuál es el planteo de los laboristas?
–Hay dos problemas: el primero tiene que ver con el efecto de la caída mundial de la industria de alta tecnología y el otro se vincula con la Intifada y es el colapso del turismo. Hoy se registra el más alto porcentaje de desempleo que hayamos tenido, los desocupados superan los 300 mil. ¿Qué hace el gobierno de Ariel Sharon?: reduce los impuestos, lo que está bien, pero por otro lado, la distribución es incorrecta, porque todos los beneficios sociales fueron cortados. La razón por la que los laboristas nos fuimos del gobierno es precisamente porque no compartíamos muchas de las políticas. Había que reducir el gasto en 3000 millones de dólares. Pero tenían que distribuirlo de modo igualitario para toda la sociedad –no restárselo a los jubilados y las madres solteras, por dar un ejemplo–. No se puede atravesar esta crisis sin un proyecto de desarrollo y creación de empleo.
–¿Hay alguna posibilidad de que su partido vuelva a unirse al gobierno?
–No. En esta etapa no hay ningún tipo de coincidencia política. Tendrían que darse dos condiciones: que acordáramos un plan de paz, no sólo en los principios también en el cronograma. Y nuestra primera condición sería que comiencen a dialogar con los palestinos y den un primer paso: salgan de Gaza. ¿Cuál es el punto para quedarnos? Ninguno. No nos sirve para nuestra seguridad.
–Usted dice que el plan de paz es una de las condiciones...
–¡No se trata únicamente del plan de paz! Si no era la paz era la economía, y si nos poníamos de acuerdo, nada pasaba. Dijeron que acordaban la Hoja de Ruta e hicieron todo para no respetar el plan. El otro tema es que no aceptamos que este gobierno destruya los beneficios sociales del Estado desde que fue creado, un Estado benefactor. Israel no puede ser Estados Unidos, un capitalismo salvaje. Hay inmigrantes, jubilados y mantener el nivel de servicios de salud y educación tiene que ser parte de un programa económico.
–Según los sondeos, la popularidad de Sharon ha bajado en el último tiempo, ¿a qué se lo atribuye?
–No me parece. Existe una paradoja: el 67 por ciento de la población cree que debería haber un Estado palestino y objetivos con los palestinos; el mismo porcentaje cree que Sharon puede hacerlo. Me parece que hay una crisis de liderazgo, pero por algún motivo la gente no puede ver a otrolíder. La popularidad de Sharon finalmente empezó a erosionarse. Primero, porque tiene problemas de corrupción y porque existe una percepción de que su gobierno no está solucionando los problemas económicos. Cuando fue reelegido la situación estaba en un pico dramático. Ahora la gente que lo votó se pregunta qué les ha hecho. La gente está perdiendo su trabajo, se puede ver gente pidiendo comida, niños que van a la escuela sin comer. Un tercio de la sociedad es pobre y más de un millón y medio de personas está por debajo de la línea de pobreza –los niños representan medio millón–. Es una situación inédita en Israel.
–¿Cuáles son las propuestas de su partido?
–Cortar el gasto equitativamente, poner en práctica un proyecto de generación de empleo; comenzar inmediatamente las negociaciones con los palestinos –creemos que la economía puede mejorar conectada al proceso político–. Es decir, en el momento que hay un cese de la violencia, se nota cómo reactiva el turismo (abren los restaurantes, hoteles, etc).
–¿Cómo interpreta que Sharon hiciera pública su idea de expulsar a Arafat?
–No la entendemos. Aunque esa idea estuvo al menos por dos años. Cuando estábamos en el gobierno intentamos prevenirlo. Si se lo expulsa, traerá consecuencias negativas, porque habrá un caos interno y externo también.
–¿El ataque con misiles a Siria puede interpretarse como: “No podemos expulsar a Arafat, entonces..”?
–No me parece. Creo que fue una advertencia específicamente a Siria. El gobierno israelí quiere mostrar sus músculos.
–Con la inestabilidad y escalada en Irak, ¿qué puede esperar Israel?
–No tenemos nada que ver con Irak. No obstante, el sentimiento antinorteamericano se traslada al antiisraelí.