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Se inició el juicio oral contra tres federales de la Comisaría 12ª, acusados por el homicidio con alevosía de Roque “Vita” Villagra, ocurrido en la madrugada del 14 de setiembre de 2002, unas horas antes y a pocas cuadras de donde una docena de policías levantaría a Ezequiel Demonty para hacerlo desaparecer bajo las aguas del Riachuelo. El caso, revelado en aquel momento por Página/12, determinó la detención del sargento Valeriano Saucedo, del cabo Jorge Smaldoni y del agente Jorge Villoldo, ahora enjuiciados. El caso tiene idas y vueltas: los policías sostuvieron que “el Vita” intentó dispararles y ellos repelieron la agresión. Pero las pericias demostraron que Villagra murió de un balazo en la nuca. Entonces, los acusados dijeron que la bala había rebotado en el piso, en una pared, en un semáforo o en un caño y que, lamentablemente, fue a dar a la nuca del fallecido. Pero los peritos dijeron que el disparo fue efectuado a menos de 50 centímetros. Sobre ese punto, los policías no dijeron nada. Según testigos, al morir Villagra estaba esposado y luego le quitaron las esposas. Los policías estaban acusados de homicidio, pero ahora el tribunal agregó la carga de la alevosía, cuya pena es la perpetua. La otra curiosidad es farandulesca: el defensor de los acusados es el ex secretario del ex juez Hernán Bernasconi, Roberto Schlagel, conocido por sus guisos durante su estancia en Caseros.
Pasada la medianoche del 13 de setiembre de 2002, Roque Villagra salió de su casa, en el barrio Illia, donde se desarrollaba un asado familiar, en busca de cigarrillos y sidra. Tras probar suerte en un kiosco, tomó por Crespo en dirección a Cobo. Cruzó la avenida Riestra y al llegar a Cobo se cruzó con policías de la Comisaría 12ª. Cuando su hermana Juana fue en su búsqueda, dos chicas del barrio le dijeron: “Lo tiene la policía y se lo van a llevar”. Segundos antes se había escuchado al menos un disparo. Subidas a un remise, Juana y Romina (la novia del “Vita”) llegaron al lugar. Y allí vieron a Roque, tirado boca abajo.
“Tenía las manos esposadas atrás de la espalda”, aseguró Juana ante los jueces Raúl Aragón, Víctor Pettigiani y Jorge Soriano, del tribunal oral 27. La joven sostuvo que logró acercarse a escasos centímetros del cuerpo de su hermano sin que los policías se dieran cuenta y allí descubrió que estaba muerto. Cuando la vieron, la arrastraron de los pelos hasta el remise y le ordenaron al chofer que se retirara. Avisó entonces a su familia y regresó al lugar. Cuando la madre y los hermanos de Roque llegaron al lugar fueron echados literalmente a patadas por los policías.
La seccional durmió el caso durante 12 días. Cuando lo presentaron a la Justicia, el muerto era el acusado y los policías las víctimas. El 4 de octubre de 2002, Página/12 reveló el hecho. El entonces jefe de la seccional, comisario Francisco Coppola, dijo a este diario que Villagra “murió en un enfrentamiento”. Después, la autopsia determinó que había recibido un disparo en la nuca, efectuado a menos de 50 centímetros de distancia. Una metáfora de disparo a quemarropa por la espalda, dejando para la imaginación que en semejante situación quedan pocas posibilidades: una de ellas, la más verosímil, es que el muchacho estaba maniatado o sujeto por algo.
Las audiencias se iniciaron el martes pasado y concluirán el 11 de noviembre con los alegatos. Los policías están representados por el ex secretario de Bernasconi, Roberto Schlagel, condenado a 8 años por el caso Coppola II y con condena cumplida merced a la ex ley del 2 por 1, el 2 de febrero de 2001. La estrategia de Schlagel en el juicio consistió en demostrar que los policías habían disparado desde unos 30 metros y que la bala había rebotado en algún objeto antes de dar muerte a Villagra. Las pericias son terminantes y parecen indicar todo lo contrario.