EL MUNDO › DERRIBARON UN BLACK HAWK, MATANDO A SUS SEIS SOLDADOS
La caída de otro Halcón Negro
Un nuevo helicóptero Black Hawk se precipitó a tierra ayer cerca del feudo de Saddam Hussein. Los seis soldados norteamericanos que viajaban en él murieron. Esto se produce seis días después del derribo de un helicóptero Chinook y la muerte de sus 16 tripulantes.
Por Angeles Espinosa*
Desde Bagdad
Otros seis soldados estadounidenses murieron ayer al estrellarse el helicóptero en el que viajaban en las proximidades de Tikrit, la región natal de Saddam Hussein, a 180 kilómetros al norte de Bagdad. Aunque los portavoces oficiales evitaron pronunciarse sobre las causas del hecho, varios militares admitieron desde el anonimato que el aparato, un Black Hawk, había sido probablemente atacado con una granada. De confirmarse el derribamiento, sería el segundo en menos de una semana y subrayaría que los insurgentes iraquíes han convertido los helicópteros en objetivo. El episodio se produjo en otro día de malas noticias para EE.UU., en que Turquía retiró de modo sorpresivo su oferta de aportar tropas a la estabilización de Irak.
“Seis soldados se encontraban a bordo y todos ellos han resultado muertos”, informó al final de la mañana la comandante Josslyn Aberle, portavoz de la Cuarta División de Infantería. Este cuerpo del ejército es el responsable de la región de Ti- krit, el vértice norte del llamado “triángulo sunnita”, donde el rechazo a la presencia de las fuerzas ocupantes es más abierto y se concentran la mayoría de las acciones en su contra. Aberle mantuvo no obstante la versión difundida desde el primer momento de que el Black Hawk, un helicóptero de combate con capacidad para 15 personas, se había visto “forzado a descender”, sin aclarar si había sido objeto de fuego hostil o de una falla mecánica. El aparato cayó sobre una lengua de tierra en medio del Tigris, justo enfrente del palacio de Saddam en el que la Cuarta División ha establecido su cuartel general. La espesa vegetación no permitía ver los restos, aunque una columna de humo señalaba el lugar del impacto mientras varios helicópteros Apache lo sobrevolaban en busca de pistas. Los habitantes de la zona no escondieron su satisfacción por el accidente a la cadena de televisión árabe Al Jazzeera. Varios de ellos aseguraron incluso que el derribamiento había sido obra de un misil tierra-aire. Los soldados de la base cercana consideraban más probable que se hubiera usado un lanzagranadas.
Sendas granadas echaron abajo un Black Hawk, el 25 de octubre en Tikrit, y un Apache, el 12 de junio en el desierto occidental, sin causar víctimas mortales. Sin embargo, ayer se filtró que el Chinook derribado el pasado domingo en las cercanías de Faluja resultó alcanzado por un misil tipo Strela. Fuentes militares estadounidenses admitieron que el aparato recibió un segundo aviso de que se aproximaba un misil (el primero había logrado esquivarlo), lanzó bengalas para despistar al sensor de búsqueda de calor del cohete, pero no lo logró y resultó alcanzado en el costado derecho. Murieron 16 de sus ocupantes y resultaron heridos otros 26, el ataque más mortífero desde el inicio de la guerra.
“Hace un par de meses, los ataques de la resistencia consistían en disparos contra los soldados, explosivos caseros contra las patrullas o coches bomba contra objetivos civiles”, explica un analista militar. “Desde entonces, han añadido armas de largo alcance como los morteros y los misiles cuya prevención plantea muchas más dificultades a los jefes militares.” En efecto, ante proyectiles con un alcance de entre cuatro y siete kilómetros, los muros de cemento y las barricadas tras las que se parapetan las fuerzas ocupantes ofrecen poca protección.
Parece evidente que los insurgentes se están volviendo cada vez más atrevidos y que utilizan armas más pesadas. Sin embargo, los observadores también critican a Estados Unidos. “Ni siquiera al más novato se le ocurre hacer pasar el pasillo aéreo de un helicóptero por las proximidades de Faluja”, manifiesta un oficial de alto rango.
Sin incluir el helicóptero que se estrelló el viernes, de los 257 soldados que EE.UU. ha perdido en combate desde el inicio de la guerra, almenos 141 han muerto desde que su presidente dio por terminadas las grandes batallas el pasado 1º de mayo. Los últimos, ayer en Mosul, 350 kilómetros al norte de Bagdad. A primera hora de la mañana, los insurgentes emboscaron un convoy al este de esa ciudad. Un soldado resultó muerto y siete heridos. El reciente aumento de los ataques en Mosul, la tercera ciudad de Irak, hace temer que la resistencia se está extendiendo más allá del “triángulo sunnita”.
A todo esto, la decisión de Turquía de retirar su oferta de tropas, a ser desplegadas precisamente en el triángulo sunnita, es un golpe a las expectativas de Estados Unidos, que necesita fuerzas extranjeras para aliviar el peso de la operación iraquí sobre su ejército. El motivo de Turquía fue que su despliegue no contaba con la aprobación del Consejo Provisional de Gobierno Iraquí, irónicamente instalado en Bagdad por EE.UU.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.